Érase una vez un artista cuyo nombre era Pablo Ruiz Picasso. Durante décadas, todo lo que tocaba, lo convertía en oro. Pero esa virtud parece haberse convertido en una condena. Al menos así lo ve Rogelio López Cuenca (Nerja, 1959), artista visual y poeta, que lleva más de veinte años desentrañando las claves de esa maldición picassiana. 

El Premio Nacional de Artes Plásticas (2022) ha realizado numerosas exposiciones, como Souvenir Picasso (2011), en las que aborda de manera crítica el fenómeno picassiano y la "malagueñización" del artista, ofreciendo una reflexión crítica sobre el arte como mercancía y espectáculo.

Ahora presenta Pi©a$$o™, una serie de instalaciones museográficas, que se suman a las actividades complementarias integradas en el programa con motivo del 50 aniversario de la muerte del pintor. Un proyecto que se realizará en diferentes museos estatales, "lugares muy cargados de fuertes referencias culturales y políticas" y en las que "resuena el eco de 'Picasso t’aime', como el mito del Rey Midas en un sueño húmedo del Tío Gilito", asegura el artista a El Cultural. 

El proyecto de López Cuenca sobre Picasso, en el Museo de Altamira, en Santillana del Mar (Cantabria). Foto: Museo de Altamira

El proyecto, que comenzó el pasado mes de julio en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena, acogerá, hasta enero de 2024, diferentes  instalaciones en Museo Nacional de Cerámica y Artes Santurarias González Martí (Valencia), el Museo Nacional de Escultura (Valladolid) y el Museo Nacional de Arte Romano (Mérida). Así como en los centros madrileños: Lázaro Galdiano, Museo del Traje, Museo de Artes Decorativas, Museo del Romanticismo y Museo Cerralbo. 

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Pregunta. Lleva más de 20 años recorriendo el signo Picasso en su trabajo, ¿qué buscaba explorar en este nuevo proyecto que no hubiese hecho en los anteriores?

Respuesta. La idea de trabajar sobre el fenómeno picassiano nació con un carácter muy situado, a principio de los 2000, cuando la inminente apertura del Museo Picasso en Málaga desató una apresurada oleada de picassización de la imagen de la ciudad para su reconversión al extractivismo turístico utilizando la cultura como coartada.

«Ahora, Pi©a$$o™ lo que plantea es un proyecto en las antípodas de la grandeur que en general preside las exposiciones programadas para conmemorar el 50 aniversario de la muerte del pintor. De hecho, hay que puntualizar que este proyecto no consiste en exposiciones, sino en un conjunto de intervenciones en diversos espacios de la red de Museos Estatales y no se han concebido pensando en el público al uso de arte contemporáneo, que no es el que habitualmente visita estos museos».

Exposición de Rogelio López Cuenca sobre la figura de Picasso en el MNAR de Mérida. Foto: Europa Press

P. ¿Qué formatos le apetecía abordar y cómo los ha escogido para cada instalación?

R. Se ha buscado establecer diálogos –no exentos de fricciones– con los diferentes discursos museísticos de cada institución, con el papel de cada una en su contexto local y su significado en el imaginario colectivo.... poniéndolo en relación con la complejidad del fenómeno picassiano, que es extraordinariamente poliédrico y permite tejer vínculos y señalar paralelismos, semejanzas y oposiciones que pongan en crisis las convenciones en torno a lo que tenemos delante de los ojos, a los que representan esos museos y al propio mito del autor genial.



«Un aspecto crucial del proyecto es que en su mayoría no se trata de museos “de arte” tal y como lo entendemos en la actualidad (aunque algunos tengan salas que dedican a exposiciones temporales de arte contemporáneo, que, por cierto, no vamos a utilizar); son lo contrario de la página en blanco, no son los cubos blancos prototípicos del museo moderno, sino lugares muy cargados de fuertes referencias culturales y políticas».

P. ¿Qué significa exactamente la marca Picasso a día de hoy?

R. Picasso responde a la perfección al cliché más común de lo que hoy se considera un artista (de éxito, cabría precisar) desde la perspectiva del consumismo masivo. Fue muy popular desde los años 30 –en revistas ilustradas como Life o Time aparecía exhibiendo su vida privada de un modo hasta entonces reservado a las estrellas de Hollywood– pero para los 60 ya no era en absoluto un modelo para las generaciones más jóvenes, y a estas alturas hace tiempo que Picasso se estudia más en las escuelas de marketing que en las de arte.



«El título del proyecto alude precisamente a su carácter de marca seductora y a la lucha por el control de un signo que, aplicado a cualquier producto –un coche, un perfume, una ciudad–, aporta un capital simbólico capaz de multiplicar de modo exponencial su precio en el mercado: en Pi©a$$o™ resuena el eco de “Picasso t’aime” como el mito del Rey Midas en un sueño húmedo del Tío Gilito».

P. ¿Cree que esta marca puede peligrar debido al auge de la "cultura de la cancelación"?

R. El de la “cancelación” es el aspecto más visible­ –es decir, al que los medios prestan más atención y otorgan preferente visibilidad– de los embates que el monolitismo de la cultura patriarcal está siendo objeto por parte, principalmente, de los discursos críticos feministas y decoloniales. La idea reverencial de la excepcionalidad del genio individual al que se ha disculpar todo (a diferencia, no sé, de un albañil, o de un político o un empresario), es tan nuclear en el relato hegemónico de la visión oficial en torno al arte y la cultura que su impugnación pone en cuestión todo ese orden. Y aunque el sistema se muestre –o se finja– incólume a estas amenazas, su inquietud queda patente en el goteo de oportunistas gestos gatopardianos. Baste aquella declaración de Bernard Ruiz Picasso, nieto del artista: “Picasso fue un gran feminista”.

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P. ¿Cree que ha habido otra figura artística tan rentable como lo es Picasso? ¿Se podría comparar a la de Dalí en Cataluña?

R. Diría que no, que es un caso único, pero también que las diferencias entre, por ejemplo, Málaga y Picasso en comparación con Dalí y Figueres son básicamente de grado, que el modelo es el mismo. También hay ocasiones en que las circunstancias son más complejas, como sucede con García Lorca y Granada: no es lo mismo gestionar el capital simbólico de artistas que dejan el mundo como afamados multimillonarios que el de un escritor asesinado cuyo cuerpo sigue desaparecido. Y si las élites son además herederas ­–y no solo en términos simbólicos, sino material y políticamente– de sus asesinos… su “disneyficación” presenta más aristas, se atraganta.

P. Hace unos años, ya hablaba de esa picassización de Málaga como forma de sobreexplotación turística. ¿Cómo lo ve ahora? ¿Ha ido a más? ¿Se ha trasladado a toda España?

R. Málaga compite en una liga en la que rivaliza con ciudades igualmente aspirantes al título de “la más picassiana”, en pugna por ver cuál fue más trascendental en la construcción del mito. No solo son París o Barcelona o los distintos enclaves en la Provenza y la Costa Azul.Hay que destacar aquí el ardor con que A Coruña se ha incorporado a la lista de “santos lugares picassianos”. Hasta Madrid. Y Horta de Sant Joan y Gósol se reclaman también como destinos de peregrinación turística picassiana…. A este asunto se dedica especialmente la intervención en el Museo de Arte Romano de Mérida, que aborda el rol de la arqueología en la instrumentalización ideológica de determinados restos y rastros como legitimación de los procesos de “invención de la tradición”.

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P. ¿Considera que ahora se está apostando más por el arte como experiencia, como souvenir?

R. Tanto en lo que se refiere al turismo masivo como al consumo de arte no se pueden dejar de constatar las evidentes similitudes que se muestran en la deriva de ambos hacia la exaltación de la experiencia y lo emocional en detrimento de su materialidad. La apoteosis de su confluencia la constituirían, a hoy día, las llamadas exposiciones “inmersivas” –entre las cuales no podía faltar, este año, una específicamente dedicada a Picasso–. Y ya que has mencionado el “souvenir”, me parece que, en su banalidad, revela un sesgo verdaderamente inquietante de nuestra cultura: se trata de un documento que con frecuencia encarna el recuerdo de una experiencia que ni siquiera hemos tenido.

P.  ¿Cree que en el futuro habrá aún más confluencia entre la publicidad y arte?

R. ¿Más?... Ya no es que un campo imite, robe, se alimente del otro y sean cada vez más similares los lenguajes, las tecnologías que ambos utilizan, sino que las condiciones de su circulación y su consumo son las mismas. Y no se trata solamente del arte: la lógica de la publicidad hace tiempo que domina todo el campo de la comunicación. Las campañas electorales, por ejemplo, ¿cuánto hace que dejaron de ser una disputa entre programas y partidos y se convirtieron en una competición entre empresas de publicidad?

P. Este proyecto se enmarca dentro de la conmemoración oficial del 50 aniversario del fallecimiento de Pablo Picasso. ¿Cómo es hacer autocrítica del sistema artístico desde dentro?

R. La finalidad última de ese sistema, de ese organismo no es otra que la de perdurar, sobrevivir y, para ello, se ve obligado a ser flexible, a incorporar elementos y dinámicas cuyos objetivos no son precisamente los suyos. Además, las instituciones las encarnan individuos, personas que, como decía el poema de Brecht, “tienen un defecto: pueden pensar”. Esto es lo que permite que se abran fisuras, grietas que hacen posible en ocasiones desarrollar proyectos críticos en el interior de la institución. Aunque sea fugazmente.



«Este es un ejemplo de las posibilidades que ofrece la existencia de esos márgenes, de esas circunstancias temporales: Pi©a$$o™, un proyecto que sale adelante con la implicación de muy diversas instituciones e individuos, surgió de una propuesta de Lola Jiménez Blanco, durante el breve tiempo que fue directora general de Bellas Artes».