Image: Lo que va del cuerpo a la casa de hojas

Image: Lo que va del cuerpo a la casa de hojas

Arquitectura

Lo que va del cuerpo a la casa de hojas

15 diciembre, 2017 01:00
Enrique Encabo Inmaculada Maluenda

Vista interior del edificio. Foto: Imagen Subliminal (Miguel de Guzmán + Rocío Romero)

La nueva biblioteca municipal de Baiona, obra del estudio madrileño Murado y Elvira, interviene en el patrimonio histórico a partir de un explícito juego construido entre pasado y presente. Se inaugurará a principios de 2018.

Empezaríamos por considerar cómo son las cosas que entran en contacto con nuestro cuerpo. Piensen en su aspecto o en su tacto pero, sobre todo, en lo que tienen en común: nos conciernen. Sabemos leer la hechura de la ropa o la comodidad de una silla a partir de pensarnos en ellas; se trata de una imaginación solipsista. ¿Y la arquitectura? Podemos decir que se hace efectiva cuando somos capaces de colocarnos mentalmente en los espacios. Al avance gráfico que facilita ese proceso lo llamamos -saludos a Freud- "proyecto". La nueva biblioteca municipal de Baiona (Pontevedra), obra del estudio formado por Clara Murado y Juan Elvira (Lugo y Badajoz, 1970), subraya estas cuestiones, al tiempo que sugiere una personal interpretación de las coincidencias entre lo impreso y lo construido. Si a lo que hay en el libro lo llamamos información, y solo cuando se orea puede transformarse en cultura, quizá el hecho arquitectónico sea únicamente posible cuando las obras experimentan cierta catálisis visual.

Fruto de un concurso del año 2010, la biblioteca remoza un pequeño recinto hospitalario de principios del siglo XVIII próximo a la iglesia (antigua colegiata) de Santa María de Baiona. La edificación, de dos alturas y encastrada en el desnivel, se dispone junto a un jardín y se organiza en torno a un patio, alrededor del que orbitan las habitaciones. En planta baja, por donde se efectúa el acceso, se sitúan los usos complementarios, como la sala infantil o el archivo histórico de Baiona; arriba, el programa es más sencillo: la lectura y sus variantes tecnológicas. El proyecto de Murado y Elvira es un interior porque no puede ser otra cosa; la construcción tradicional está protegida, por lo que la novedad solo es apreciable en pequeños detalles, como las carpinterías que asoman por sus huecos recercados en granito. Quizá por esa restricción, los arquitectos han emprendido una separación material entre la envolvente histórica y la nueva sala de lectura: una "casa dentro de una casa". La idea de incluir la confección de una obra como cuerpo de otra mayor tiene una amplia genealogía, de Cervantes a Sherezade, pasando por el Sochantre. Este nudo metalingüístico posee su propia vertiente física, en la que las intermitencias entre dentro y fuera -del edificio, del relato- desempeñan un papel esencial; quien las experimenta es artífice, a su vez, del juego de tiempos. En la biblioteca de Baiona, el ámbito de la sala de lectura queda delimitado por una superficie facetada de madera de arce en la que se recortan lucernarios, gabinetes y estanterías. Esos intersticios se hacen presentes y desvelan el mecanismo que hace habitable la vieja estructura; nos hacen verlo, por así decirlo, con los ojos del arquitecto.

Debido a su escala y proximidad táctil, el proyecto opera en un territorio ambiguo entre la arquitectura y el objeto; es apreciable el cuidado en la definición de los paramentos en los que, de forma localizada, brotan guiños gráficos: desde unas cruces en la pared de la sala infantil a los historiados perfiles de las perforaciones, de una nitidez casi pop. Acercar algo al cuerpo es hacerlo propio, y el ornamento, aunque sea digital, una prolongación de la mano, un indicio de erotismo, que diría Adolf Loos. ¿Qué hubiera pensado, en su rechazo por las artes aplicadas, sobre la levedad de nuestras superficies o la perfección mecánica de nuestras caligrafías? "Necesitamos una cultura de carpinteros", afirmaba el austríaco, quien se enfurecía con las horas de trabajo necesarias para conformar un adorno. Sin embargo, esa distinción entre artesanía e industria se ha convertido, hoy en día, en un territorio ambiguo. En Baiona, las trazas se trasladan, sin mediación, del papel a la madera, del dibujo a su expresión construida. Si no eróticas, resultan indudablemente afectivas; se vinculan de manera precisa con la querencia gráfica de los autores, para conformar así un espacio perfectamente controlado: una habitación propia que, de este punto en adelante, será cortazariana casa tomada.