Leonora Carrington junto  a su último cuadro. Foto: Javier Martín-Domínguez

Leonora Carrington junto a su último cuadro. Foto: Javier Martín-Domínguez

Arte

Leonora Carrington: los secretos de la maga

La artista nunca hizo exhibicionismo de su vida agitada en la Europa de las vanguardias y transitó entre la luz y el sobresalto: un camino poblado de aventuras, risas y lágrimas

18 febrero, 2023 02:10

Leonora Carrington era uno de los secretos mejor guardados de México, y del arte contemporáneo. Nunca hizo exhibicionismo de la vida agitada y cambiante que protagonizó en la Europa de la vanguardia. Escapó de Londres a París para vivir con Max Ernst, huyó de la casa en el sur de Francia ante la llegada de los nazis, pasó a España y fue internada en el psiquiátrico del doctor Morales en Santander.

Viajó a Lisboa con la obligación de volver a casa, pero escapó al Nueva York del exilio surrealista con Renato Leduc y desde allí a México. Confraternizó con la colonia española del exilio y se casó con la mano derecha de Cappa, Chiki Weisz. Se mantuvo muy muy celosa de su privacidad. Durante años limitó su presencia pública, dedicándose a la familia. Hoy es la estrella ascendente del reivindicado arte realizado por mujeres, elevada a gran inspiradora por la última Bienal veneciana.

Antiguo lector –sorprendido y abrumado– de su viaje a la locura en Memorias de abajo, conseguí tras varias conversaciones telefónicas su aquiescencia a visitarla. Ningún intermediario me llevaba hasta ella. Al final, una galerista me consiguió su teléfono. “¿Podría hablar con Leonora Carrington?”. “Leonora soy yo”, contestó la voz al otro lado. La conversación fluyó, larga y amable. Repetí la llamada a la semana siguiente, y a la siguiente, declarando mi interés por rodarla para una película. “Pues cuando vaya a venir me lo dice”.

Durante años limitó su presencia pública, dedicándose a la familia; hoy es la estrella ascendente del reivindicado arte realizado por mujeres

Me presenté en la puerta de su casa, ansioso y temeroso ante su fama de huraña. Una mujer de mirada discreta me dejó esperando en el zaguán, rodeado por una colección de bichos raros con rasgos antropomórficos. Sus últimas esculturas realizadas con casi noventa años. Y entonces bajó las escaleras y apareció, frágil y elegante. La edad no había hecho mella en su capacidad de seducción y control. “Ah, es usted. ¿Está cansado del viaje?”.

Hablamos durante horas. “¿Té, tequila?”. Me enseñó cada rincón de su casa. Abría y cerraba cada puerta con llave. Llevaba un manojo en un bolsito colgado de su cuello. Parecía atrapada en esa casa, que se asoma a un patio de luces donde crece una jacaranda. “La planté yo, tan chiquita como mi mano”. Ahora se estira más allá de la tercera planta. Una escalera en espiral sube hasta arriba, hasta su estudio, donde guarda un verdadero tesoro: el que será su último cuadro.

Le entregué el libro que me pareció más apropiado como regalo por su deferencia. El caballo en la historia de la pintura española. Dos caballos dominan su primer autorretrato. “¿Usted es caballo, no?” “Eso pensé yo, de niña, sí”. Pájaros en la cabeza, caballos como alas, la reina del surrealismo desafiaba cualquier presunción. Estudió todas las reglas y arcanos para desentrañar lo caprichoso del azar en la vida, y así devino en gran maga.

Solo un árbol puede hacer un paraíso. La jacaranda se ha aupado hasta el cielo. Hace vida de interior, como su dueña, pero desparramando su belleza por el aire. Cuando recorres el mundo, en un largo viaje, presa de desazón o de ganas de libertad, el paraíso puede ser una casa cerrada a cal y canto con vistas a un interior verde y luminoso. Leonora transitó entre la luz y el sobresalto, un camino poblado de aventuras, risas y lágrimas, hasta poder construir las murallas que protegiesen la flor, su paraíso intimo en la calle Chihuahua. 

Javier Martín-Domínguez es director de la película Leonora Carrington, el juego surrealista (2012).