El antiguo depósito de agua del Canal está atravesado de arriba abajo por unas enormes tiras en las que se pueden leer las noticias. Se extienden por todo el espacio como si fuera la rotativa de un periódico. En lo alto, Cristina de Middel (Alicante, 1975) ha instalado el despacho del director y, abajo, en plena planta de entrada, un quiosco con todos sus libros y los materiales para hacernos nuestra propia publicación.
Lo cuenta mientras sube y baja las escaleras con mucho cuidado para mantener el vértigo a raya, una sensación parecida a lo que provocan los últimos años de su carrera. En 2012 su famoso Afronautas la puso en el mapa y en 2017 ganaba el Premio Nacional de Fotografía e ingresaba en la prestigiosa Agencia Magnum, de la que es la presidenta desde hace un año.
Pregunta. Es bonito que dedique esta exposición a la prensa, en un momento en el que tiene tantas amenazas…
Respuesta. Es una réplica-homenaje a lo que era la prensa. La conexión que hay ahora entre el lector, el director y los periodistas es mucho más directa y permeable, para bien y para mal.
P. ¿Ha vuelto a un lenguaje más documental?
R. Semíramis González, la comisaria, me propuso darle una visión más política, más seria a mi trabajo, que siempre se había mostrado desde su lado más lúdico. Nos hemos centrado en los tres grandes ejes que se repiten en la prensa: la guerra, la migración y el trabajo sexual. Intento contar las historias de otra manera más lúdica.
"Hago imágenes confusas, que no se leen rápido y que provocan una mezcla de emociones, risa y pena, asco y gusto..."
P. ¿Sigue preocupada por la relación entre fotografía y verdad en estos proyectos?
R. Está todo mezclado. Utilizo la ficción o el cuestionamiento de la fotografía cuando realmente es un tema que está muy encasillado, por ejemplo, la imagen que tenemos de África. Como es algo que la gente no se espera, genera más impacto. Lorenzo Meloni, fotógrafo de conflicto de la Agencia Magnum, me decía que yo era mucho más rigurosa como periodista que él. Estudié Bellas Artes, hice un máster en fotoperiodismo y luego trabajé diez años en prensa.
[Cristina de Middel y Martin Parr se la juegan]
P. Junto a Meloni ha hecho The Kabuler (2022) en Afganistán, ¿fue difícil?
R. Fue un experimento de Magnum: juntar a los dos extremos. Yo, que estoy cuestionando lo que es verdad y mentira, y él, que tiene que estar en primera línea para contar lo que ocurre. Fuimos a Afganistán cuando los talibanes acababan de llegar al poder y estaban más permisivos. Con todo el material hicimos una revista que es un guiño a The New Yorker y busca mostrar otros aspectos de un país que lleva 30 años en la prensa diaria y que no conocemos más allá de los tópicos.
En el siguiente piso se puede ver Journey to the Center (2015 - 2022), quizá la más artística de las propuestas. Un caballo con una falda en la cabeza, un migrante tratando de saltar el muro con una pértiga… De Middel utiliza la estructura del libro de Julio Verne para contar el viaje de México a California de miles de personas.
La instalación incluye fotografías, panorámicas y objetos, cuadernos con experiencias en primera persona o ropa para la travesía. “La idea –explica– es mostrar al migrante como héroe. En todos los proyectos hay una parte surrealista que es igual de importante que traer los datos”.
P. ¿Y qué perseguía retratando a cien clientes de prostitutas en Gentlemen’s Club?
R. Quería entender la razón que hay detrás. No pretendo resolver el debate pero sí aportar otras herramientas para salir del bucle en el que estamos. Ha sido un proyecto duro y muy distinto según cada país. De los cien, solo hay un falso, el último, que es un actor que interpreta a Richard Gere en Pretty Woman para hablar de toda la romantización que se ha hecho de la prostitución en el cine.
"No creo que la creatividad tenga nada que ver con la velocidad de computación o con la probabilidad"
P. No parecen entornos sencillos para desarrollar un proyecto, ¿cuál le ha resultado más complejo?
R. Afganistán no fue fácil por el choque cultural y por ser mujer, pero sin duda el proyecto más incómodo ha sido Gentlemen’s Club por la repetición, la escala, el tema, y por ponerme una y otra vez en una situación muy tensa. La fotografía tiene algo de terapéutico: yo fui víctima de abusos sexuales en mi adolescencia y recrear un espacio con tantas connotaciones teniendo yo el control fue muy importante. Los proyectos salen porque los necesito yo a nivel personal, para saciar mi propia curiosidad.
P. ¿Cómo se mueve en esa distinción que a menudo se establece entre los fotógrafos y los artistas?
P. ¿Y ve la Inteligencia Artificial como una amenaza?
R. A corto plazo sí, porque no está delimitado su uso ni hay educación suficiente para hacer un buen uso. Si ya existía un debate en torno a la veracidad de la fotografía imagínate ahora. En el plano artístico, no creo que la creatividad tenga nada que ver con la velocidad de computación o con la probabilidad.
P. ¿Qué le interesa provocar en el público?
R. Despertar emociones, generar preguntas y un acercamiento más crítico a las noticias. Cuanto más tiempo se detengan ante una fotografía, más conseguida estará. Por eso hago imágenes confusas, que no se leen rápido y que provocan una mezcla de emociones, risa y pena, asco y gusto...
P. ¿Siguen siendo sus referentes nombres como Wes Anderson o Fontcuberta?
R. He cambiado. Fontcuberta sí, me encanta su trabajo y llegamos a conclusiones parecidas desde puntos de vista muy distintos. Cinematográficamente Wes Anderson ya me ha empalagado y estoy volcada en Isabel Coixet y su manera de contar historias. Un amor es una maravilla. Siento que estoy pasando fase. Esta exposición es un punto y coma en mi coqueteo con la fotografía, pero no se lo digas a Magnum,