Desde su llegada a París en 1948, tras los estudios de arquitectura que no completó y sus cursos en el Royal Institute of British Architects de Oxford, Pablo Palazuelo (Madrid, 1916-Galapagar, 2007) perseveró en una investigación formal en el cauce de la abstracción geométrica.
En los primeros años de su trayectoria, la deuda con el cubismo analítico dejó pasó a una fascinación por Paul Klee, de modo principal, y por el constructivismo de Naum Gabo y Antoine Pevsner. En Klee encontró una afinidad duradera por las configuraciones geométricas como mediación hacia una realidad enigmática. La geometría vendría a vislumbrar un orden inefable y trascendente.
Palazuelo denominó trans-geometría a su poética y estructura formal en permanente transformación. Todo ello se reconoce en esta oportuna muestra Pablo Palazuelo. Método geométrico, comisariada por Gonzalo Sotelo-Calvillo, conservador de la Fundación Palazuelo.
Palazuelo denominó trans-geometría a su poética y estructura formal en permanente transformación
La colaboración entre esa Fundación y el Museo Universidad de Navarra, cuyos fondos tienen importantes obras del artista provenientes de la colección de María Josefa Huarte, permite reunir una constelación de 133 pinturas, esculturas y dibujos, además de libros y otros documentos en una muestra excepcional.
Si las grandes retrospectivas organizadas por el Museo Reina Sofía, en 2005, y el MACBA, en 2006, permitían redescubrir el universo Palazuelo con nuevas aproximaciones, esta del MUN enfoca su objetivo en las conexiones entre sus dibujos germinales, bocetos y determinadas obras. O entre las pinturas y su expansión a la tercera dimensión a partir de mediados de los setenta.
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Sabido es que el método de cualquier artista integra dimensiones racionales y no racionales de modo que no puede ser explicado plenamente, pero el anhelo didáctico de esta exposición nos acerca a una percepción más compleja y cabal de la obra de este artista con fama de hermético.
El recorrido de la muestra se estructura en cinco ejes que privilegian las familias o conexiones formales. En el primero se da cuenta de las influencias abstractas iniciales en las que destaca la de Klee y en menor medida la de Kandinsky. Emergen sus primeras composiciones lineales, diagonales y dinámicas. Al poco de llegar a París, la Galería Maeght se interesa por su trabajo y presenta su primera muestra individual en 1955.
La serie Cosas olvidadas (1949-1952) manifiesta su atención temprana por la sección áurea y las investigaciones de Matila Ghyka. De la Ciudad Universitaria pasó a residir en la rue Saint-Jacques, en pleno corazón del Barrio Latino de París. Conoció a Claude d’Ygé, estudioso de los tratados ocultistas, místicos y de alquimia quien le ayudó a encontrar libros antiguos en las librerías del barrio.
El segundo eje atiende al punto de inflexión que acontece en 1953. Descubre un libro oriental, un “mapa cifrado” lo llamará, que le permite reordenar y pensar en las estructuras de su poética constructiva. Es cuando inicia sus puestas en forma de la trans-geometría a lo largo de los años cincuenta.
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No resulta casual que una de las pinturas de ese periodo se titule Metamorphosis I (1955). Tampoco que las variaciones de esas estructuras surjan de la superposición de bocetos en papel traslúcido. El ensayo de Jules Bourgoin sobre el arte árabe será relevante en la redefinición de los patrones geométricos en los setenta, o en sus series sobre El número y las aguas de los primeros años noventa.
Otro espacio muestra variantes de las figuras poligonales donde modifica la ortogonalidad extrema de formas geométricas anteriores para incorporar acuerdos curvos en lugar de los vértices agudos. Obras fascinantes como Omphale II (1962), Orange et noir (1963), y Noir Central (1963), cifran ese giro formal que incluye también una estructura espiral.
Los nexos y expansiones de sus composiciones geométricas a la tercera dimensión mediante el ensamblaje de planchas metálicas son mostrados en otra sala. Las esculturas inspiradas en la concepción de C. G. Jung sobre el número gráfico como arquetipo presente en las energías psíquica y física se alían con sus propias investigaciones geométricas. Palazuelo postulaba el espacio plegado, configurado por superficies metálicas que se despliegan en el aire.
La música y su estructura matemática es otra fuente de inspiración que recorre su trayectoria. Establece, a partir de 1975, analogías y traducciones genuinas entre sus pinturas y la música. Reflejo de ese propósito es la serie De música (1978).
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El último eje muestra los diferentes periodos de las composiciones orbitales donde resuenan los ecos de Josef Albers o de algunos constructivistas como Rodchenko y Pevsner. Series como De Sommis (1996-2004), o Circino (2001-2003), manifiestan esas derivas geométricas hacia una trascendencia mística nueva.
En 1980 dejó escrito: “Lo que llamamos arte no es ni más ni menos que la necesidad de trascender, sin negarlo, esos paisajes, esas tierras”. De esto trata esta muestra que merece la pena recorrer.
El arquitecto en el ICO
Conocido por sus pinturas abstracto-geométricas, la exposición del Museo ICO Pablo Palazuelo. La línea como sueño de arquitectura profundiza en su evolución y vinculación con esta. Comienza con sus estudios en Oxford e incluye dibujos inéditos que dan buena cuenta de su proceso creativo.
El cerramiento de un hotel, la remodelación de una vivienda o el acceso a la galería Soledad Lorenzo son algunos de los doce proyectos que han seleccionado los comisarios Teresa Raventós Viñas y Gonzalo Sotelo-Calvillo. Hasta el 7 de mayo.