From the Secret Garden of Sleep, 2008
Después de 'TRACK', donde 41 artistas ocuparon la ciudad de Gante, el S.M.A.K. le dedica una completa exposición a uno de los artistas más destacados de la escena internacional: Joachim Koester. Sus obras piden tiempo para dudar, una mirada que no pasa por los ojos.
Cuando hablamos del interés de Koester por la fotografía debemos hacerlo con cautela. Para el danés no es el medio con el que constatar que algo ha sido, en el sentido que definía Barthes, si no todo lo contrario: es una forma de proyectarse hacia el futuro, la primera piedra de lo que ha de ser. La suya es, por lo tanto, una visión muy particular del concepto de "documento" pues lo que presenta se halla en la esfera de lo hipotético, y necesita de tiempo y de miradas alternativas y subjetivas (las nuestras) para tomar forma. En una palabra: para Koester la fotografía no sirve para cerciorarnos de cómo éramos sino para ver en qué nos hemos convertido.
Su trabajo parte de un interés por lo irracional y lo desconocido que es ya longevo. Éste le llevó a investigar sobre los exploradores que en el siglo XIX se empeñaron en alcanzar los lugares más recónditos del planeta. Viajeros como los escandinavos Nordenskiöld o Andrée llegaron respectivamente hasta Groenlandia y el Polo Norte, aquél con más fortuna que éste, dejando testimonios que Koester ha recogido para hilvanar narrativas que nos revelan las grietas y puntos ciegos de la historia. Sendas obras se encuentran en el arranque de la exposición, lo que nos indica el sentido que los comisarios han dado al proyecto, un recorrido desde fuera hacia dentro que parte de la exploración del paisaje natural para sumergirse, más tarde, en las túrbidas profundidades del yo.
Message from Andrée 2005
En esta misma línea, la obra de Koester también podría replegarse bajo una pregunta de difícil respuesta: ¿Quiénes somos cuando no somos nosotros? En no pocos trabajos, el artista se ha detenido ante la posibilidad de trascender un estado de consciencia, provocado por la ingesta de sustancias de toda índole como la mezcalina, el peyote o la marihuana o, sencillamente, a través de delirios provocados por picaduras de arácnidos. Chocar contra los límites de la mente y del cuerpo se ha convertido en su leitmotif, con películas en las que la representación del mundo visible se torna secundaria. La arquitectura de la exposición, concebida a modo de refugio con estructuras de madera que parecen evocar cabañas de bosque, apuntala esa impresión de perpetuo enigma en el que quiere situar cada trabajo, como si en ella uno pudiera protegerse de un exterior oscuro y temible.
Variations of Incomplete Open Cubes, 2011 1
Un mito persa cuenta que en el castillo de Alamut, en Irán, vivió un mercenario llamado Hassan-i-Sabah, proclive, junto a su ejército de asesinos, a alcanzar la trascendencia a base de canutos. Fue una historia a la que acudieron escritores del París decimonónico como Baudelaire o Théophile Gautier, quienes frecuentaron el llamado "Club del hachís", desde el que también se evadieron de la tediosa vida burguesa de la época. Y, a su vez, fue recogida por la agencia de narcóticos estadounidense, ya en el siglo XX, para disuadir del uso creciente de marihuana en el país, vinculando a los consumidores con los asesinos del castillo de Alamut. Llamar la atención sobre las sempiternas trabas de todo aquel que pretende vivir al margen de lo comúnmente aceptado es otra de las constantes en su trabajo.