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Arquitectura

Coeficiente de rozamiento

Lo mejor de 2015: Arquitectura

24 diciembre, 2015 01:00
Enrique Encabo Inmaculada Maluenda

Edificio de la Fundación Prada de Milán de Rem Koolhaas con OMA, 2015

Especial: Lo mejor del año

No estamos solos. La arquitectura, al menos, no lo está. Tan interesante como el resultado suele ser lo que ocurre entre lo construido y su público; consensos o conflictos que disuelven, particularmente en este 2015, cualquier pulsión autista.

Hemos asistido perplejos a las fricciones entre los deberes representativos de la disciplina y una economía en staccato. En Japón, el estadio olímpico diseñado por Zaha Hadid Architects fue desestimado públicamente por su primer ministro, Shinzo Abe, a tan solo cinco años de los Juegos. Motivos aparentes: el presupuesto y una fuerte contestación social. Kengo Kuma y Toyo Ito, luminarias locales, ya han hecho públicas dos nuevas propuestas, tan obedientes como anodinas. Quizá Abe solo pretendía evitar una batalla campal como la que tuvo lugar el pasado marzo en pleno corazón de Europa: en Fráncfort, la nueva sede del Banco Central Europeo, obra del despacho vienés Coop Himmelb(l)au, se inauguró entre murmullos de sobrecostes y protestas populares. Meses después, y desde esos mismos despachos, Mario Draghi incendiaría la economía griega. Esa presión ascendente, del público a su representante, en ocasiones se invierte y permite un fenómeno inaudito: quejas que vienen desde arriba. Mientras que Jean Nouvel repudió desde las páginas de Le Monde la atropellada obertura de su Filarmónica de París, David Chipperfield manifestaba su descontento por el deficiente estreno de su Museo della Culture en Milán.

SelgasCano y Andrés Jaque refrendan la proyección global española con la realización de pabellones de primer orden

La ciudad lombarda -escenario, asimismo, de una olvidable Exposición Universal 2015, pabellón de España incluido- ha acogido la puesta en marcha de la Fundación Prada a cargo de OMA, la oficina del holandés Rem Koolhaas: la rehabilitación de este complejo fabril orilla cualquier tentación nostálgica para proponer una escena de rutilantes fetiches reflectantes y dorados. En comparación, la tenue piel de policarbonato del Garage Museum en el moscovita Parque Gorki -el otro contenedor cultural privado, entregado por Koolhaas este curso- resulta de una tibieza decepcionante. Son, en todo caso, estadios vitales intermedios, menos definitivos que la recuperación -¿embalsamamiento?- de la biblioteca de Alvar Aalto en Víborg (Rusia) tras décadas de deterioro.

A su vez, la arquitectura española refrendó su proyección global, notoriedad sostenida a lo largo de estos doce meses. Dos estudios nacionales, SelgasCano y Andrés Jaque, realizaron pabellones para dos organismos culturales de primer orden: la Serpentine Gallery, en Londres, y la PS1, en Nueva York, respectivamente. Los Mies van der Rohe tuvieron como ganadores a dos despachos barceloneses: Barozzi Veiga, por su Filarmónica de Szczezin (Polonia) -un galardón proclive a museos y auditorios- y Arquitectura-G, como equipo emergente. El Premio Nacional fue para Juan Navarro Baldeweg y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes para Ángela García de Paredes e Ignacio G. Pedrosa. El Turner, audaz, fue para Assemble, un colectivo de arquitectura y el Pritzker, por su parte, prolongó su oscilante senda con el reconocimiento al fallecido -en el ínterin de recogerlo- Frei Otto. Su obituario se suma al de Michel Graves, adalid del posmodernismo, Pancho Guedes, un portugués que dejó sus mejores obras en Mozambique, y el del granadino Antonio Jiménez Torrecillas. Y hubo que llorar, también, a un edificio milenario: el templo de Baal en Palmira (Siria), ejecutado a manos de ISIS, una pérdida colosal.