Arquitectura

El cilindro mágico

Selgas y Cano firman el Palacio de Congresos de Badajoz

5 octubre, 2006 02:00

Exterior del nuevo auditorio de Badajoz

Han pasado ocho años desde que los arquitectos José Selgas y Lucía Cano ganaran por concurso el Palacio de Congresos y Auditorio de Badajoz. Ocho años para hacer realidad los espacios creados y hacer que se llenen de luz los dibujos sobre el papel. La Arquitectura es lenta, o al menos, tiene y precisa de un ritmo y velocidad distintos al de otras disciplinas. Ocho años. Esto, que es obvio, es fundamental que se entienda porque a veces se les llena la boca a algunos de crítica simple y fácil. Si tuvieran ustedes la oportunidad de ver los primeros dibujos de este edificio y compararlos con el resultado, se darán cuenta de que lo insinuado entonces se ha convertido en certeza ahora, que la pureza y sencillez de la geometría se ha mantenido, y que la obra construida es mejor que la obra en el papel. Y permítanme señalar que esto no siempre es así.

Situado en el Baluarte de San Roque, el Auditorio toma la huella de las antiguas plazas de toros que han existido en ese lugar, adoptando la geometría circular y hundiéndose en el terreno, mientras que las salas y dependencias del Palacio de Congresos "rellenan" los muros del antiguo bastión. Entre ambos, un único material, la luz: natural en el espacio exterior y artificial en los cerramientos luminosos del edificio gracias al empleo de unos cilindros de poliéster, un material que dependiendo de su sección puede ser muy transparente e incoloro o, al contrario, opaco y blanquecino. De este modo, como explican los arquitectos, resuelven la complejidad de introducir todo el programa "llenando" un vacío existente desde el siglo XVIII pero haciendo que éste continúe vacío: magia.

En el interior de los vestíbulos previos a la sala el color se suma al espectáculo de la luz. Aquí los techos se oscurecen en el espacio comprimido del acceso para recortarse después, debido a la geometría, en formas curvas de un rojo intenso que parecen flotar, como frágiles móviles de Calder, envueltos en la luz del perímetro; los suelos acabados en el mismo rojo se excavan e inclinan para facilitar el acceso al interior de la sala y tensan con la ayuda de los techos el espacio, siempre en presencia de la luz. Y así, el edificio se nos va desvelando a través de diferentes filtros hasta alcanzar la sala principal donde de nuevo es la luz la verdadera protagonista del espacio. Nos encontramos ante un ejemplo brillante de entendimiento del lugar, de coexistencia entre arquitecturas heredadas de otros tiempos y arquitectura contemporánea. Un ejemplo que demuestra cómo las ideas claras y sencillas, unidas al control y conocimiento de la construcción y los medios con los que hoy contamos, no sólo afirman lo soñado hace ocho años, sino que, como el buen vino, ganan con el tiempo: el cilindro mágico.