From the Secret Garden of Sleep, 2008

Después de 'TRACK', donde 41 artistas ocuparon la ciudad de Gante, el S.M.A.K. le dedica una completa exposición a uno de los artistas más destacados de la escena internacional: Joachim Koester. Sus obras piden tiempo para dudar, una mirada que no pasa por los ojos.

En sus dos décadas largas de trayectoria artística, el artista danés Joachim Koester (Copenhague, 1962) ha forjado, desde la fotografía y el cine en 16 milímetros, uno de los discursos más atractivos y coherentes de cuantos pueden verse hoy en el panorama internacional. La exposición que ahora presenta el S.M.A.K., es la más amplia dedicada al artista hasta la fecha y está compuesta por una veintena de trabajos organizados en torno a un montaje de clara voluntad escenográfica.



Cuando hablamos del interés de Koester por la fotografía debemos hacerlo con cautela. Para el danés no es el medio con el que constatar que algo ha sido, en el sentido que definía Barthes, si no todo lo contrario: es una forma de proyectarse hacia el futuro, la primera piedra de lo que ha de ser. La suya es, por lo tanto, una visión muy particular del concepto de "documento" pues lo que presenta se halla en la esfera de lo hipotético, y necesita de tiempo y de miradas alternativas y subjetivas (las nuestras) para tomar forma. En una palabra: para Koester la fotografía no sirve para cerciorarnos de cómo éramos sino para ver en qué nos hemos convertido.



Su trabajo parte de un interés por lo irracional y lo desconocido que es ya longevo. Éste le llevó a investigar sobre los exploradores que en el siglo XIX se empeñaron en alcanzar los lugares más recónditos del planeta. Viajeros como los escandinavos Nordenskiöld o Andrée llegaron respectivamente hasta Groenlandia y el Polo Norte, aquél con más fortuna que éste, dejando testimonios que Koester ha recogido para hilvanar narrativas que nos revelan las grietas y puntos ciegos de la historia. Sendas obras se encuentran en el arranque de la exposición, lo que nos indica el sentido que los comisarios han dado al proyecto, un recorrido desde fuera hacia dentro que parte de la exploración del paisaje natural para sumergirse, más tarde, en las túrbidas profundidades del yo.



Message from Andrée 2005

Detengámonos en el viaje de Andrée, que en 1897 llegó en globo al Polo Norte en una pequeña expedición que desapareció, trágicamente, tras un accidente. Décadas más tarde, se encontraron algunos de los restos y entre ellos una cámara, muchas de cuyas imágenes, una vez reveladas, mostraron un gravísimo deterioro, pese a que otras todavía ofrecían cierta información. Los historiadores estudiaron las que podían explicar datos sobre lo ocurrido, y Koester optó por las que estaban totalmente dañadas, quemadas y con manchas abstractas. Para este artista, que creó con ellas una película en la que las manchas bailan sin decirnos nada, esa abstracción marca un lugar fronterizo entre la imagen que fue y el lenguaje que será. Porque todo lo que desconocemos se aloja en un estadio anterior al lenguaje, y esa situación previa es donde encontramos, nos dice, la esencia del medio fotográfico.



En esta misma línea, la obra de Koester también podría replegarse bajo una pregunta de difícil respuesta: ¿Quiénes somos cuando no somos nosotros? En no pocos trabajos, el artista se ha detenido ante la posibilidad de trascender un estado de consciencia, provocado por la ingesta de sustancias de toda índole como la mezcalina, el peyote o la marihuana o, sencillamente, a través de delirios provocados por picaduras de arácnidos. Chocar contra los límites de la mente y del cuerpo se ha convertido en su leitmotif, con películas en las que la representación del mundo visible se torna secundaria. La arquitectura de la exposición, concebida a modo de refugio con estructuras de madera que parecen evocar cabañas de bosque, apuntala esa impresión de perpetuo enigma en el que quiere situar cada trabajo, como si en ella uno pudiera protegerse de un exterior oscuro y temible.



Variations of Incomplete Open Cubes, 2011 1

Uno de los tramos de mayor altura en el recorrido es donde coinciden las películas Time of the Hashashin y The Hashish Club. En ellas recupera narrativas situadas en diferentes momentos históricos que convergen en una sola temporalidad común mientras recurre a personajes que, a través de la experimentación con el hachís, se descuelgan de la norma habitando una realidad paralela.



Un mito persa cuenta que en el castillo de Alamut, en Irán, vivió un mercenario llamado Hassan-i-Sabah, proclive, junto a su ejército de asesinos, a alcanzar la trascendencia a base de canutos. Fue una historia a la que acudieron escritores del París decimonónico como Baudelaire o Théophile Gautier, quienes frecuentaron el llamado "Club del hachís", desde el que también se evadieron de la tediosa vida burguesa de la época. Y, a su vez, fue recogida por la agencia de narcóticos estadounidense, ya en el siglo XX, para disuadir del uso creciente de marihuana en el país, vinculando a los consumidores con los asesinos del castillo de Alamut. Llamar la atención sobre las sempiternas trabas de todo aquel que pretende vivir al margen de lo comúnmente aceptado es otra de las constantes en su trabajo.



Tarantism, 2008

El tránsito desde la exploración de geografías hasta entonces inaccesibles encarnada por Nordenskiöld o Andrée hacia esa otra exploración del yo interior se hace brillantemente visible en la sala donde se proyectan las películas sobre la escritura de Micheaux y el baile de la Tarantella. El escritor francés, bajo los efectos de la mezcalina y otras sustancias, quiso crear un tipo de escritura que se situara en un terreno puramente visual. El resultado eran secuencias garabateadas que, como las manchas abstractas de las fotografías de Andrée, podían pertenecer a un estado previo al lenguaje, en las estribaciones de lo "consciente". A su lado, Tarantism, un trabajo seminal de nuestro tiempo, muestra una danza en la que el cuerpo pretende zafarse del control de la mente, siguiendo un ritual medieval con el que librarse del veneno inyectado por picadura de araña. Las dos películas trazan un diálogo extraordinariamente sugerente entre la captación de un lenguaje sólo en ciernes y el barroco y performativo "ungüento" medieval. Entre uno y otro se despliega, inquietante y turbio, todo el espectro de lo irracional.