'El rostro ajeno I', 2022. Foto: Galería EtHall

'El rostro ajeno I', 2022. Foto: Galería EtHall

Arte

Sergio Prego, el artista que tensa los límites de la escultura

Vuelve el artista a exponer en una galería en Madrid con un repaso de lo que han dado de sí los últimos años.

10 febrero, 2024 03:15

Desde que cerró la galería Soledad Lorenzo hace doce años, Sergio Prego (San Sebastián, 1969) no había tenido una exposición individual en un espacio comercial en Madrid. En esta ocasión, han colaborado dos galerías: etHall, que lo representa en Barcelona, y The Goma, que ha cedido el antiguo local de Nogueras Blanchard al que pronto se trasladará.

El rostro ajeno

Galería Ethall y The Goma. Madrid. Hasta el 22 de marzo. De 1.600 a 35.000 €

Sin embargo, sí fue posible ver su trabajo en el CA2M de Móstoles en 2017. Allí presentó una serie de esculturas en las que jugaba con formas geométricas, las del tetraedro, que se plegaban y replegaban repetidamente. Dispuestas de un modo que podría pensarse aleatorio, modificaban la percepción que los espectadores tenían del lugar en el que se mostraban, eran una nueva forma de medir y entender el espacio que convocaba a los Bichos de la artista brasileña Lygia Clark.

¿Hasta dónde pueden dar de sí estas formas?, es una de las preguntas que podrían ocultar muchos de sus trabajos más recientes. Prego pone al límite la escultura o la idea que se tiene de escultura. Es muy claro en sus módulos neumáticos, los que también se vieron en el CA2M o, más cerca en el tiempo, los tetraedros, de nuevo, inflables del Museo de Bellas Artes de Bilbao. Llenaban las salas hasta rozar las paredes, dejando incluso su huella en el proceso de instalación, un montaje que tiene mucho de acción. Obliga a los visitantes a ejecutar una coreografía que les permita atravesarlas, evitándolas, agachándose, poniéndose de lado o dándose la vuelta.

Las fuentes de Prego adquieren cierta cualidad corporal, de boca que no bebe, sino que chorrea

Estas estructuras de aire fuerzan su relación con la arquitectura en un doble sentido: con la que las contiene y con la que convocan, esas construcciones de la arquitectura radical de los años sesenta que descubrió en el estudio de Vito Acconci en Nueva York, en el que trabajó durante una década. En su precariedad, rompen con la concepción tradicional de una escultura-masa.

Estas tensiones y esta precariedad se aprecian también en la fuente que ocupa el centro de la exposición en The Goma. Un tipo de obras que se vieron también en el pabellón de España en la Bienal de Venecia de 2019, que compartió con Itziar Okariz y comisarió Peio Aguirre, y que en la utilización de una tecnología sencilla, low tech, remite a sus vídeos de los años noventa y primeros dosmiles. En ella un cuadrado de lona se dobla para contener el agua. Lo lleva hasta el extremo, hasta que el agua se desborda y sale de su interior. Esa fuente adquiere cierta cualidad corporal, de boca que no bebe, sino que chorrea.

[David Bestué, modelar a fuego lento]

Ese cuerpo de la escultura-fuente se enfrenta a otros cuerpos en dos dimensiones: una serie de dibujos en los que Prego reproduce una imagen homoerótica de dos vaqueros semidesnudos creada por Jim French y de la que se apropiaron Malcolm McLaren y Vivienne Westwood para ilustrar algunas de las camisetas que vendían en su tienda Sex en el Londres punk.

En los dibujos, en los que domina la línea para generar siluetas, llenos y vacíos a partir de ese límite tan fino, los cowboys enfrentados parecen moverse mecánicamente para construir un relato ininteligible porque no se sabe si habla de eros o de violencia. Recuerdan a algunas figuras de neón de Bruce Nauman, un artista sobre el que Prego ha vuelto una y otra vez. Quizás también su autorretrato como fuente, tan famoso, se esconda detrás de esa boca que escupe.