Formas orgánicas, sencillas, naif incluso. La pintura de Almudena Lanceolada (Sevilla, 1984) ha experimentado una simplificación de sus motivos desde que se mudó a Madrid y ha sido madre, un tránsito desde la narrativa más oscura, la que trabajó en su anterior exposición El bautizo monstruo.
Entonces recreaba lugares fantasmagóricos que fueron testigos del multitudinario, nocturno y anticlerical bautizo civil de 6 niños –un evento poco reconocido por la historiografía actual y que sucedió durante la Guerra Civil–. Hoy, la luminosidad de la representación de un animalario habla sobre una abeja carpintera sin tiempo para la tristeza.
El giro pictórico se centra ahora en los niños como espectadores del arte contemporáneo y en Abeja carpintera todo está montado a su altura. La muestra consiste en una instalación mural junto a unos cuadros de pequeño formato que ilustran un cuento que la misma pintora ha escrito, declinados en una poética de mínimos y de una cálida sencillez expresiva.