Desnudos, moda, tribus y famosos: Irving Penn, el fotógrafo de 'Vogue' que revolucionó el retrato
- La exposición de la Fundación Marta Ortega (MOP) en A Coruña, procedente del Met de Nueva York, nos descubre la fascinante figura de un fotógrafo esencial.
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Podemos entender lo fotográfico como mímesis; documento; indicio, vestigio o huella; como medio con capacidad simbólica de transformación de lo real a través de códigos (culturales, estéticos e ideológicos) con los que poder construir un relato. Asumiendo estas posibles lecturas, nos acercarnos a la fértil fotografía del estadounidense Irving Penn (1917-2009).
Desde que, en 1987, una exposición organizada por el MoMA (Nueva York) se presentase en la Fundación March (Madrid), no se había podido ver en España una exposición tan completa como Centennial (Fundación MOP, A Coruña). Se trata de una amplia retrospectiva, organizada por el Metropolitan Museum (Nueva York, 2017) junto a la Irving Penn Fundation, con motivo del centenario del nacimiento del fotógrafo, que terminará aquí su itinerancia tras pasar por París, Berlín, São Paulo y San Francisco.
Comisariada por Jeff L. Rosenheim, responsable del departamento de fotografía del museo neoyorquino, la exposición reúne 175 fotografías organizadas diacrónicamente siguiendo doce secciones temáticas, y ofrece la edición en español del cuidado catálogo publicado por The Met.
Accedemos a la exposición atravesando un espacio inmersivo multimedia sobre el universo de Irving Penn: un vídeo producido por la Fundación MOP que nos ofrece algunos de los anclajes para acercarnos a la vasta producción artística que aquí se revisa (1939-2007).
Una trayectoria prolífica e intensa que comienza tras estudiar dibujo, pintura y diseño gráfico en Pennsylvania Museum and School of Industrial Art, vinculándose con publicaciones de moda (desde 1943 con Vogue) y con la industria publicitaria (Clinique o L’Oreal) que alternará con otros trabajos más experimentales.
La exposición se abre con unas obras singulares en su producción, Fotografías a pie de calle (1939-45), puesto que Penn escogerá el estudio como el lugar donde sucede el acontecimiento fotográfico. Siguiendo sus palabras, un “limbo” donde sujeto y fotógrafo tienen la posibilidad de “estrechar el abismo” que los separa.
El género del retrato configura el corpus de su obra: Pequeños oficios (1950-51), que relacionamos con la fotografía de Eugène Atget; la fascinación por las comunidades indígenas (quechua, dahomey, engas o tuareg); los célebres personajes retratados en una esquina escenificada en su estudio, un elemento arquitectónico que generaba cierto extrañamiento (pensamos en los retratos de Elsa Schiaparelli o Truman Capote) o sus Cápsulas del tiempo (1967-2007).
Todas estas imágenes comparten un mismo fondo neutro (Dora Maar, Colette, Ingmar Bergman o Picasso) siguiendo parámetros del retrato pictórico. Usan un telón (que se puede ver en la exposición, desplegado tal y como se disponía en el estudio) apoyado sobre el suelo generando un espacio atemporal, con cierto componente insólito.
En ocasiones se aproxima al retratado, en otras nos desvela la tramoya para la construcción del espacio. Ese gesto de mostrar el fuera de campo nos lleva a pensar en el efecto de distaciamiento del teatro de Bertolt Brecht. Esa distancia emocional, esa extrañeza buscada que se produce al reconocer el sujeto representado al tiempo que encontramos algún elemento perturbador. Un contraste de texturas que nos distancia, a veces sofisticadamente, de la emoción de aquello que pudiese llegar a suceder.
Esta sensación de desvelamiento se fortalece en la sala dedicada a Worlds in the Small Room (1967-71) con la duplicidad de retratos (en color junto a su versión en blanco y negro), comprobando que, de los reportajes a color de la revista Vogue, algunos retratados se presentan bajo otra apariencia, como platinotipia: obras producidas por transferencia física entre el negativo y el papel con una técnica meticulosa, artesanal y experimental.
Los telones de fondo desaparecerán, se convertirán en páginas blancas donde poder componer con mayor rotundidad y cierta teatralidad: tanto en Vogue (1947-51), Flowers (1967-73) o Cigarretes (1972-75), serie con la que tendría su primera exposición individual (MoMA, 1975).
Como sugería Susan Sontag, “la visión fotográfica es más nítida con un material más insólito o trivial”, ya que por su trascendencia pueden ser “más aptos para revelar la capacidad de la cámara para ver”. Penn impulsa la fisicidad de estos desechos de una cultura inconsciente y consumista, de esos “objetos en estado de descomposición y mutilación” y aumenta su tamaño para convertirlos en rotundos memento mori.
Ese gesto de mostrar el fuera de campo nos lleva a pensar en el efecto de distanciamiento del teatro de Bertolt Brecht
Esta exposición nos detiene en el medio fotográfico de una forma muy intensa, observamos la impronta sofisticada y pulcra en la fotografía de moda creada por Penn; su ingente legado como retratista; la frontalidad y planitud de sus bodegones, que queremos comprender como collages; su aproximación fragmentaria a la desnudez y nos asombramos, junto a él, de las capacidades analógicas de los procesos de laboratorio.