En La 2 se emite un programa que a partir de fragmentos de grabaciones de su archivo hace resúmenes más o menos temáticos de aquello que pasó hace ya un tiempo. Una operación que a veces utiliza el humor y que tiene que ver con la nostalgia de un pasado que siempre se cree mejor, aunque aquí, sin duda, no lo fue, o no lo fue al menos durante cuatro décadas.
Quizás por eso procuren no elegir nada anterior a la mitad de los setenta que vaya más allá de actuaciones musicales, algún que otro acontecimiento social de alguien que fue famoso o algunas curiosidades que parecen no tener importancia. Es mejor no meterse en líos y olvidar las condiciones en las que esas imágenes se produjeron. Luego ya se abre la veda y el abanico se extiende un poco más, aunque en muchas ocasiones lo elegido queda fuera de contexto.
De algún modo, esta exposición, Madrid: crónica creativa de los 80, comisariada por Ana Berruguete, de la organización del festival PHotoEspaña, con la colaboración de un grupo de asesores, como Javier Astudillo y Jesús Marchamalo, que ayuda a dar carta de autoridad a algunas de las selecciones que podrían resultar arbitrarias, sigue estrategias similares a esos programas de televisión a trozos, a cachos, fragmentarios para provocar en los espectadores una nostalgia que afecta tanto a los que vivieron esa década como a los que no lo hicieron y que ahora desearían haber estado allí.
La mitificada Movida está muy bien representada con obras de Costus, Ceesepe o Ouka Leele
De hecho, el recorrido de la muestra acaba con un vídeo muy similar a estas emisiones, realizado por Irene Arzuaga, en el que a partir de un montaje muy ágil se van sumando anuncios publicitarios, reportajes de los telediarios, escenas breves de humor, programas infantiles y series míticas, entrevistas e intervenciones de grupos musicales.
Da cuenta de la gran pluralidad de un momento, mucho menos contenido que el actual, en el que la censura o, aún peor, la autocensura no parecían ejercerse. Hoy muchos de esos programas no podrían emitirse. Sería impensable ver en prime time algo parecido a La edad de oro, con Paloma Chamorro, o a La bola de cristal, de Lolo Rico, con esos electroduendes que se movían entre el punk y el glam y una bruja que gritaba “¡Viva el mal! ¡Viva el capital!”.
También como una suerte de manifiesto funcionan los po(p)purrís de Miguel Trillo con los que comienza la exposición. En esas imágenes se genera un atlas de las “tribus” urbanas que poblaban el Madrid de los ochenta, desde los hiphoperos de Azca a los pijos de Pachá, pasando por los mods, los rockers, los heavies, los punks y los nuevos románticos.
Anuncian esa acumulación de fotografías, ilustraciones, grabados, óleos, fundas de vinilos, carteles de películas, libros, cómics y revistas que quieren dar cuenta de la efervescencia creativa de una ciudad que multiplicó exponencialmente su población y su superficie en apenas una década y que vivió un golpe de estado, el ascenso al gobierno del PSOE, unos mundiales de fútbol, el nacimiento de ARCO, las protestas anti OTAN, la firma del tratado de adhesión de España a la Comunidad Económica Europea, la fundación del Museo Reina Sofía, la capitalidad cultural…
[Lo mejor de PHotoEspaña en diez disparos]
Estos números y fechas se introducen en este panorama a través de gráficos y una cronología ilustrada con fotos de prensa. Fueron esos años a los que se calificó “del entusiasmo” porque siguieron a los oscuros de la dictadura y que, como se ve en la exposición, van más allá de la mitificada Movida, por otro lado, muy bien representada con obras de Costus, Pablo Pérez Mínguez, Ceesepe, Ouka Leele o Alberto García Alix.
Se ha incluido además a la Nueva Figuración, con pinturas, dibujos y grabados de Miguel Ángel Campano, Alfonso Albacete, Carlos Franco o Guillermo Pérez Villalta, y los “nuevos comportamientos artísticos”, como la performance o la utilización de las tecnologías, más próximos al conceptual, representados por un trabajo de Marisa González y documentación de algunas muestras legendarias como Fuera de formato.
Sin embargo, el carácter celebratorio de esta exposición, que se ocupa también del cine, la moda, la música y la literatura, evita el análisis crítico de un período en el que quizás el “entusiasmo” no era más que una fantasmagoría. La muestra, en esa acumulación de rostros y nombres propios, números y fechas, genera no tanto conocimiento como reconocimiento.
Busca la complicidad de los visitantes pero, aunque algunos estén insinuados de forma muy sutil, huye de los problemas y la interpretación. Es mejor no estropear el cumpleaños: el 40º aniversario del nacimiento de la Comunidad de Madrid tras implantarse el sistema de las autonomías que conmemora esta exposición.
En la sala Rock-Ola
Repiten tema y comisaria en la Serrería Belga con una selección de 54 imágenes de la fotoperiodista Mariví Ibarrola (La Rioja, 1956). Yo disparé en los 80 recorre sin artificios la escena musical underground del momento y sus salas de conciertos, con míticos retratos de músicos como Alaska, Hombres G, Antonio Vega, Loquillo y Radio Futura.