Image: El círculo mágico

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Arquitectura

El círculo mágico

José María Sánchez debuta con un centro deportivo en Cáceres

15 enero, 2010 01:00

Centro deportivo en el Embalse Gabriel y Galán (Cáceres)


Estoy seguro que 2009 ha sido el mejor año hasta ahora en la vida y carrera de José María Sánchez García. Mientras se produce la parálisis urbanística y financiera de la sociedad, este joven arquitecto nacido en Don Benito, Badajoz, hace 35 años, tiene en proceso un puñado de obras de gran calidad, todas ellas localizadas en Extremadura. El pasado mes de septiembre inauguró el Centro de tecnificación de actividades físico-deportivas en el embalse Gabriel y Galán, situado en el Guijo de Granadilla (Cáceres), promovido y gestionado por la Consejería de los Jóvenes y del Deporte de la Junta de Extremadura. Por esta obra ha recibido importantes galardones, como el Enor para arquitectos menores de 40 y el recién creado NAPISA al primer proyecto industrial o el Arquitectural Review 2009, éste último uno de los premios internacionales más prestigiosos.

Como antecedente a tan brillante comienzo, José María Sánchez cuenta con una formación completa en el ámbito académico al recibir la beca de la Real Academia Española en Roma, convertida en la cantera de la arquitectura española desde hace muchos años. Sus próximos proyectos se agrupan en tierras extremeñas llevando a su idea de arquitectura hacia intervenciones en paisajes tanto urbanos como naturales de gran intensidad. Son oportunidades difíciles en las que se requieren propuestas y soluciones audaces y responsables.

Un anillo en un embalse
Este Centro de tecnificación de actividades físico-deportivas acoge, bajo este complicado nombre, unas instalaciones para la investigación y formación de profesionales de deportes relacionados con la naturaleza. Para ello, se ha elegido un lugar extraordinario, una península casi virgen en este embalse extremeño que requiere una arquitectura que resalte su condición casi insular, única y de gran belleza paisajística. En este edificio en forma de anillo (con 200 metros de diámetro y 7 de ancho) el arquitecto reniega de la idea de construir una volumetría para implantar una figura que reaccione con el entorno. La operación de envolver con un círculo de esas dimensiones un fragmento de paisaje, delimita el entorno que se diluye entre el arbolado y las variaciones de nivel topográfico, y abraza suavemente todo el paisaje. "Esta forma geométrica perfecta preserva en el interior todo el paisaje a conservar de la península; es un círculo mágico que en el exterior dispone de toda la acción, las actividades y el movimiento, y en el interior cuenta con el descanso, la observación y la reflexión". El anillo evita barreras visuales y potencia la continuidad de las condiciones medioambientales en equilibrio con la naturaleza. Una intervención paisajística de gran contundencia y sutileza.

La ejecución de la obra se completó en seis meses, siendo el sistema prefabricado de la estructura la garantía de mínima agresión al terreno y arbolado e integrándose así la nueva arquitectura en escala, procedimiento y materialidad. Aunque lejos de una operación mimética, este proyecto es una radical implantación de una figura que se acomoda con rigor al terreno.