Exposiciones

El fuego perpetuo de Cuixart

28 noviembre, 1999 01:00

Galería Alfama. Serrano, 7. Madrid. Hasta principios de diciembre. De 500.000 a 14.000.000 pesetas

Modest Cuixart (Barcelona, 1925) fue uno de los fundadores de "Dau al Set" hace más de medio siglo. Ese título quiere decir en castellano "Tirar un dado y que salga un siete", es decir, la representación de un guarismo imposible. Sin embargo, la expresión pictórica del creador catalán, siempre vinculada al surrealismo, al penetrar en el campo de las líneas y las manchas de color, convierte el mensaje plástico en algo indescriptible pero hermoso a la hora de valorar los clamores, porque lo mismo aparecen en este territorio mágico frutos que crecen en las ramas de la metáfora que peces que vuelan dejando una estela luminosa tras de sí y pájaros que se ahogan en las simas más insondables, además de paisajes y animales mitológicos construidos con lo esencial del pasado y del futuro. La dilatada. trayectoria de Cuixart hace que su pintura tenga zonas del expresionismo abstracto, con un afianzado interés por la materia y sus texturas, que incitan a interpretar estos cuadros más con el dorso de la mano que con los ojos, porque los "grattage" y "dripping" convierten el chorreado plástico en medallones o discos situados arbitrariamente en el soporte, pudiéndose apreciar en el último cuarto de siglo la influencia de las mandalas orientales.

La luz de la poesía es la razón última de la creación de Cuixart, que nos ofrece en sus pinturas un fuego perpetuo al que sólo los elegidos se aproximan para calentarse, para imbuirse del misterio de la noche desvelado por los carbones encendidos del chamán, un hombre que hace convivir en sus obras al informalismo, la abstracción, el surrealismo y el expresionismo, marcando su territorio plástico con círculos que aspiran a la representación de lo perfecto, caligrafías que hablan de alfabetos indescifrables, empastes, objetos incorporados y repujados, y los sueños más elevados como magma configurador de una intrahistoria cosmogónica en la que todo queda suspendido de la más lúdica de las ramas en la que juega con los colores un adolescente de 74 años que hace alquimia con las formas imposibles, como aquel siete que, sin salir nunca de un dado, marcó la pauta más imaginativa del arte español en los tiempos de penuria y oscurantismo.