Para bien o para mal la celebración de los 50 años de la muerte de Pablo Ruiz Picasso (Málaga, 1881 – Mougins, 1973) ha dado mucho de sí. Han sido mucho más que doce meses. Arrancaba con bombo y platillo en septiembre de 2022, con los ministros de cultura de España (entonces Miquel Iceta) y Francia (Rima Abdul Malak) posando sonrientes con el gran telón de fondo del Guernica.
Entonces, por cierto, las fotografías no estaban todavía permitidas en esa sala -salvo en contadas excepciones como el sonado selfie de Mick Jagger-, y no ha sido hasta la llegada del nuevo director del Museo Reina Sofía, Manuel Segade, que ha colgado el cartel de 'Fotos, sí'.
La presentación de la programación arrancaba envuelta en polémica, ¿de verdad íbamos a celebrar con todos los honores a ese mujeriego? ¿Se puede separar al creador del hombre? ¿Debemos mirarle con ojos del siglo XXI o de su época?
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Algunas exposiciones han reflexionado, con más o menos acierto, sobre esta cuestión desde una perspectiva de género. Una de las más mediáticas ha sido sin duda la que ha co-comisariado la cómica australiana Hannah Gadsby en el Brooklyn Museum of Art, Es Pablo-matic, que mostraba una pequeñísima selección de obra de Picasso (ocho cuadros y varias piezas de obra gráfica) junto a obra de artistas como Ana Mendieta, las Guerrilla Girls o Kiki Smith.
Poca cosa. El crítico del New York Times Jason Farago escribía sobre ella que era “esencialmente un divertimento ligero que seguía a Nanette, un especial de Netflix de 2018”.
En España, Las mujeres que lloran están enfadadas de ORLAN se pudo ver por partida triple en ARCO, primero, y después, en la galería Rocío Santa Cruz de Barcelona y en el Círculo de Bellas Artes de Madrid dentro de PHotoEspaña. En esta nueva serie la artista francesa, famosa por intervenir con cirugía su propio cuerpo, hibridaba imágenes de retratos de mujeres de Picasso con fotografías de sus ojos y manos, reivindicando así el papel de las mujeres como algo más que simples musas.
Las mejores exposiciones
Ha habido también proyectos excelentes. Entre las diez mejores exposiciones del año para los críticos de El Cultural todavía se puede visitar en la Fundación Miró y el Museo Picasso de Barcelona Miró-Picasso. Reúne más de 300 obras en un cuidado recorrido que hila la amistad de los dos artistas y sus encuentros personales y artísticos.
Cuentan que Miró, doce años más joven que Picasso, le visitaría recién llegado a París para llevarle una ensaimada de parte de su madre y que, de esta manera tan pintoresca, comenzaría una relación de amistad, respeto y contaminación mutua. Juntos abrazaron el surrealismo y mostraron en su obra la preocupación ante los conflictos bélicos del momento.
Por su parte, la gran muestra del Museo Reina Sofía se detiene en los primeros años del artista. Picasso 1906. La gran transformación adelanta su llegada a la modernidad a ese año (en vez de 1907, cuando pinta Las Señoritas de Avignon). Se recrea en el género del desnudo (nada menos que 450 en un año), tanto de hombres como mujeres, algo que se ha intentado analizar desde una perspectiva homoerótica. Yo no lo creo.
En cuanto a propuestas originales, todavía se puede ver en La Casa Encendida Picasso: Sin Título (hasta el 7 de enero), que con un montaje absolutamente escenográfico se detiene en los títulos de sus obras. Parece que estos no los puso el malagueño, sino sus marchantes, y han invitado a 50 artistas contemporáneos -Muntadas y Esther Ferrer entre ellos- a retitularlos.
Su faceta escultórica la revisa con rigor la muestra del Museo Guggenheim Picasso escultor. Materia y cuerpo (hasta el 14 de enero) procedente del Museo Picasso de Málaga.
Este centro de arte, por cierto, ha vivido un año algo convulso, con su equipo en pie de guerra reclamando con lemas como "Museo de lujo, trabajadores de saldo" mejores condiciones laborales. Ha habido momentos de mucha tensión como la inauguración de El eco de Picasso, que peligró hasta el último momento.
Legado y carisma
En este año nos ha dejado, además, la pintora, crítica de arte y escritora Françoise Gillot, que abandonó a Picasso en 1953. Una década después escribió su Vida con Picasso en la que vertía una imagen del pintor insegura e irascible. Y, poco después, en agosto, fallecía el hijo de ambos, Claude, que fue el gran gestor del imperio Succession Picasso que ahora ha caído en manos de su hermana Paloma.
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A los dos podemos verlos en simpáticas fotografías de la muestra Edward Quinn: Picasso y los años dorados de la Costa Azul, en el Museo de Historias de Zaragoza, procedente del Centro Cultural La Malagueta. Dibujando con sus hijos, bañándose en la playa, haciendo carantoñas a su dálmata, al que llamó Perro, o tocando una trompeta, Picasso supo manejar su imagen pública a la perfección.
Alimentó esa aura de carisma desbordante. Fotógrafos como el mencionado Edward Quinn, Douglas Duncan o Richard Avendon se rindieron a sus pies y fue protagonista de portadas de prestigiosas revistas como Time, Life y The Sunday Times
Y es que ya lo decía el artista y Premio Nacional de Artes Plásticas Rogelio López Cuenca en una entrevista con El Cultural: "A Picasso se le estudia más en las escuelas de marketing que en las de arte". Crítico en su obra con la picassización de su ciudad, Málaga, ha llevado a cabo una serie de intervenciones en los museos estales agrupadas bajo el título de Pi©a$$o™, sobre la marca Picasso.
Pero para curiosidades la del Belén napolitano del Palacio Real, que este año incorpora cuadros de inspiración picassiana en el edificio que representa la Galería de las Colecciones Reales. Quién sabe, igual hasta podamos encontrarlo también como caganer. Prueben a buscarlo.