El fotógrafo Elliott Erwitt, un "gran hijo de perra" en la Fundación Canal
Esta esperada exposición no acaba de hacer justicia al talento de este artista famoso por su sentido del humor, sus juegos visuales y su ojo para captar los cambios sociales.
4 junio, 2024 02:04Cuando su larga vida concluyó, en noviembre pasado, Elliott Erwitt (París, 1928 – Nueva York, 2023) dejó tras sí unas 600.000 fotografías perfectamente ordenadas y jerarquizadas.
Había ido ya identificando sus obras canónicas a través de exposiciones y libros pero revisar en detalle todo ese archivo fue su último gran empeño, del que nació el libro Found, Not Lost (2021), con 170 fotografías inéditas. Tenemos por tanto bastante claro cuáles de tantísimas imágenes eran para él las mejores. Y tenía muy buen ojo para examinar la propia obra.
Por eso no se entiende esta exposición, que tantos admiradores suyos esperábamos y que no acaba de hacer justicia a su indiscutible talento. La única muestra de calado que se le había hecho aquí, con 120 obras, tuvo lugar en 2002 en el Museo Reina Sofía, que contó con él en la selección y en el diseño del catálogo, considerado como libro de artista.
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En 2017 vimos sus fotografías de Cuba en el Jardín Botánico de Madrid y ahora, tras su muerte, tocaba una retrospectiva “definitiva” que permitiese a los jóvenes conocer las obras mayores de este fotógrafo que gracias a su finísimo sentido del humor, a sus juegos visuales, a su celebración del hallazgo efímero y a su aguda observación de los cambios sociales que vivió no ha hecho más que ganar aprecio entre profesionales y aficionados.
Erwitt se integró, muy joven, en la agencia Magnum, que llegó a presidir y que le ha representado siempre. Andrea Holzherr, directora de exposiciones de esa entidad, comisaría esta con dudoso tino. Son 135 obras, la gran mayoría de las cuales son copias de estudio —que él manejaba para componer proyectos—, con solo trece “impresiones maestras” —grandes y de máxima calidad— que destinaba a la exhibición en museos y galerías.
Es legítimo, aunque cuestionable, mostrar las primeras, que tendrían mayor interés si abundaran más las correcciones en lápiz rojo que vemos en tres o cuatro de ellas y que nos permiten entrever la exigencia formal del fotógrafo.
Pero no me parece aceptable la inconsistencia de la selección, que aunque incluye algunas de las imágenes más representativas de la “mirada Erwitt”, da entrada a muchas otras que lo mismo podrían ser suyas que de otros autores.
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La estructura de la exposición es muy genérica —tres secciones: personas, animales y formas—, cuando él demarcó ámbitos temáticos más precisos que ayudarían al espectador a entender sus intereses: las parejas, ciertas ciudades, las playas, las instantáneas “mágicas”, su trabajo comercial en color, los retratos de actores, los momentos decisivos de la política internacional…
De estos dos últimos capítulos no hay rastro aquí, ni de las payasadas fotográficas del alter ego de Erwitt, André S. Solidor (ASS= culo), o de su brillante recopilación Sequentially yours, que narra pequeñas historias en “viñetas”.
Vayan en todo caso a saludar a este gran “hijo de perra” (Son of Bitch, tituló uno de sus libros sobre perros humanizados) y siéntanse observados, como los visitantes de museos a los que espió en la que es para mí su mejor serie —no bien reflejada aquí, ¡ay!—, Museum Watching. Él sabe interpretar, con ojo incisivo pero amable, la tragicomedia humana.