Escribe Eduardo Momeñe (Bilbao, 1952) que la fotografía es una extraña “lengua sin habla”, una nueva realidad que surge cuando “se escucha lo que se ve”. Su carrera ha recorrido los distintos caminos por los que transita el mundo visual, dedicándose a la fotografía, el cine y la teoría de la imagen. Muchos conocerán su manual de La visión fotográfica (2007) o quizá recuerden su programa de televisión de los años ochenta La puerta abierta, trece capítulos emitidos por ETB entre 1988 y 1990, donde salieron fotógrafos como Cindy Sherman o Joan Fontcuberta.

Eduardo Momeñe. Retratos y otras ficciones

Círculo de Bellas Artes. Madrid. Comisario: E. Momeñe. Hasta el 21 de enero

Sus primeros pasos fueron con una Nikkormat y un super-8. Con apenas veinte años asistió y documentó los Encuentros de Pamplona de 1972 (muchas de sus tomas se pudieron ver en la exposición que el Reina Sofía dedicó al festival en 2009). Su primera individual llegó dos años después, en la Galería Nikon de Barcelona, y ese mismo año Pablo Pérez Mínguez publicó su porfolio en la revista Nueva Lente, a la vanguardia en el momento. Después han sido muchas las exposiciones que se han ido sucediendo. De su participación en Imágenes de la movida, en la Galerie d’Art Moderne de París (1990) a su individual en el IVAM de Valencia (1999), la primera en un museo o, más recientemente, Las fotografías de de Burton Norton, en el Círculo de Bellas Artes en 2013 y en formato libro dos años más tarde.

Vuelve ahora al Círculo de Bellas Artes con Retratos y otras ficciones, un recorrido que pone el foco en las más de cuatro décadas de su trabajo en el estudio, ese al que más tiempo ha dedicado y en el que se siente más cómodo, y que deja fuera sus proyectos al aire libre. Crea en la Sala Goya una galería de retratos realizados entre 1978 y 2023, en los que el hilo conductor es el marcado posado. El ritual para hacer estas tomas ha sido siempre el mismo: sin prisa, sin música, en silencio, en el mismo espacio.

Huye Momeñe del documentalismo, atraído por lo que ocurre en los intersticios entre la realidad y la ficción

Y eso que entre los personajes que han posado para él hay muchas caras conocidas, de una jovencísima Emma Suárez en 1982 a Luis de Pablo (1981) y Carlos Saura (1988), o protagonistas de La Movida como Ouka Leele con El Hortelano (1984), sola como Bárbara Allende (2008), Ágatha Ruiz de la Prada con sus hermanas (1983) y Lola Moriarty y Borja Casani (1984), con quienes colaboró. No faltan los artistas visuales –Esther Ferrer (2008), Bill Viola (2011)...– y es curioso cómo llega hasta nuestros días haciendo un cambio de registro temático, que no visual, en el Retrato de Esther, enfermera en los primeros días de Covid (2020) o el del crítico del arte Juan Manuel Bonet (2023), que escribe uno de los textos del catálogo.

Hay también vídeos, o quizá deberíamos decir imágenes en movimiento, y muchos textos de pared que nos recuerdan la faceta teórica de Momeñe, que se ha dedicado también con intensidad a la enseñanza y a la investigación.

'Retrato de Margie Gillis', 1986

Sus equilibradas composiciones hacen pensar en el Renacimiento, aunque en su paleta conviva el color con un cuidado blanco y negro. La luz, los gestos y el espacio están muy pensados. Menciona siempre como referentes a Jan van Eyck y Rembrandt, y los pintores surrealistas sobrevuelan su obra. Pero en sus retratos el aspecto psicológico no es algo que prime, no hay en ellos una búsqueda del alma sino más bien cuerpos estáticos que le sirven de excusa para construir esas escenificaciones que tienen algo de teatral. Algunas de las fotografías producen extrañeza y basculan entre la realidad y la ficción. Ocurre en la serie inspirada en el libro del fotógrafo Albert Renger-Patzsch Die Welt ist schön (El mundo es bello, 1928), en el que retrata a varias mujeres de espaldas, mirando hacia una pared en la que está escrita esa frase en alemán. No es un homenaje a su autor, sino una reflexión sobre unas palabras que le inspiran.

Esta tipología, la de no mostrar el rostro de los representados, la repite en otras tomas como la Vista del Lago Como (1983), que da imagen a esta exposición, en la que una mujer sentada mira a través de una ventana-pantalla este paisaje. Se niega el rostro también en Vista de Roma (2020), Woman with a Camera (2018) Retrato de Margie Gillis (1986), en la que la coreógrafa aparece bailando enmascarada.

[Sebastião Salgado y la asfixiante belleza de la selva, en blanco y negro]

A Momeñe le interesan particularmente los intersticios entre la realidad y la ficción. Huye del documentalismo y se acomoda en una “realidad inventada” que reta, y mucho antes del debate surgido con la inteligencia artificial, esa afirmación de la fotografía como documento veraz. Las imágenes no mienten, pero tampoco dicen toda la verdad.