Las ciudades son la mayor creación del ser humano. El lienzo en blanco en el que hemos proyectado nuestros sueños, miedos y esperanzas. Contienen nuestros aciertos y errores como sociedades. La celebración del Día Mundial de las Ciudades marcado por la ONU es un motivo más para reflexionar sobre las oportunidades que se nos presentan sobre movilidad, vivienda, densidad, desigualdad, recursos, accesibilidad, descarbonización y demografía, por mencionar sólo la punta del iceberg de los temas que afectan a las urbes. Coherencia y visión a largo plazo serán necesarias para reconfigurar con éxito nuestras ciudades.

Esta década de los años 20 que ya ha comenzado va a ser la más apasionante y trepidante porque vamos a vivir intensa y exponencialmente en diez años el equivalente a los cien últimos.

Existen cinco temas que van a propiciar esta aceleración.  Son “aceleradores” que van a impactar profundamente en el diseño urbano, residencial, comercial, educacional, de oficinas y de grandes infraestructuras. En definitiva, en la transformación de las ciudades.

El primer acelerador es la pandemia del coronavirus que ya está generando cambios en nuestras sociedades, ciudades, vidas y hábitos diarios. La arquitectura debe adaptar sus respuestas a esas transformaciones para mantenerse siempre en continuo avance.

El segundo es el medioambiente. Su importancia es tal que se ha convertido en el tema central del Día Mundial de las Ciudades de este año, en el que la ONU ha querido subrayar la necesidad de la “resiliencia climática”. En un mundo que se calienta, en el que tendremos recurrentes sequías, olas de calor y más de 130 ciudades portuarias con millones de habitantes afectados por las inundaciones costeras es prioritaria la inversión en medidas de resiliencia de los sistemas urbanos.

El tercero es la digitalización, la inteligencia artificial y el big data que van a transformar y acelerar nuestras sociedades.

En cuarto lugar están los recursos financieros. Jamás en el mundo había habido tanto dinero ni se había invertido de manera global y transversal sobre todos los sectores como se está haciendo ahora.

Y finalmente, como quinto agente de aceleración está la revolución social, fundamentada en una mayor socialización, en más acceso a recursos y derechos para la población.

Luis Vidal en su estudio. Foto: Marta Cumellas

Todo esto va a influir directamente en la arquitectura, que va a reflejar estas cinco grandes realidades en dos líneas de actuación muy claras.

La primera es la relacionada con la rehabilitación y transformación: Se van a rehabilitar y transformar muchos espacios y edificios para adaptarlos a la realidad poscoronavirus, para ser más sostenibles y medioambientalmente responsables y para incorporar las nuevas tecnologías, digitalización y big data. La arquitectura es capaz de crear espacios tecnológicos y a la vez humanizados, donde todos estos avances estén al servicio del usuario, y no al revés. 

La segunda línea de actuación es la edificación nueva, que va a ir un paso más allá en sostenibilidad. De hecho, ya estamos asistiendo a la construcción de edificios de emisiones 0 y con una capacidad de generar energía tal que no sólo los hace autosuficientes, sino que los convierte en “potenciales donantes” o “exportadores” energéticos.

Y el denominador común tanto de los edificios rehabilitados como de los de nueva planta será la flexibilidad y el hecho de que, en la actualidad, existen los recursos necesarios para acometer todas estas transformaciones y obras nuevas.

No olvidemos que la finalidad de la arquitectura es mejorar la calidad de vida de las personas, y en esta década se nos presenta la oportunidad de mejorar sustancialmente la forma en la que la sociedad habita, ocupa y utiliza el planeta.

Si somos capaces de llevar a cabo esa responsabilidad con calidad, nos espera un futuro mejor, más brillante y humanizado, en el que hayamos dado respuesta a los acuciantes problemas del presente.

@luisvidalArch