El Museo del Prado es, sin duda, una de las pinacotecas más importantes del mundo. Su colección nos transporta a lugares y épocas que solo conocemos a través de la historia del arte. Sus directores son, también, figuras clave para situar estas instituciones en el panorama internacional y Fernando Checa (1996-2001), Miguel Zugaza (2002-2017) y Miguel Falomir (desde el 2017), los tres últimos en asumir su liderazgo, han transformado la institución en los últimos años.
Los tres han sido los protagonistas de El Prado del siglo XXI, un encuentro en el Auditorio del Museo Nacional del Prado con el que se ha cerrado el curso de verano organizado por la Fundación Amigos del Museo del Prado, en colaboración con la Universidad Complutense y gracias al patrocinio de la Fundación ACS.
Durante sus años en el cargo, cada uno de ellos ha contado con un programa personal que ha llevado al museo hacia su ampliación, modernización y equiparación con las instituciones museísticas más señeras del mundo. Por supuesto, la situación en la que se encontraba la pinacoteca cuando asumieron el cargo era muy diferente en cada caso.
Un museo en crisis
Cuando Fernando Checa, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, tomó las riendas a los 46 años “el Museo del Prado pasaba por una gran crisis y había una presión social que figuraba en la prensa diaria. Solo se publicaban noticias negativas sobre el museo”. No se refiere a un solo hecho sino a la suma de varias situaciones.
Por un lado, en 1981 el Guernica de Picasso había salido rumbo al Museo Reina Sofía y, por el otro, el Estado había adjudicado el Palacio de Villahermosa para la ampliación del Prado pero finalmente se destinó a otro proyecto artístico: la sede del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. “Esto dejó la idea de ampliación desarbolada”, recuerda Checa.
En 1985 el museo, “gracias a la labor de Alfonso Pérez Sánchez, se convierte en un organismo autónomo pero aquello se reveló como insuficiente”, aclara Checa. “Cuando el Patronato asumió un gran poder en 1993 su preocupación era la ampliación del museo y su control científico pero no el estatus mismo de la institución o su organización”. De modo que desde una perspectiva más académica, Checa asumió las riendas de una institución en crisis.
Bajo la batuta de Checa se llevaron a cabo las obras de remodelación integral de las cubiertas que terminaron en 1999 y, en 1997, se aprobó el Plan Museográfico a través del que se ordenaban las colecciones y se atribuían las funciones de cada edificio del museo.
“Durante el tiempo que duraron estas obras el museo no cerró sus salas”, recuerda Falomir, que se incorporó a la plantilla del museo en 1997. “teníamos que cambiar los cuadros de lugar cada poco tiempo pero nunca se dejaron de ver las piezas fundamentales. En la era preinformática en la que estábamos hacíamos un díptico cada fin de semana para que el público supiera donde estaban los cuadros”.
Este esfuerzo permitió abrir nuevas salas, como las dedicadas a la pintura internacional del siglo XVIII y Goya. Otras, como las de Velázquez y la pintura española del siglo XVII o Tiziano y la pintura veneciana, fueron rediseñadas por completo.
Durante estos años Checa consiguió que la plantilla de conservadores científicos y responsables de colecciones se ampliara. Para Miguel Zugaza, que aceptaría la misión años después, Checa “inseminó el museo de talento”. De esta manera, se pudieron acometer grandes restauraciones como la de El caballero de la mano en pecho, de El Greco; Las tres Gracias, de Rubens; El jardín de las delicias, de El Bosco; o La familia de Carlos IV, de Goya.
Además, con Checa en la dirección se aprobó el proyecto de ampliación del museo en torno al claustro de la iglesia de San Jerónimo el Real y su conexión con el edificio de Villanueva. No fue sencillo porque era propiedad de la Iglesia y esta “puso un pleito que impedía realizar el proyecto.
Finalmente se llegó a un acuerdo y se llevó a cabo la segunda fase del concurso”, recuerda Checa. El proyecto ganador fue el de Rafael Moneo, que se ha convertido en “uno de los ejes clave del museo”, según Zugaza.
Con todas estas novedades, los visitantes del Museo del Prado pudieron disfrutar de exposiciones como Velázquez, Rubens y Van Dyck. Pintores cortesanos del siglo XVII, con la que se celebró el centenario de la muerte de Velázquez, Goya. La imagen de la mujer o Los niños de Murillo.
La modernización
Cuando en el año 2001 Checa decide dimitir debido a sus desencuentros con el entonces Presidente del Patronato, Eduardo Serra, Miguel Zugaza estaba al frente del Museo de Bellas Artes de Bilbao. “Estoy de acuerdo con Estrella de Diego cuando dice que ante la responsabilidad de dirigir el museo hemos dado continuidad a los buenos proyectos que los directores anteriores han planteado”, sostiene quien estuvo al frente del Prado durante 15 años.
Zugaza siguió la senda modernizadora de Checa y, en este sentido, “nos preparamos para gestionar otra realidad social. El papel del Presidente del Patronato era importante porque marcaba una dirección”, apunta. En los años de Checa, el Patronato había decidido suprimir la subdirección del museo y Zugaza consiguió recuperar esa figura que, para él, resultó clave: “La labor de Gabriele Finaldi [actual director de la National Gallery de Londres] y la de Miguel Falomir fue muy importante”, asegura.
Entre los avances de la etapa de Zugaza, el Museo del Prado se convirtió en un organismo público con una gran autonomía administrativa y posibilidades de autogestión, se terminó la ampliación del museo, la reforma del Casón del Buen Retiro, donde se encuentran varios departamentos, y la ampliación del taller de restauración.
“Mientras se llevaba a cabo la ampliación, utilizamos un espacio de tanto valor como la galería central para hacer un programa expositivo que nos preparó para desarrollar grandes muestras”, afirma Zugaza. El espacio que se ganaba con ampliación sirvió para albergar exposiciones temporales mientras que la galería central fue destinada a la colección permanente.
Los hitos que se marcaron entonces fueron varios: se reformaron los accesos al museo, se añadieron audioguías y se amplió el horario consiguiendo aumentar considerablemente los visitantes, que pasaron de 1.7 millones de visitas en 2002 a más de 3 millones en 2016.
Entre las exposiciones más importantes que se realizaron encontramos las dedicadas a Vermeer, Tiziano, Manet, Tintoretto, Durero, Rembrandt, Sorolla, Ingres, Ribera, La Tour, Van der Weyden o el Bosco, que rozó los 600.000 visitantes. “Las exposiciones son un buen baremo para calibrar en lo que más ha cambiado el Museo del Prado, y ha adquirido una ambición intelectual que le homologa a los colegas europeos”, sostiene Falomir.
"En lugar de alabar el esfuerzo que estábamos haciendo nos quitaban financiación", dice Miguel Zugaza
Sin embargo, a Zugaza le tocó vivir la crisis del 2009, periodo en el que la subvención estatal se vio mermada. La cara positiva de esta etapa fue que el museo había logrado una autofinanciación cercana al 70 %.
“En lugar de alabar el esfuerzo que estábamos haciendo nos quitaban financiación. Falomir lo ha hecho bien porque no se puede retirar el apoyo público pensando que el museo se puede financiar solo. Eso nos llevaría a hacer cosas que no corresponden a una pinacoteca”, apunta Zugaza.
El arte contemporáneo
Un tema que cada cierto tiempo se vuelve a poner sobre la mesa es la relación del Museo del Prado con el arte contemporáneo. El final de la colección del Museo del Prado y el inicio de la del Museo Reina Sofía lo marca la fecha de nacimiento de Pablo Picasso, el 25 de octubre de 1881.
Miguel Zugaza era subdirector del Museo Reina Sofía cuando se aprobó la separación de las colecciones. “Era un niño pero le dije a Manuela Mena que aquello no tenía que significar una ruptura ni servir como enfrentamiento sino como colaboración”, recuerda.
Respecto a esta solución, Checa es claro: “es un decreto que está vigente y hay que cumplirlo pero no veo bien que la división sea la fecha de nacimiento de Picasso, habría que discutirla. Aquello pudo servir en su momento porque era necesario pero detrás de ello no hay un pensamiento histórico o historiográfico. Yo he visto la obra Lujo, calma y voluptuosidad, de Henri Matisse, como cuadro final del Museo d'Orsay y también como la primera obra del Pompidou. Las cosas cambian”, sentencia.
El Prado en redes
Con un manejo envidiable de las redes sociales, que les ha valido el premio The Webby Awards de la International Academy of Digital Arts & Sciences en la categoría de “Arte y Cultura”, y con unos ingresos propios que en 2023 superaron los 38 millones de euros (la venta de entradas es su principal fuente de ingresos), el Museo del Prado se ha convertido en una institución de referencia.
El contexto que vivió Fernando Checa nada tiene que ver con la actualidad que ahora vive el museo. Checa recuerda que todos los días bajaba a comprar la prensa para leer las noticias y con los periódicos en la mano llamaba al Presidente del Patronato para advertirle. “Desde entonces ha habido un gran cambio”, asegura.
Sin embargo, a su llegada Zugaza se dio cuenta de que “se hacían cosas interesantes de las que no se hablaban. La prensa se centraba en lo polémico hasta la caricatura así que uno de los grandes cambios llegó cuando se empezó a escribir sobre lo que hacía el museo”.
En este sentido, el Museo del Prado “se anticipó a la dimensión que iba a tener el ámbito digital en la comunicación actual. Cuando nos tocó quedarnos en casa creo que uno de los pocos museos que estaba preparado para mantener una relación online con los espectadores era el Prado”, afirma Zugaza. Fue una transformación digital “hecha con tiempo y rigor. Los museos ahora podemos comunicarnos diariamente con nuestra audiencia a través de nuestros propios canales”.
Directores que dejan huella
Cada uno de los directores que han pasado por el Museo del Prado han dejado su huella en forma de ampliaciones, modernizaciones, exposiciones y actividades. Para Checa, su mayor logro fue la reordenación de las colecciones del Prado y la colocación de Las Meninas. Zugaza, por su parte, se siente orgulloso del taller de restauración, donde se pueden ver las obras en su máxima fragilidad.
Por supuesto, fue difícil para Zugaza desligarse de la pinacoteca que lideró durante 15 años. “Cuando dejas la dirección te fijas en todo lo que le pasa al museo. Cuando después de la Covid-19 se reinstaló la colección me dije: Falomir ha tomado las riendas. Y me quedé tranquilo”.
En definitiva y como sostiene Andrés Úbeda, actual Director Adjunto de Conservación e Investigación, “son tres proyectos personales muy diferentes y la clave del éxito del Prado del siglo XXI ha sido que cada uno de ellos ha creado su proyecto sobre la base del anterior, no sobre su destrucción”.
Ahora, a Miguel Falomir le toca el reto de asumir la apertura del Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro. Con un valor de más de 29 millones de euros, el proyecto de Carlos Rubio y Norman Foster añadirá 5.700 metros cuadrados, de los que 2.600 serán expositivos, y albergará cerca de doscientas obras que la pinacoteca no puede exponer por falta de espacio.
La obra de rehabilitación y adecuación también desarrollará un programa específico de exposiciones temporales complementario al actual. Los detalles, según avanza Falomir, se darán a conocer a finales de año. “Mi objetivo es transmitir la idea de una institución en constante evolución, llena de vitalidad que nada tiene que ver con una reliquia del pasado”, concluye el actual director del Prado.