¿Qué ilusión le puede hacer a un arquitecto ganador del Pritzker (el consabido “Nobel de la Arquitectura”) cualquier otra distinción que llegue después? En el caso del portugués Eduardo Souto de Moura (Oporto, 1952), toda. Este viernes recibió la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes, que él considera "su casa" en Madrid. "Cuando estoy en Madrid como allí, visito su librería, sus exposiciones, quedo allí con mis amigos, y además soy muy amigo de su presidente, Juan Miguel Hernández", explica el arquitecto a El Cultural un día antes de la imposición de la medalla.
Por tanto, este reconocimiento tiene un “componente afectivo”. Pero, además, “los premios son muy importantes porque yo he luchado mucho por imponer mis ideas a mis clientes. A veces están en contra, y cuando te dan un premio, dices ¿ves como tenía razón?”, bromea (pero no demasiado) el también galardonado con el León de Oro de la Bienal de Venecia, entre otras muchas distinciones.
Entre los edificios más conocidos de Souto de Moura figuran el Estadio Municipal de Braga, encastrado magistralmente en una cantera; la Casa das Histórias Paula Rego en Cascais; el centro centro de conferencias de Brujas, la estación Casa do Música del Metro de Oporto o la reforma del convento de las Bernardas en Tavira.
Entre sus grandes influencias se encuentran su compatriota Álvaro Siza, con quien comenzó a trabajar en los años setenta hasta que fundó su propio estudio en Oporto. De Siza lo que más admira es "cómo trabajaba, día y noche, su ética, cómo inventaba los medios para alcanzar el fin".
Su otro gran referente es Mies van der Rohe, uno de los grandes pioneros de la arquitectura moderna cuyo nombre llevan hoy los premios de arquitectura de la Unión Europea (en la edición de este año, por cierto, parte España con ventaja con 29 candidaturas). "Después de la Revolución [de los Claveles, 1974], me fijé mucho en Mies van der Rohe por su construcción simple, tecnicista, muy operativa. Era un momento de auge del movimiento posmodernista en todo el mundo. Nosotros habíamos salido de 48 años de fascismo, con una arquitectura fea, pesada, neoclásica, pretenciosa, con columnas y frontones (pequeños porque no había mucho dinero en Portugal), y entonces aparece el posmodernismo. Yo me negué a ser posmodernista porque habíamos tenido 40 años de ese tipo de arquitectura", explica Souto de Moura.
Pregunta. Al explicar por qué le concede su Medalla de Oro, el Círculo de Bellas Artes elogia su capacidad para “fusionar la tradición arquitectónica con la innovación contemporánea”. ¿Se reconoce en esta definición?
Respuesta. Sí, porque las rupturas en arquitectura son muy lentas. No es fácil dormir en la vanguardia. Si un cuadro vanguardista no te gusta, le das la vuelta; si no te gusta un poema vanguardista, lo rompes y lo tiras. Pero con la arquitectura no puedes hacer eso: hay que comer, dormir y hacer el amor en ella. Por eso hay que hacer una adecuación de la vanguardia a la vida real. Y otra cosa: es un arte que necesita mucho dinero para existir, de modo que los arquitectos no somos libres como el pintor o el escritor, porque tenemos clientes.
P. ¿Qué otros principios han guiado su identidad como arquitecto?
R. En el inicio quería hacer una arquitectura simple, esencial. Porque cuando empecé a estudiar arquitectura, con el posmodernismo había mucha confusión, mucha complejidad… No tengo nada en contra de lo complejo, muchas cosas lo son, pero lo que no hay que hacer es inventar complejidad donde no la hay. Si uno puede hacer algo recto, ¿por qué hacerlo torcido? La arquitectura posmodernista era como el barroco pero sin papa.
»A mí me gusta conectar la arquitectura con una cierta verdad, porque la arquitectura miente siempre. Está obligada a hacerlo, porque, si no, es fea. También me gusta conectar con el material, y adecuar el sistema constructivo a ese material. También tuve la visión (imposible) de hacer una arquitectura anónima, pero esto no puede ser, porque en el momento en que firmas el proyecto, ya no es anónima. Pero la historia de la arquitectura no es la de los grandes arquitectos, sino la de la arquitectura popular.
P. ¿Qué tipo de edificios le hacen disfrutar más como arquitecto: viviendas, museos, estadios, estaciones…?
R. Lo que más me gusta hacer son casas, porque es una escala que puedo dominar y es interesante trabajar con el cliente, no es una operación intelectual abstracta, aislada de la realidad. El cliente tiene su idea y si algo no le gusta hay que encontrar motivos para justificar el proyecto. Es algo pesado, se gana poco dinero y da mucho trabajo, pero es un ejercicio lingüístico e intelectual interesante. Lenguaje, material y sistema constructivo son los tres puntos del triángulo, y entre ellos debe haber coherencia.
P. Imagine que le obligan a elegir entre línea recta y línea curva para el resto de su vida como arquitecto. ¿Cuál elegiría y por qué?
R. Es fácil: la línea recta. No quiere decir que no puedas hacer curvas, pero por motivos especiales. Porque la naturaleza está hecha de curvas y el arte es algo que se opone a la naturaleza. La arquitectura es una corrección de la naturaleza. Tenemos que afrontar la realidad de la naturaleza y contraponer algo artificial. Si hacemos curvas contra curvas, es extraño.
P. Entonces Gaudí no le interesará mucho.
R. No. Lo admiro, pero me cansa. Me cansa porque imagina las noches que no durmió para hacer cosas tan complicadas y que unas veces son bonitas y otras no lo son. Me gusta, pero no es un tipo de arquitectura que me interese mucho.
P. ¿Y un material principal?
R. La piedra, aunque es muy cara. Me pregunto por qué no se ha explorado la manera de cortar la piedra con forma de ladrillos. Se podrían hacer ladrillos de piedra cortados como mantequilla con láser. Nunca se exploró esto. La piedra tiene una cualidad que es resistente, sirve de estructura, de refugio contra el viento, la lluvia la temperatura, y es bonito porque tiene colores y cambia. Es un animal, en invierno es más verde, después seca y es más amarillo, refleja la lluvia. Esto hace que comprende todo lo que la arquitectura debe ser. Hoy es imposible porque se ha puesto muy cara. Ahora se hace piedra uniendo láminas de dos milímetros, como la madera. Tiene peor calidad, lo miras y parece plástico, lo tocas y está caliente.
P. ¿Cuál cree que va a ser el material estrella del futuro?
R. Creo que va a ser el carbono. Es muy ligero y tiene una resistencia enorme. Puedes hacer una pared que te cargas al hombro y es muy resistente, pero es muy caro. Pasará como con los móviles, que cuando aparecieron eran un lujo y hoy todo el mundo tiene uno, ya cuesta casi más un paquete de Marlboro que un teléfono.
P. ¿Hacer una arquitectura espectacular, impactante para los ojos, es compatible hoy con hacer una arquitectura sostenible y útil?
R. Depende de lo que entiendas por impactante. Para mí, si la arquitectura es sostenible, es impactante e inteligente. Hay otro tipo de arquitectura impactante que es la arquitectura-espectáculo, siempre al servicio del poder: la iglesia, el rey… Ahora de los bancos y el capital.
P. ¿Qué lecciones nos dio la crisis de 2008 en el campo de la arquitectura? Parece que obligó a prescindir un poco de ese tipo de arquitectura-espectáculo.
R. La arquitectura-espectáculo se redujo en Europa, pero se trasladó a países como Catar. La crisis, como siempre, promovió la emigración, y la gente se fue a trabajar fuera, como yo. Me fui a Lisboa y me presenté a concursos de toda Europa, y gané uno o dos. Pero más allá de eso, la crisis no produjo tantos cambios porque la arquitectura cambia de manera muy lenta, es la disciplina más conservadora que hay. La forma de las casas no ha cambiado mucho. La egipcia o mesopotámica no difiere mucho de las actuales, estaban hechas de ladrillo con una puerta, una ventana y una cubierta en terraza. La arquitectura popular portuguesa del sur es casi igual. ¿Qué pasó en estos 7.000 años de diferencia? Poca cosa: cambiaron los materiales, las técnicas, pero el concepto de casa es el mismo: la privacidad, la parte pública, la comodidad, la familia... Son conceptos muy arraigados.
P. ¿Y qué efecto ha tenido la pandemia de coronavirus en la arquitectura?
R. Que empezaron a pedirnos espacios abiertos, patios y mucha ventana.
P. ¿Y el cambio climático?
R. Ese es un gran problema. Los arquitectos no somos muy sostenibles porque tenemos que usar materiales que no son muy ecológicos: la piedra, el hormigón, el acero... Usa pocos materiales naturales, y la madera tampoco es la solución porque es limitada y cara. Creo que vamos a pasar una fase transitoria de construcción con materiales reciclados, como el hormigón y el acero. Yo ya he construido con hormigón reciclado en Francia, aunque hay que pintarlo porque es muy feo, muy negro.
Simpático, tranquilo y con un portuñol que es en realidad un muy buen español salpicado con alguna que otra palabra en portugués, charlamos con el arquitecto en un rincón de la cafetería de su hotel junto al Parque del Retiro. Madrid está en la tarde del jueves absolutamente colapsada por la lluvia. Algo que nos lleva a hablar de urbanismo, una disciplina a la que un arquitecto nunca puede ser ajeno.
P. ¿Cómo cree que van a cambiar las ciudades en los próximos años? Está cobrando importancia el concepto de "la ciudad de los 15 minutos".
R. Es lógico, porque la escala cambia el carácter de las cosas. De igual modo que un hombre no es un niño grande, un pueblo grande no es una ciudad. La ciudad tiene un carácter propio, con identidades locales diversas que son los barrios. Con la masificación eso se pierde, porque solo se hacen casas y más casas. Tenemos ciudades vacías porque la gente se va a trabajar a kilómetros de distancia. Se está intentando crear un concepto de ciudad como red de pueblos. En este sentido, había un estudio de dos arquitectos muy buenos (no utópicos, sino realistas): el brasileño Paulo Mendes da Rocha y el suizo Luigi Snozzi, que propusieron un concepto de ciudad lineal circular que conectaría las ciudades holandesas entre sí. También creo que después de la Segunda Guerra Mundial se construyó demasiado rápido en Europa. Hay que demoler mucho y construir de nuevo, como están haciendo en Francia. Para acoger toda la inmigración de Argelia, se crearon edificios horrendos de veinte plantas y 200 o 300 metros de largo, que ahora están siendo transformados, los están cortando, añadiendo terrazas, vidrio... para que no parezcan monstruos enormes. Una de las últimas arquitectas ganadoras del Pritzker inventó esta técnica de ir a las vísceras de los edificios y abrirlos. Es muy bonito.
P. ¿Qué opina de The Line, la ciudad lineal futurista que planea construir Arabia Saudí?
R. Es una idea muy primaria. Lo bonito de las ciudades es la complejidad, sus contradicciones. La gente prefiere las ciudades históricas a las modernas porque ofrecen alternativas para llegar a los sitios. Para llegar a tal iglesia, hay veinte maneras de llegar. Como decía Einstein, la distancia más corta entre dos puntos no es la recta, solo lo es si el medio es uniforme. Me gustan las ciudades históricas no por lo pintoresco, sino como lección de complejidad, ya que tienen muchas partes con identidad propia.
P. Haga una breve radiografía de su país. ¿Qué opina del momento que vive Portugal en lo político y social?
R. Tiene muchos problemas. Está habiendo muchas huelgas porque hay poco dinero y está mal distribuido. La parte positiva es que, en comparación con otros países más ricos, Portugal ha conseguido reducir su deuda. Pero el futuro no será fácil porque somos un país de viejos, la mayoría de la población tiene entre 50 y 60 años, porque mucha gente ha emigrado, y además Lisboa es la ciudad de Europa donde más ha subido el precio de la vivienda. Una casa en Lisboa es más cara que en Madrid, y se gana muchísimo menos, hay injusticia social y cada vez hay más diferencia entre ricos y pobres. Esto no es un discurso revolucionario, sino realista: para vivir hay que tener salud, educación y vivienda. Son tres cosas sagradas, sin ellas nadie es feliz y el país no funciona.
P. José Saramago era la cara más visible del iberismo, esa corriente que aboga por la creación de una Federación Ibérica entre España y Portugal. ¿Qué opina de eso?
R. Yo fui educado contra España, porque durante el fascismo Salazar decía que era amigo de Franco, pero de eso nada, hace poco se descubrió que Franco trenía un plan para invadir Portugal con el permiso y el apoyo de Hitler. La historia de Portugal que a mí me contaron decía que los castellanos siempre estaban en guerra y que las reinas de Portugal se casaban con los reyes de Castilla y Aragón para conseguir tener el mismo rey por las buenas. Dicho esto, no tengo nada contra una federación con conexiones económicas si cada territorio conserva su identidad. De hecho ya existe esa federación, no por escrito, pero funciona.
P. Pero la mayoría de los españoles vivimos de espaldas a Portugal.
R. Bueno, hay mucho turismo. A los españoles les gusta Portugal porque es como ir en Navidades a visitar a la abuela. Las playas del Algarve son bonitas, la gente es simpática, es un país más barato. España mira a Portugal con cierta ternura. Y España es el país con el que Portugal tiene más relaciones económicas. Yo no tengo nada contra España, al revés: me da trabajo y premios.