Lara Favaretto: Thinking Head, 2018. Foto: Andrea Avezzù
79 artistas en la sección oficial. 91 pabellones. Ya está aquí la 58° Bienal de Venecia con la mirada puesta en las minorías y con el mar como gran protagonista de las propuestas nacionales. Hasta el 24 de noviembre.
Sun & Sea, Opera-performance de Rugile Barzdziukaite, Vaiva Grainyte y Lina Lapelyte en el Pabellón de Lituania. Foto: Andrej Vasilenko
Comenzando por la propuesta de Rugoff, pronto olvidaremos a muchos artistas como en anteriores bienales. Pero es difícil que de esta Bienal lluviosa no recordemos la fría bruma artificial sobre el espectral Pabellón Central de Lara Favaretto. Esta artista italiana tiene también una excelente instalación de objetos cotidianos con los que traduce nociones comunes en el pensamiento contemporáneo a formalizaciones plásticas. Tampoco olvidaremos las series pictóricas (y queer) de Nicole Eisenman -aunque son terribles sus “retratos” escultóricos semi-abstractos en el Arsenale-; el elegante ensamblaje de esculturas de Nairy Baghramian; la placenta encapsulada de la muy voluble Alexandra Bircken; el diorama de la siempre interesante Dominique Gonzalez-Foerster, y los rotundos autorretratos de la ya consagrada Zanele Muholi. También hay trabajos muy delicados: esculturas del coreano Suki Seokyeong Kang junto a dibujos de la nigeriana Otobong Nkanga en una sala del Pabellón cuyas obras, sin embargo, se pierden completamente en las dimensiones exageradas de formatos agigantados en la cara B del Arsenale. Mientras otras propuestas se mantienen firmes en ambas sedes, como el deslumbrante pasillo blanco al inicio del Pabellón Central y el pantallón de data al final del Arsenale de Ryoji Ikeda; y el filme BLKNWS en varias configuraciones del estadounidense Kahlil Joseph. Además, destacan los durísimos retratos de la noche en Calcuta de Soham Gupta; los carteles de búsqueda sobre cristales de escaparate con mujeres desaparecidas en Ciudad Juárez de Teresa Margolles; y el espectacular video 48 War Movies del magistral Christian Marclay. Sin embargo, en mi opinión, es más que decepcionante el mármol enmarcado y el montón de enseres textiles que presenta en esta muestra de Rugoff el artista Jimmie Durham (1940), que recibirá el León de Oro en reconocimiento a toda su trayectoria. Y no termina de afinar la teórica y artista Hito Steyerl en la resolución formal de su reciente videoinstalación Leonardo's submarine.El mar es el gran protagonista de muchas videoinstalaciones en pabellones nacionales: en el deshielo que se muestra como telón de fondo de las historias de etnias minoritarias que pueblan el norte de Finlandia y de Canadá; y también en la imponente instalación de libros “escritos por el mar” de Luxemburgo. Las olas chocando contra las costas, se cuelan entre la entrañable narración del reciente encuentro tras décadas de familiares de las dos Coreas. Y del trauma a la vida lúdica del Báltico, en la ópera-performance que se presenta en el Pabellón de Lituania asistimos desde las barandillas de un piso superior al ambiente vacacional de un nutrido grupo de parejas, familias y niños sobre la arena de la playa mientras cantan sobre mitos del Mediterráneo: una de esas propuestas que solo pueden vivirse en la que sigue siendo una cita imprescindible en el calendario internacional del arte contemporáneo. También, desde el suburbio parisino al Mediterráneo veneciano, se viaja en el video de Laure Provost en Francia que, mientras escribo estas líneas y a juzgar por las colas interminables, se espera que sea el Pabellón nacional premiado en esta 58 edición, por un jurado compuesto por cuatro mujeres y solo un hombre. Pero la retrospectiva de la feminista radical Renate Bertlmann en Austria es plenamente actual.Late una preocupación ecologista, más extendida en muchos pabellones nacionales, que crecerá en futuras bienales
Zanele Muholi: Various works, 2015-2018. Foto: Italo Rondinella