Pedro Cabrita Reis: Oficina (detalle), 2016. Galería Fernando Santos. Fotografía: João Morgado

Hay movimiento, y mucho, en nuestro país vecino. Artistas de distintas generaciones se buscan, la formación se refuerza, tanto centros de arte como galerías se multiplican y ARCOlisboa repite y abre sus puertas la semana que viene. Repasamos el panorama que la feria encontrará a su paso.

Algo se mueve en el arte en Portugal. No sabemos si consecuencia del ventajoso régimen fiscal que ha despertado el interés de franceses o brasileños para establecer allí su residencia. O simplemente porque tras tantos años en crisis han aprendido a sacarle partido. Las galerías, lejos de cerrar, se multiplican y amplían, los espacios alternativos no se reivindican como tales sino como independientes, los coleccionistas sacan pecho y depositan sus colecciones en museos creados ex profeso y los artistas conviven entre generaciones como no lo habían hecho hasta la fecha.



Como cuando en una dictadura el derribo de una estatua señala el fin de un período, las generaciones de artistas portugueses han reaccionado sistemáticamente ante sus predecesoras al no encontrar en ellas una correspondencia. Presiento que eso ha cambiado, seguramente porque la generación que ha cobrado visibilidad entrado el siglo XXI ha podido tomar distancia al residir y trabajar -o bien realizar largas estancias- en el extranjero. Así, se han asomado a Portugal puntualmente y no han estado tan apegados al contexto como grupo, su diseminación ha hecho que no se agrupen para derrocar a la generación anterior.



Si en 1977 la exposición Alternativa Zero conseguía redefinir la situación artística del país, con propuestas de experimentación conceptual y performativa como las de Helena Almeida o Julião Sarmento, los años ochenta discutirán la condición de la pintura y la escultura con artistas como Croft, Cabrita Reis o Rui Chafes. En los noventa se da entrada a un nuevo paradigma, más político y postconceptual, con actitudes de combate como las de João Tabarra o João Louro y otros ejemplos de trayectorias más individuales como Ângela Ferreira o Fernanda Fragateiro. En el cambio de siglo surge una generación más diseminada, ajena a lecturas compartidas y que consigue una visibilidad internacional impensable en la generación anterior. Nombres como Leonor Antunes, Vasco Araújo, Filipa César, João Onofre, Rui Toscano o Joana Vasconcelos, compartieron la muestra Otras Alternativas en 2003. Desde entonces, la reflexión crítica del espacio físico y social, la memoria individual y colectiva, aproximaciones a lo científico o la intervención directa en el espacio público, se impondrán en los trabajos de Carlos Bunga, Carla Filipe, Gusmão & Paiva, Ricardo Valentim, Mauro Cerqueira o Gabriel Abrantes, construyendo un nuevo panorama desde el respeto a sus predecesores.



José Pedro Croft: Sin título, 2012. Galería Appleton Square

Es cierto que su preparación se ha visto reforzada, y tanto la universidad pública y las escuelas privadas -Ar.Co o Mausmaus, por ejemplo- han incluido entre sus docentes a artistas de trayectoria contrastada. Todo coincide con una diseminación de la oferta académica en lugares como Guimarães, Évora o Coimbra, pero también con el surgimiento de centros de arte en pequeños núcleos de población como la Oliva en São João da Madeira o el MACE en Elvas, ambos potenciados por coleccionistas como José Lima y António Cachola. Además, el nuevo ímpetu tomado por el Fórum Eugénio de Almeida en Évora o el Centro de Arte Arquipélago en las Azores, se ha sumado a los espacios que se agrupaban exclusivamente en Oporto y Lisboa, como el Museo de Serralves, CCB, Museo do Chiado, Fundación Gulbenkian, Culturgest o el MAAT, que acaba de nacer bajo el mecenazgo de la Fundación EDP.



El business sigue en Lisboa

Pero si la oferta institucional se ha dispersado positivamente, el mercado se ha refugiado en Lisboa, en un caso no muy diferente al español, donde la crisis y una programación centralista de eventos como ARCO, han hecho desaparecer la opción de sobrevivir desde la periferia. El dato es claro, de las galerías presentes en ARCOlisboa, sólo 5 de las 35 peninsulares no son de Madrid, Lisboa u Oporto. En Braga continúa Mário Sequeira y en Oporto, sin abrir sede en Lisboa, resisten Pedro Oliveira y Fernando Santos. Otras como Presença, Quadrado Azul o Graça Brandão han probado suerte en Lisboa, como también ha hecho Nuno Centeno al crear Múrias Centeno.



Dominique Gonzalez-Foerster: Pynchon Park, 2016. Museo Maat Lisboa. Fotografía: Bruno Lopes

Muy cerca de ésta abre ahora Francisco Fino, que se suma a otras galerías de imponente arquitectura como Baginski o Filomena Soares. Otra zona en alza es Alvalade, a la que se incorpora ahora la española Maisterravalbuena y en la que acaba de abrir un nuevo espacio Vera Cortês. Ahí ya estaban Appleton Square, que ensaya un nuevo modelo entre la galería y la institución, y la Fundación Leal Rios. En la Estrela conviven dos de las galerías más importantes, Cristina Guerra y Pedro Cera, asiduas de ferias como Art Basel. Otras se asoman o resisten, pero siempre en Lisboa.



Como sucede con los arquitectos, en Portugal hay excedente de artistas. La calidad es mayor que la oferta para exponer. De ahí que emerjan espacios independientes, claves para dar juego a quienes se han quedado fuera del tablero, que tradicionalmente ha repartido el pastel entre los mismos invitados. Entre ellos destacan las programaciones de Kunsthalle Lissabon y un pionero ZDB.



El punto negro es el de la crítica de arte. Los periódicos la han abandonado, las revistas se han esfumado y únicamente en algunas plataformas de internet se puede encontrar un seguimiento serio de la realidad artística. Sin embargo, los artistas portugueses son referenciados en publicaciones extranjeras. Desde fuera resuena aquella estrofa de Siniestro Total: "menos mal que nos queda Portugal".



@DavidBarro1