La exposición La creación abierta y sus enemigos: Asger Jorn en situación despliega un amplio conjunto de pinturas, dibujos, grabados, publicaciones y documentos de todas las etapas de Asger Jorn, con el fin de reclamar su aportación, más allá de su destacada participación en el grupo Cobra. Asger Jorn (Vejrum, Dinamarca, 1914-1973), conocido por ser uno de los miembros más visibles de ese grupo, supo trascender la condición informalista del arte de postguerra y buscó un aparte en la deriva de la pintura gestual, fuera del sombrío expresionismo europeo.
Desde esas consideraciones, esta exposición pretende poner en perspectiva la obra de este artista en múltiples direcciones, estableciendo relaciones con el expresionismo abstracto, el situacionismo e incluso el arte pop y ciertas prácticas sociales, aunque finalmente lo que sobresale es la gran profundidad y amplitud de una pintura disfrutona.
Formado en París en la academia de Fernand Léger en los años 30, Jorn no tarda en empaparse de las quimeras del surrealismo mientras se acercaba también al último Kandinsky o a Miró, sin abandonar su atracción por el expresionista James Ensor. Este período de formación, en el que Jorn asienta las bases de su trabajo, está cuidadosamente representado con obras que emergen en los años 40 como Paisaje de Finkidong (1945) o Tolitikuja (1945).
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En estas obras, como también en las pinturas de doble cara Sin título (1946) y Animaux animés (1944-46), se manifiesta el Jorn de paleta cromática irreverente y juguetón con las formas; una pintura de divertimento hecha de mala manera deliberadamente.
De ese modo, sobre un bien asentado fundamento constructivo, cobran vida después las formas blandas y orgánicas. Lo biomorfo se replica con el automatismo surrealista y acoge el primitivismo como un espacio libre donde lo mítico brota con fuerza en Konge Rey del inframundo (1942) o más tarde en Bestia herida II (1953). Y desde aquí podemos observar las concordancias con un Jackson Pollock que luego reaparecerá en forma de drippings. Y de la pintura cavernaria, surgen obras luminosas y llenas de matices como Djerba (1947), en la que sobrevuela de nuevo Miró.
Jorn manosea la pintura reelaborando las imágenes del mundo y haciendo al espectador partícipe de las mismas
Esta obra, como en los dibujos lineales de esta época, está marcada por el viaje de Jorn a Túnez, donde plasmó su interés por el decorativismo, desarrollando su teoría sobre el ornamento y una particular forma de componer según un diagrama técnico.
No resulta extraño que, desde ese interés, Jorn aborde aspectos de la creación artística en los que diluir los límites entre el arte, la artesanía, el diseño y la arquitectura, así como las jerarquías entre el artista como creador y el operario. Así es cómo emprendió diversos encargos de decoración trabajando en cerámica y tapices. Una desconocida faceta de la que aquí apenas se muestra el tapiz L’oiseau dans la foret (1946-47).
A partir de ahí, se abre la exposición al Jorn de los años 50, empezando por su reconocida participación en el grupo Cobra. Motivos simbólicos y criaturas de diversas especies campan a sus anchas en encendidos lienzos, grabados y dibujos. La deformidad se reviste de lo grotesco a través de una gestualidad bruta y llena de dinamismo. Su convalecencia por tuberculosis y su posterior recuperación le llevan a representar el espanto tanto como la alegría.
Obras feroces como Résistance masculine (1953), Elskovskampen o Cherchez la femme (1954) extreman los recursos expresivos en una pintura de excelencia. Así es como Jorn manosea la pintura reelaborando las imágenes del mundo y haciendo al espectador partícipe de las mismas. “Todas las personas estamos implicadas –decía–. El espectador como tal ya no existe ni puede existir en este momento”.
Con ello surge un concienzudo compromiso que lleva a Jorn a participar del situacionismo e incorporar en su trabajo una atención particular por los resortes de la imagen, el arte popular, lo banal y el imaginario infantil. Un agitado animalario brota entonces para representar con crudeza la vida humana en groseras desfiguraciones en Attention, Danger (1957) y Ainsi on s’ensor (1962).
A las acciones pictóricas de desorden situacionista sobre cuadros encontrados o materiales pictóricos preexistentes, le siguen los recortes de periódicos ensamblados en pintura. En ellos muestra la otra cara de la cultura pop europea, como se aprecia en el décollage Goinfre à la neige (1968). Con Franz Kafka de fondo, Jorn celebra lo kitsch y las formas de expresión tanto populares como íntimas banalidades en las que da cumplida muestra, una vez más, de su interés por los experimentos editoriales y la ilustración.
Con todo ello, la última sala acoge una sucesión de estimulantes ecos pictóricos, sobre los que dar saltos y mirar despacio. Una obra que se desparrama en las dimensiones celebrativas de pintar la enormidad del mundo.