Viaje a ninguna parte
En cualquier lugar, en ningún lugar.
4 diciembre, 2008 01:00Francesco Jodice: What we want-Tokyo-T20, 2002
Citas literarias, películas, fotografías… con este material tan disperso, confrontándolo entre sí, se construye una trama. En efecto, En cualquier lugar, en ningún lugar propone un diálogo entre la literatura, el arte y el cine, con el que se va hilvanando un argumento en un inicio, unas etapas y un final. El dispositivo expositivo articula diferentes ámbitos donde se recrean una especie de microclimas con los diferentes lenguajes. En cada uno de estos núcleos se presentan una película, las diferentes fotografías y los vinilos con textos literarios. Además, en ellos se invita a la lectura y a la audición de citas. La continuidad entre los distintos ámbitos, el hilo argumental, constituye la aportación personal del comisario José Miguel G. Cortés.Existen muchas lecturas posibles. El comisario apunta, en el texto de presentación, a una intencionalidad política, que sin duda está presente en la muestra de una manera explícita. Entre otras interpretaciones, se podría aludir a las relaciones del poder con la arquitectura, que el mismo José Miguel G. Cortés ha estudiado -recordemos, por ejemplo, su libro Arquitecturas del espacio: arquitectura, género y control social-. Sin embargo, prefiero aproximarme a la exposición evitando una lectura ideológica para buscar otros valores menos evidentes. En este sentido, todos los filmes de la exposición aluden directa o indirectamente a la idea de viaje, que es lo que constituye el argumento al que aludíamos antes, aquello que aglutina los fragmentos de la muestra. Un viaje, sin embargo, impregnado de un sentimiento desesperado, contaminado por una náusea existencial… El primer filme que aparece proyectado en el itinerario, París-Texas, de Wim Wenders, es una película en la que el viaje se presenta como un autodescubrimento, como una recuperación de una memoria y una identidad. Reclama, de algún modo, la idea del viaje iniciático, tras el cual se produce una transformación o una ganancia. La exposición se cierra con D'Est, de Chantal Akerman, que plantea crudamente la desilusión de los inmigrantes tras su llegada a la tierra prometida. El viaje es un viaje a ningún lugar… éste es el mensaje que sobrevuela la exposición. Significativamente, al final de su recorrido, el espectador vuelve al punto en que iniciaba su itinerario: es el viaje en forma de círculo, donde no hay movimiento alguno.
Las fotografías de Candida Hüfer, Bernd y Hilla Becher, Edward Ruscha, Philip-Lorca di Corcia, Alberto García Alix, Francesco Jodice y Sophie Calle nos transmiten -aunque desde diferentes sensibilidades- un sentimiento de malestar y de deshumanización, especialmente cuando se leen en relación unas con otras y en conexión con los filmes. Esta negatividad se expresa, sobre todo, en la misma forma de disponer y de relacionar las piezas, que genera una narrativa basada en el fragmento. El fragmento -y el juego de las asociaciones- es una manera de contar las cosas: es la forma de explicarse de la poesía, frente a la linealidad de la prosa. Aquí representa la incapacidad de narrar una historia, porque se ha perdido una idea de unidad y de sistema y porque ya no es posible explicar el mundo como se hacía antes. José Miguel G. Cortés cose fragmentos como si se tratara de un puzzle, fragmentos que son las ruinas de un antiguo espacio cultural.
Intuyo que en este viaje a partir de fragmentos hay algo de autobiográfico, aunque no tan subjetivo como pudiera pensarse en un primer momento. Algunas de las referencias son de un periodo muy determinado y acaso se puedan interpretar como una trayectoria intelectual, la de José Miguel G. Cortés (1955), pero con él la de toda una generación que se enfrentó a la caída de las ideologías y no renunció a un compromiso político.