Arquitectura

La construcción de España

Una exposición muestra la arquitectura española del siglo XX

9 mayo, 2001 02:00

Desde Gaudí a Moneo, la España del siglo XX a través de sus edificios. Eso es lo que muestra esta exposición que, hasta el 17 de junio, se puede ver en la sala de los Nuevos Ministerios de Madrid. Con planos, dibujos, fotografías y maquetas, repasa con detalle los símbolos vivos de nuestras ciudades.

Surgida a partir de la exposición en el Deutsches Architektur Museum de Frankfurt dentro de la Expo 2000 de Hannover y comisariada por Antonio González Capitel, tiene esta muestra cierto carácter catalogador de la historia de la arquitectura española, de instrumento documental ordenado cronológicamente que permite una mirada global a la evolución de ésta a lo largo del siglo XX. Se inicia el recorrido con el Modernismo como versión española, y sobre todo catalana, del cambio de siglo. Es el momento de Gaudí, Domènech y Jujol, una arquitectura reservada a ciertas clases sociales, excéntrica, muy particular en el gusto y autóctona, exportada en magníficos ejemplos fuera de Barcelona, como el Palacio de Longoria de Madrid, actual sede de la SGAE, construido en 1902 por José Grases Riera. En el primer cuarto de siglo, el historicismo imperante versionó con nostalgia las variantes locales de la arquitectura académica. Antonio Palacios, con el Círculo de Bellas Artes de Madrid y González álvarez-Osorio, con la Plaza de España de Sevilla, son algunos de los representantes de la época. En el segundo cuarto del XX se introduce la revolución de la arquitectura moderna, eso sí, con ejemplos aislados. Un período vacilante en el que brillan las aportaciones en técnicas de gran modernidad de Casto Fernández-Shaw, con la presa del Salto del Jándula en Andújar, y las del ingeniero Eduardo Torroja, con el demolido frontón Recoletos o el hipódromo de la Zarzuela. Esta primera arquitectura moderna, comprometida aún con el academicismo y mezclada con tendencias racionalistas o expresionistas, tuvo en Madrid su principal escenario con las obras de Gutiérrez Soto (Cine Barceló), el Campus de la Ciudad Universitaria de Madrid, de López Otero, el Edificio Capitol de Feduchi, y la primera obra de García-Mercadal, el Rincón de Goya, pieza clave en la introducción del racionalismo arquitectónico en nuestro país.

Tanto en Cataluña como en el resto de España se producía entonces el encuentro con las corrientes internacionales. El Club Náutico de San Sebastián, de Aizpurua-Labayén es la mejor referencia de las inquietudes de un selecto grupo de arquitectos co-fundadores del Gatepac. El edificio de viviendas en la calle Muntaner es el primer ejemplo en Cataluña de la importación racionalista, construido por Josep Lluís Sert a la vuelta de su estancia en París donde colaboró en el estudio de Le Corbusier. Otros edificios realizados por miembros del Gatepac (Sert/Subirana/Torres Clavé) constituirán en Barcelona la mejor herencia del racionalismo moderno. En Madrid, a partir de los años treinta, comenzó el desarrollo moderno con los Nuevos Ministerios de Zuazo como máximo exponente del neoclasicismo propio de la posguerra. Igualmente, el Ministerio del Aire de Gutiérrez Soto recoge la expresión del historicismo franquista de los cuarenta, siendo el edificio de Sindicatos de Cabrero el ejemplo más comprometido con la modernidad.

Los años cincuenta suponen una vuelta a la modernidad con una generación brillante que retomó el carácter aperturista. La basílica de Aránzazu de Oiza, las casas de Bonet Castellana y Coderch, las iglesias de Fisac, las escuelas de García de Paredes y el trabajo destacado de Alejandro de la Sota con el Gobierno Civil de Tarragona consolidan el patrimonio más rico e intenso de la mitad de siglo, que se mantuvo a lo largo de los sesenta y setenta con aportaciones de jóvenes arquitectos que, incorporándose a la escena en los setenta, consolidan el legado de la evolución a la modernidad que retomamos hoy. Cano Lasso construyó un impecable conjunto de viviendas y universidades laborales, Corrales y Molezúm el edificio Bankunión tras ganar un importante concurso que convocó a un nutrido grupo de arquitectos que conformarían la nueva imagen del Paseo de la Castellana de Madrid (el Banco de Bilbao de Oiza y el Bankinter de Moneo). García de Paredes construye a finales de los setenta el primer auditorio moderno en Granada y Ruiz Cabrero el nuevo Colegio de Arquitectos de Andalucía Occidental.

Es la década de los ochenta la que se manifiesta más activa de todo el siglo. Con una situación económica consolidada y con una tradición moderna de diversas tendencias que definieron el eclecticismo imperante, supuso la definitiva proyección internacional de nuestra arquitectura. El Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, de Rafael Moneo, fue el primer ejemplo que representaría una época de grandes obras públicas. El impulso catalán dirigido por Oriol Bohigas, proyectó la verdadera modernidad Catalana. Los trabajos de Garcés /Soria, Piñón /Viaplana, Amadó/Domènech/Puig, Bonell/Ríus, Martínez Lapeña/ Torres, Clotet/Tusquets y Bach/ Mora construyeron Cataluña con magníficos ejemplos de desarrollo urbano. Sevilla retoma el testigo con la construcción de la Expo 92. Vázquez Consuegra construye el Pabellón de la Navegación y Cruz/Ortiz la estación de Santa Justa. Calatrava irrumpe en escena construyendo el puente del Alamillo, provocación al conjunto de arquitecturas de la Expo que no pudo competir con la rotundidad formal de la estructura.
Tras la resaca olímpica, la arquitectura española se relaja, manteniendo la brillantez individual de algunas intervenciones. Navarro Baldeweg termina el Palacio de Congresos de Salamanca, Miralles realiza el cementerio de la Igualada y Campo Baeza el Centro de Innovación Tecnológica en Mallorca, y se acaban las obras de los edificios que cierran un activo siglo XX: el Guggenheim de Bilbao de Gehry y el Kursaal de Moneo. El País Vasco recibe las más singulares obras de este fin de siglo, que han acaparado los premios, las polémicas y han abierto los más profundos debates, dejando a las nuevas generaciones una amplia brecha y un mensaje entusiasta de lo que la arquitectura puede ofrecer.