En el invierno de 1909 Joaquín Sorolla y Bastida (Valencia, 1863- Cercedilla, 1923) estaba en el cénit de su carrera y el gran filántropo Archer Milton Huntington, fundador de la Hispanic Society of America en Nueva York, le había invitado a realizar una retrospectiva de su obra en la sede de la institución.
Huntington, también un célebre hispanista enamorado de España, había quedado prendado de su obra en una exposición que el año anterior el pintor había celebrado en las Grafton Galleries de Londres, donde lo presentaron como el mejor pintor vivo del mundo.
La exposición neoyorquina, una retrospectiva con 365 pinturas monumentales, resultó una sensación, con un éxito rotundo tanto de crítica como de público. Filas de coches se prolongaban en las calles, los visitantes hacían cola, generalmente en la nieve, que daba la vuelta al edificio…, todos esperando ver los lienzos de Sorolla, que rebosaban vida y representaban la intensa luz del sol, así como los paisajes con escenas de playas por los que el artista era conocido internacionalmente.
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La muestra, que contribuyó a desatar el furor de la moda por lo español en EE. UU, atrajo en un mes a unos 160.000 extasiados visitantes y se vendieron más de 159 pinturas. Nunca había sucedido algo así en Nueva York. En los años siguientes seguiría triunfando en Búfalo, Boston, donde llegaría en 1910, y, en 1911, en Chicago y Saint-Louis.
1911 acabó siendo un año crítico para Sorolla: Huntington le realizo el encargo más importante de toda su carrera, un colosal proyecto de una serie de murales que decorarían la nueva biblioteca de la Hispanic Society, conocido como Visión de España, o Las Provincias de España, cuyo objetivo era celebrar la vida y las costumbres de las diferentes regiones de España y capturar el carácter peculiar de los paisajes, la gente, las costumbres y la artesanía del país.
Tanto Sorolla como Huntington coincidían en que gran parte la herencia española estaba “a punto de desaparecer”, junto con muchas tradiciones locales. Su propósito era recuperar la belleza que se desvanecía de la cultura tradicional española.
De 1911 a 1919, Sorolla trabajador infatigable, viajaría por toda España con el objetivo de encontrar temas para sus paneles e identificar las regiones y tipos locales, dedicándose con una intensidad extrema a lo él mismo se refirió como la “obra de toda una vida”. Fue el encargo más grande que Estados Unidos jamás había realizado a un artista extranjero.
1911 acabó siendo un año crítico para Sorolla: Huntington le realizo el encargo más importante de toda su carrera
En la serie de Visión de España, Sorolla dio vida a todo lo que deslumbró a Huntington durante sus múltiples viajes por España, desde las tradiciones populares y los trajes locales hasta las costumbres y músicas que contribuyen a la complejidad etnográfica de nuestro país.
En última instancia, este proyecto de ocho años se convirtió en un reflejo del viaje personal del pintor y su búsqueda del “alma” de España. Él mismo explicó: “Quiero establecer la psicología de cada región de acuerdo con toda la verdad”.
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Sin embargo, el espacio inicial de 210 metros cuadrados dedicado al proyecto supuso un reto para el pintor. “¿Cómo cabe España en doscientos metros? ¿Cómo pintar la región de Castilla en catorce metros?”, se preguntaba. A pesar de ello, Sorolla logró culminar con éxito este vasto proyecto.
Para ello, viajó durante ocho años por España para documentarse in situ y descubrió lugares concretos, observando la vida cotidiana, a la búsqueda de los colores y las luces de cada región, así como “el corazón” que latía detrás de las costumbres más peculiares. Esta investigación de casi una década fue necesaria para que el artista creara los fondos más precisos, los paisajes correctos y encontrase la ropa adecuada.
Igualmente arduos fueron los trabajos preliminares, los dibujos preparatorios, los bocetos de trajes típicos, la elección de los modelos o la ejecución de los fragmentos de murales (verdaderos cuadros al óleo de gran formato, como el titulado Tipos de Lagartera o Novia lagarterana) que siempre completaba al aire libre, sin importarle las inclemencias del clima.
Sus modelos eran a menudo lugareños, desde campesinos a alcaldes (tal y como vemos en el óleo de los Tipos del Roncal). Así mismo sus asistentes facilitaron el proyecto general, tomando numerosas fotografías de referencia en el camino que se han convertido en extraordinarios documentos.
El resultado fue una serie de catorce murales de casi 3,6 metros de alto y 61 metros de largo, siendo cada mural una celebración
Huntington había imaginado este proyecto como una representación de toda la historia de España, pero el pintor prefirió seguir su propia visión y pintar solo diez regiones. El resultado fue una serie de catorce murales de casi 3,6 metros de alto y 61 metros de largo, siendo cada mural una celebración de la cultura y el estilo de vida específicos de una región.
Sorolla diseñó la exposición él mismo y la concibió como una vista panorámica de 360 grados: el mural más grande, titulado La fiesta del pan, estaba dedicado a Castilla y presentaba más de cien figuras a escala real. En 1915, explicaba: “La región que más me ha emocionado es Castilla. Hay en Castilla una melancolía conmovedora. Las cosas adquieren allí un vigor extraordinario. Una figura de pie en esa llanura toma las proporciones de un coloso”.
De todas las regiones españolas que pinta Sorolla en Visión de España, la más conocida en el exterior era Andalucía. Los lienzos reflejan el amor del artista por el estilo de vida, por los jardines, los colores y la calidez de la región. Cuatro de ellos están dedicados a Sevilla y uno a Huelva. Eligió para ellos temas locales como los toreros, el encierro de los toros, mujeres bailando sevillanas y la Semana Santa de Sevilla, una fiesta religiosa que admiró y plasmó en Los Nazarenos.
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En los murales dedicados al norte de España, Sorolla pintó con igual entusiasmo las tradiciones de las diferentes regiones, como se ve en La Romería (Galicia, 1915) y El pescado (Cataluña, 1915), algo que hizo también en El Mercado (Extremadura, 1917). Para Aragón, la jota local tomó protagonismo y dio como resultado una de las obras de arte más coloridas del conjunto. Para Guipúzcoa, en cambio, optó por representar a unos campesinos que jugaban a los bolos en la ciudad de San Sebastián.
El mural más emotivo, y el más alegre en cuanto a color, es el dedicado a su tierra natal, Valencia: Las grupas (1916). En un principio, el artista quiso pintar un campo de naranjos típico del Mediterráneo, pero al pasar por la catedral de Valencia y ver los preparativos de la procesión de San Vicente Mártir, se sintió inspirado.
En el mural se representan grupos de campesinos valencianos con trajes de fiesta montando caballos ricamente enjaezados. El atuendo y la frondosa vegetación dan al cuadro un tono barroco y luminoso que fue especialmente popular en la época.
En 1918 finaliza El palmeral de Elche, mural dedicado a la localidad cercana a Valencia, en la que pinta el conjunto cultural del palmeral, de seis siglos de antigüedad. Representa a una docena de jornaleros recogiendo dátiles maduros mientras la luz se filtra entre las palmeras como si flotara una suave neblina.
En 1919, Sorolla se trasladó a Ayamonte (Huelva) para capturar la pesca del atún, conocida localmente como “levantá de los atunes”. Los coloridos paisajes y la intensa luz de la ciudad costera atrajeron especialmente al pintor: era el lugar perfecto para experimentar con la iluminación.
Allí pintó La pesca del atún, el mural final de Visión de España, una escena intimista de casi cinco metros de largo que entrecruza el esplendoroso paisaje, el río Guadiana y la energía de los pescadores que la rodean. El modelo principal para esta pintura fue un marinero real llamado Paco, que posó para Sorolla durante treinta sesiones en el transcurso de siete días.
El artista consideró esta obra final como “el más intenso” de todos sus paneles. De allí escribió de nuevo a su querida esposa Clotilde para anunciarle que había finalmente acabado. Al concluir el encargo estaba extenuado.
Aquel trabajo supuso una nueva vida para el pintor, que, gracias a él logro construir su única casa en propiedad, que es hoy el Museo Sorolla de Madrid.
Desgraciadamente el agotamiento y el exceso de trabajo hicieron mella en su salud y, en 1920, mientras pintaba en el jardín de su casa el retrato de la mujer del escritor Ramón Pérez de Ayala, Sorolla sufrió su ataque de hemiplejía. Después del ictus no recuperó el habla, tampoco volvería a pintar.
No regresaría a Nueva York, donde tenía previsto entregar, montar y asistir a la inauguración de su obra final. Tres años después de su prematura muerte en 1923 se inauguró Visión de España y quedó instalada en una nueva galería de la Hispanic Society, en 1926.
Este proyecto sigue siendo el panorama más conmovedor y completo de España, y seguramente uno de los mayores homenajes que jamás haya hecho un artista a un país.
Cristina Carrillo de Albornoz acaba de publicar Sorolla: A Vision of Spain (Assouline)
Interés por la historia de España
Fundada en 1904, la Hispanic Society of America fue creada por Archer Milton Huntington en Nueva York para promover los estudios hispánicos y acercar al público local a la cultura española en un momento muy propicio, pues a finales del XIX surgió en Europa y América un renovado interés por la historia, la literatura y la cultura hispánicas. Hoy en día, no existe otra institución en el mundo que ofrezca una visión tan completa del mundo hispano lo que le valió, en 2017, el Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional.