El mejor Jeff Wall: una exposición recupera la magia de la fotografía de uno de los grandes
Una retrospectiva en Barcelona nos devuelve a un genial constructor de imágenes concebidas para atrapar al espectador, que se mueve entre lo pictórico y lo fotográfico.
20 julio, 2024 01:56Cuando un artista como Jeff Wall (Vancouver, 1946), conocido principalmente por sus fotografías de gran tamaño sobre cajas de luz, decide iniciar el recorrido de una exposición con Diagonal Composition (1993) –una obra de su colección particular, de 40 x 46 cm, reproduciendo a escala 1/1 la esquina de un fregadero de su estudio–a continuación nos coloca Trap set (2021) –una impresión de chorro de tinta de 156,5 x 171 cm, que muestra una trampa para animales pequeños en una zona boscosa vista de cerca en tonos grises– y para seguir una cita de William Faulkner en la pared glosando la facultad del artista de retener para el futuro “el movimiento, que es vida”, se intuye que lo que viene a continuación no es una simple exposición, sino el relato de un constructor de imágenes concebidas para atrapar el pensamiento del espectador.
Titulada Cuentos posibles y comisariada por Jean François Chevrier –uno de los principales teóricos de la fotografía contemporánea y experto en la obra de Wall–, la muestra recorre la producción de este artista desvelando los temas que atraviesan su obra desde sus inicios en la década de los setenta.
Se trata de una producción poco prolífica – “solo doscientas imágenes” desde 1978, afirma Chevrier– no más de cuatro o cinco fotografías por año, en las que explora el repertorio iconográfico y los géneros de la tradición pictórica desde la óptica de lo cinematográfico y lo documental.
Un modo de trabajar que aplica el método pictórico en la composición, echa mano de la teatralidad, basa su escenificación en la dirección de actores y tiene en cuenta la tradición de lo performativo, permitiéndonos considerar el lenguaje de Wall como una de las vías posibles para cuestionar la fotografía creativa, la inmediatez del documental clásico e incluso el conceptualismo de los años sesenta.
Desplegadas en la totalidad de la planta noble de la Virreina, las cerca de 40 fotografías –muchas de ellas de su colección privada– que configuran esta exposición plantean un paseo por su trayectoria.
Su obra oscila entre el pictorialismo y el reportaje –entre la ficción y la realidad– e introduce al espectador a los temas que conforman una producción individualizada, es decir, no en series sino en imágenes únicas, como un pintor trabaja un cuadro.
Tras una primera y segunda sala trabajadas simétricamente, nos encontramos su obra Forest (2021) –una mujer abandonando una acampada improvisada en un bosque–, que marcará el tono de los siguientes tableaux fotográficos o “incidentes dramáticos” que vamos a experimentar en la parte de la exposición dedicada a las obras “históricas”.
Wall explora el repertorio iconográfico y los géneros de la pintura desde lo cinematográfico
En ella el espectador accede a su catálogo de artefactos a partir de motivos como la idea de movilidad en relación al paisaje urbano o en sus zonas limítrofes, explorada en obras como After “Landscape Manual” (1969/23) –una fotografía en blanco y negro de un coche típicamente americano, símbolo de la movilidad individual en Norteamérica y vehículo de visión cinemática del entorno urbano desde los años cuarenta del siglo pasado–
También Rear View, open-air theatre (2006) –representa la parte exterior de un teatro al aire libre, probablemente de Vancouver, su ciudad natal– o Siphonig fuel y Men move an engine block, ambas de 2008, enfatizando la importancia del objeto “coche” en la configuración de la temática urbana.
La relación de lo próximo y lo lejano a través de cuatro situaciones protagonizadas por víctimas de la violencia social en el espacio urbano es tratada de forma impactante en The Thinker (1986), Two eat from bag (2008), Approach (2014) y Listener (2015) por el modo en cómo la mirada del espectador se da de bruces contra los que sufren por culpa de un sistema descarnado.
La insondable capacidad de la imaginación y lo onírico para la escritura transversal de relatos visuales es representada con suma poesía en la sala donde se muestra Odradeck, Táboritska 8, Prague, 18 July 1994 (1994), esta última una obra surgida directamente de un relato de Kafka.
También se observa la transparencia y la limpieza asociadas a los trabajos de mantenimiento, tan necesarios, en espacios como el Pabellón Mies van der Rohe de Barcelona en Morning Cleaning (1999).
Y la invisibilidad, la ausencia y el secreto a través de imágenes tan elocuentemente silenciosas como Burrow (2004), Invisible Man (1999-2000), A woman with a covered tray (2003) o la magnífica Just Washed (1997) cerrando la primera parte de la exposición.
La segunda parte de la muestra reúne obras recientes en las que el artista, descartando la caja de luz y su apego hacia la imagen-objeto publicitaria, se consagra a la práctica de la representación retomando la tradición de las bellas artes.
Pese a este giro en su manera de trabajar, la exposición continúa trazando un recorrido siguiendo los hilos conceptuales que unen sus imágenes, al margen de cualquier cronología, como Boy falls from tree (2010) y A woman with a necklage (2021).
En Man at a mirror (2019) el espejo como soporte efímero de la visión dialoga con la espectacular pieza Insomnia (1994), que interpreta los efectos de luz y de sus texturas.
Para terminar, une la realidad y la ficción en una imagen tan potente como The Flooded Grave (1998-2000), una transparencia sobre caja de luz que transporta al espectador hacia otro posible y probable mundo más allá del que conocemos.
Pese a que el exceso de trabajo invertido en cada obra prive de espontaneidad a las imágenes y pueda generar un cierto aburrimiento, esta exposición es imposible que pase desapercibida para quien, como yo, se acerque a verla sin ninguna prisa, dispuesto a repetir si es necesario, adivinando hasta qué punto lo que ve solo está en sus imágenes o también en sus pensamientos, deseos y anhelos.