La nueva exposición de Luis Gordillo (Sevilla, 1934) es una llamada de atención, con una intensidad impresionante, sobre la calidad de su trabajo artístico. A sus 88 años él dice que quizás sea esta su última muestra en la Galería Marlborough, donde expone cada cuatro años. Puede que sea difícil volver a reunir piezas del tamaño y complejidad de las que vemos ahora, pero su fuerza y potencia creativas siguen plenamente abiertas.
Todos los espacios de la galería están ocupados, eso sí, con un despliegue ordenado y guardando buenas distancias para permitir la visión sin interferencias de las piezas reunidas. Estamos ante 23 obras, todas ellas con títulos muy sugestivos, de vuelo poético-conceptual: cuadros de gran formato (entre ellos un díptico, un tríptico y un políptico), dibujos de formato medio y, algo muy especial, un panel enorme, de metro y medio por cinco metros.
El título de esta obra, Autobiografía gordillensis (2020), nos lleva, con un juego lingüístico de expresión en la deriva al latín del término “gordillensis”, a una impresionante síntesis de la genealogía del trabajo de Gordillo. Sobre el panel se han fijado una larga serie de imágenes, que van desde formas pictóricas en mezclas abiertas, a juguetes, reproducciones de pintores clásicos (entre ellos Velázquez, Goya o Rembrandt), y a diversas fotografías del propio Gordillo intervenidas siempre con una veta de humor irónico.
Aquí es oportuno resaltar un aspecto recurrente no solo en esta obra sino también en muchas otras presentes en la muestra. Y es que continuamente vemos insertas en las piezas imágenes del rostro de Luis Gordillo, siempre en actitudes dinámicas, lo que nos lleva a advertir que propiamente estamos ante una reconstrucción autobiográfica del entramado que une en profundidad su trabajo artístico con el discurrir de su vida, sus pasiones y anhelos.
Es esta una cuestión a la que Gordillo se ha referido explícitamente al manifestar que lo que él llama sus “dúplex”, sus desdoblamientos de obras en dos partes tanto en un sentido vertical como horizontal, son expresiones de su yo desdoblado.
Ese itinerario confluyente de arte y vida ha ido haciendo que el trabajo creativo de Gordillo no esté en ningún caso situado en la quietud o la repetición: los registros de sus obras nos llevan siempre al descubrimiento, a la innovación. Desde luego en la raíz de todo está la pintura, pero concebida en la situación presente tan determinada por técnicas envolventes de representación visual, como un diálogo con las mismas para así transgredir el uso meramente pragmático-material de las imágenes mediáticas.
De los dibujos y la expresión pictórica, Gordillo ha ido dialogando con las fotografías y las imágenes digitales. Y de esas conversaciones abiertas han ido surgiendo las obras subversivas, que mezclan el cuestionamiento y lo enigmático de las representaciones para construir espejos visuales que, al vernos reflejados en ellos, nos llevan a preguntarnos quiénes somos en este mundo de imágenes fluidas y envolventes en que hoy vivimos. Cuestiones todas estas que marcan intensamente el alto nivel artístico de las piezas reunidas en esta gran muestra.
Las obras de Luis Gordillo dialogan en profundidad con nuestras miradas hasta despertar en ellas la visión de las cuestiones abiertas que representan
Gordillo señala explícitamente su utilización controlada de los soportes digitales, en los que distingue sus aspectos positivos y sus riesgos. El buen arte no se puede identificar con la inmediatez de usos y prácticas tan habituales en este mundo-imagen de hoy. Sus obras están caracterizadas por el cuidado intenso en su preparación, el tiempo de estudio, y su desarrollo. El resultado final es algo tan abierto como la vida misma, pero precisamente por ello ahí se sitúa su significación. Lo que vibra en ellas detrás de cada paso es el juego agitado del pensamiento que mueve el cuerpo.
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En definitiva, las obras de Luis Gordillo dialogan en profundidad con nuestras miradas hasta despertar en ellas la visión de las cuestiones abiertas que representan. Las piezas deslumbrantes reunidas en esta exposición van, en una mezcla continua, del formalismo figurativo al informalismo expresivo: en todos los casos interrogaciones poético-visuales que abren nuestra mirada.
Y aquí, en los mestizajes “gordillenses” de la imagen, estamos ante un horizonte intensamente significativo. En mi opinión, una de las más importantes vías de enriquecimiento de las culturas humanas es precisamente la mezcla, el mestizaje, el reconocimiento de la importancia de lo diverso en las experiencias de nuestras vidas.
Los mestizajes “gordillenses” de la imagen son mezclas de diversos tipos y configuraciones de imagen, siempre desde la pregunta y el control sobre aquello que es profundo y relevante, nunca desde la mera inmediatez. De las mezclas a lo profundo de la imagen, a lo que permanece más allá de lo inmediato.