Image: Sanaa, teatro de lo invisible

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Arquitectura

Sanaa, teatro de lo invisible

4 diciembre, 2008 01:00

Instalación de Sanaa Estudio

Pabellón Mies Van der Rohe. Avda. Marqués de Comillas, s/n. Barcelona. Hasta el 18 de enero de 2009.

"La importancia de la Arquitectura no es otra que la del ambiente que crea. Un ambiente es conformador de conductas. No puede entrar un desaliñado en el Pabellón de Barcelona de Mies. Esto es importante. Es curioso que todos los arquitectos retratamos la Arquitectura vacía de personas, sabiendo que ha nacido para ser usada por personas y es que la Arquitectura es permanente, duradera; las personas cambian. La Arquitectura de Mies se retrató con Mies dentro y es porque Mies, su persona, su figura, fue tan correcta como su Arquitectura. Esto es con las personas, con las cosas es lo mismo. No se puede tener una casa llena de Arquitectura que no se ve, llena de cosas que se ven". Con estas palabras el arquitecto Alejandro de la Sota (1913-1996) define de manera clara y rotunda, el Pabellón Alemán de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929.

Para poder entender la instalación que el estudio de arquitectura japonés SANAA (Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa) ha realizado en el pabellón y que podrá visitarse hasta el 18 de enero de 2009, es fundamental conocer qué significa este edificio, y las palabras de Sota nos adelantan su significado.

El Pabellón de Barcelona es una representación teatral que condensa toda la arquitectura de Mies: es un escenario. Y como tal escenario se utiliza para ensayar todas las operaciones arquitectónicas que Mies realizará a lo largo de su vida con los muros, las columnas, los planos, los reflejos y la luz, eliminando toda referencia a lo vertical y buscando un espacio construido exclusivamente con planos horizontales, buscando el horizonte.

La propuesta de SANAA tiene en planta un trazo propio de Le Corbusier, similar a esos volúmenes que aparecen en el Palacio de Hilanderos de Ahmedabad o el Palacio del Gobernador de Chandigarh: un volumen curvo elipsoidal bailando entre la trama de pilares; una geometría que indica en uno de sus extremos el acceso y busca la continuidad con el muro de ónice existente en el otro. Y de este modo, como si trazáramos con un lápiz rápidamente un círculo sin cerrar rodeando una palabra que hacemos destacar así del texto, se intenta crear un recinto que señala el lugar donde, en la ceremonia de inauguración, se situó la sala del trono de Alfonso de Borbón y su esposa. Y así, para no distraer, se ha retirado la alfombra de lana negra que delimitaba ese espacio y se ha sustituido por dicho recinto. Pero la planta engaña: el trazo muestra una materialidad apenas existente.

En alzado la propuesta es el Mies más puro, más esencial: quiere ser invisible. Bien aprendida la lección, Sejima y Nishizawa construyen un muro vertical que introduce suaves reflejos, gracias a la curvatura y a su materialidad, que distorsionan levemente la visión a su través. La instalación apenas se ve, aparece inexistente. Tiene toda la sutileza, el mimo y la delicadeza que podemos encontrar en todas sus obras. Arquitectura que no se ve, llena de personas y cosas relacionadas en aquella ausencia, que diría de nuevo Sota.

Sejima y Nishizawa se sienten cómodos trabajando en una retícula ortogonal. Aceptan esta condición que suelen crear en todos sus proyectos, para introducir después elementos con ciertas transformaciones en la trama: descomposición estructural en multitud de delgadísimos soportes, volúmenes delimitados por curvas o dotando de nuevo a los cerramientos de capacidad portante, algo que el Movimiento Moderno separó de manera muy clara y que estos arquitectos no dudan en volver a unir. Utilizan la retícula existente del Pabellón como si ellos la hubieran creado, introducen un elemento curvo construido con un material acrílico que genera un espacio que quiere ser una veladura, una insinuación, una presencia ausente, cargada de valor y significado.