“Si queréis podéis utilizar la linterna del móvil”, aconseja a la entrada en Artium una de las asistentes del museo. Son las 12:00 de una nubosa mañana de verano en Vitoria y, por los óculos de la parte alta de la sala A2, se cuela una luz tenue, la única que ilumina Persona, foto, copia, la individual que la institución dedica actualmente a la artista Julia Spínola (Madrid, 1979).
Comisariada por Catalina Lozano y coproducida con el CRAC Alsace, la exposición se arma a partir de un conjunto de piezas inéditas, y de otras que se reparten a lo largo de la última década.
Persona, foto, copia se presenta sin luz eléctrica, a expensas de lo que ocurra fuera, un gesto que recuerda al de Lubricán, la muestra que el CA2M le dedicó a la artista en 2018. Aquella partía de un concepto que apelaba a la transición del día a la noche y de la noche al día, y se traducía en una atmósfera lumínica creada exprofeso.
[Julia Spínola, la presencia de las formas]
Existe una fotografía de Julia Spínola, que siempre me ha parecido altamente sugestiva, definitoria a la hora de entender su trabajo. En ella aparecen dos manos frente a un grifo abierto. Sobre una de ellas, extendida, corre el caudal de agua y, en el interior de la otra, cerrada, distinguimos un objeto. Posiblemente no exista en esa imagen nada más que un gesto cotidiano, pero es quizás el hecho de registrarlo y mostrarlo, lo que inmediatamente activa el subconsciente. Es el acto extraído de su cotidianeidad lo que lo vuelve extraño, como repetir una palabra hasta que acabe por resultarle ajena a la boca que la emite.
Ocurre algo similar en esta exposición en la que el espectador puede deambular entre dudas y certezas; entre incertidumbres y puntos de anclaje que, como en Uno zurdo y uno diestro, y uno zurdo y uno diestro (2014) o Frase (objeto). BOCA (2013-2018), nos devuelven a territorios ya transitados.
Articulan el espacio un grupo de esculturas recientes, realizadas en fibra vegetal y construidas desde la noción de repetición o copia, acentuadas de manera impecable por otras de menor tamaño, pero de igual importancia.
No es Spínola una artista que se prodigue demasiado. Sus procesos persiguen unos tiempos que no responden a otras exigencias que no sean las que ella misma se impone en su taller. Quizás por ello no sorprenda este cuerpo de obra tan personal y codificado, que seduce por la intimidad que traslada al espectador. Porque más que una muestra de obras, lo que Persona, foto, copia propone es una nueva vida para cada una de ellas. Un diálogo del que, a solas, transitando por esa especie de espacio olvidado, somos parte dinámica.
Si antes aludía a Lubricán, he de decir también que aquí el gesto se sublima, proponiendo un recorrido que jamás es el mismo y ofreciendo una escena cambiante. Entiendo que no es casualidad que esta exposición se extienda de junio a diciembre, de los días más largos a los más cortos, de los cielos más radiantes a los más oscuros.
Pequeños gestos
Julia Spínola (Madrid, 1979) aborda la escultura desde múltiples frentes y sus exposiciones se plantean como situaciones capaces de reformular permanentemente su obra. Fue premio Generaciones en 2013. Ha expuesto de manera individual en el CA2M (Móstoles) o la Fundación Miró (Barcelona) y su obra se encuentra en la colección del Museo Reina Sofía. Trabaja con la galería Ehrhardt Flórez de Madrid.