José Val del Omar, el artista pionero e inventor que fusionó la técnica con la mística
El Centro de Creación Contemporánea de Andalucía de Córdoba presenta una importante exposición que se centra en el ingenio creativo de este original fotógrafo y cineasta.
1 mayo, 2024 01:52Aguaespejo granadino, la extraordinaria película que José Val del Omar filmó en 1952, termina con un fotograma en que leemos SINFÍN. Un hallazgo poético que deja abierto el significado de lo visto y da idea, también, de la actitud de su autor, tratando siempre de ir más lejos y hacia más alto.
Más lejos: conseguir con la imagen y el sonido efectos nunca logrados. Más alto: fusionar técnica y mística, dos esdrújulas que no es fácil encontrar en la misma frase. A falta de teólogos que se ocupen del último asunto, esta exposición se ocupa del primero.
Se han celebrado ya diversas muestras de la obra de José Val del Omar (Granada 1904 - Madrid 1982), la más ambiciosa en el Museo Reina Sofía en 2011, pero ninguna dedicada específicamente a los desarrollos técnicos que llevó a cabo. Toma como título el de un texto del propio autor: “Una técnica con T mayúscula”.
El mayúsculo ingenio creativo de José Val del Omar produjo
originalísimas aportaciones
Y es que el mayúsculo ingenio creativo de Val del Omar produjo originalísimas aportaciones. En lo que se refiere al cine, varias de ellas constituyeron auténticas novedades en la experiencia audiovisual (se adelantan a lo que en los cincuenta se empezaría a llamar expanded cinema).
Me refiero al “desbordamiento apanorámico de la imagen” –una segunda proyección que amplía la pantalla–, la visión táctil –pulsos de luz que imprimen relieve a la imagen– y el “sonido diafónico” –una especie de cubismo acústico, conseguido con la emisión superpuesta de bandas sonoras distintas–.
Uno de los atractivos de esta muestra es poder ver instalado con la proyección apanorámica original el Tríptico Elemental de España (al que pertenece Aguaespejo). Otro es ver reunida toda su filmografía: las dos películas rescatadas por la Filmoteca Nacional, realizadas para el Instituto de Cultura Hispánica en 1964: Luna de sangre y Festival en las entrañas. Pero también el metraje de Vibración de Granada (1934-35), Variaciones sobre una granada (1975) y Turistas resbalando (1975).
Desde el inicio de su carrera, en los años treinta, Val del Omar se interesó por la capacidad de la electroacústica para influir en las mentes de la audiencia. En 1937 el gobierno de la República le puso al frente del Servicio de Difusión de la Enseñanza por Medios Mecánicos, encargado de implementar la cinematografía, la fotografía y la radiodifusión con fines educativos.
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En 1949, en cambio, monta el Circuito Periofónico de Valencia, encargado de difundir diariamente varias horas de consignas religiosas, políticas y comerciales. Con su particular visión cristiana, ese mismo año comenzó a trabajar en su Auto Sacramental Invisible, un complejo texto emitido a través de una instalación de 14 altavoces y que hoy llamaríamos “arte sonoro”.
De todo ello hay documentación en esta muestra, que reúne hasta 200 piezas de muy diversa procedencia. Cuadros que aparecen en sus filmaciones, sus proyectores de cine intervenidos, cartas, listas de inventos, cartelería y documentación de sus películas y una selección de sus collages de los años sesenta y setenta.
Son muy interesantes, porque constituyen, más que una creación artística, una especie de mesa de trabajo donde se reúnen anotaciones, recortes de prensa e imágenes, que fraguarán luego en sus propuestas creativas.
Y es que, como le gustaba señalar, más que cineasta era cinemista, una palabra que fusiona cineasta con alquimista. Sin duda, la mejor plasmación de esa vocación de “creyente del cinema” es PLAT, su Laboratorio Picto-Lumínica-Audio-Táctil, del que se ofrecen algunas fotografías.
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Llama la atención que participara en iniciativas tanto de la República como del gobierno de Franco, algo que tal vez consiguió gracias a sus buenas relaciones con el ministro Fraga Iribarne, al que había conocido cuando visitó con las Misiones Pedagógicas el pueblo del político.
Su acendrado sentido religioso quizás jugó también un papel. Y sin duda, sus habilidades técnicas. Aunque desempeñó diversos puestos en la estructura de la cinematografía oficial, no logró el apoyo necesario para desarrollar sus inventos y, a pesar del reconocimiento obtenido en el Festival de Cannes en 1981 por Fuego en Castilla, cuando murió era un ilustre desconocido, autor de una obra que pocos supieron valorar.