Exposiciones

Grau Santos, la pintura como perfume

5 diciembre, 1999 01:00

Sala Parés. Petrixol, 5. Barcelona. Hasta mediados de diciembre. De 375.000 a 2.550.000 de pesetas

Julián Grau Santos (Canfranc, Huesca, 1937), artista bien conocido para los lectores de EL CULTURAL, cuyas páginas ilustra desde hace muchos años, ha trabajado insistentemente dos temas: el jardín y una suerte de bodegón que él mismo titula "alacena". Sin embargo, estos motivos, más que espacios u objetos reales, son entidades ideales o metafóricas que manifiestan ante todo una calidad poética; porque la temática de Grau Santos no son tanto sus jardines o sus bodegones, sino algo como un perfume, algo más sutil y complejo. La simple recurrencia a estos dos temas da cuenta de su valor simbólico. Quien capte simplemente la vegetación, las flores de un jardín o un bodegón no comprende la obra de Grau Santos; quien le compare con un impresionista sólo observa la parte más superficial de su pintura: el verdadero tema de esta pintura es su calidad lírica, la suya es la sensibilidad hecha pintura.

Existe una dilatada tradición de la pintura de jardines. En este sentido los de Grau Santos hacen pensar en el último período de Monet exclusivamente dedicado a plasmar su jardín en Giverny. Grau Santos, como Monet, también pinta una y otra vez los rincones de su jardín desde distintos puntos de vista y a distintas horas del día. Pero su actitud es muy diferente: el jardín de Grau Santos manifiesta un amor por las cosas cotidianas y humildes, por los pequeños detalles que lo hacen próximo y humano; éste, para mí, es el jardín de Grau Santos. Pero, ¿por qué esta insistencia en el jardín? El jardín es un espacio simbólico, un espacio aislado e íntimo a través del cual se expresa eso que vagamente denominamos deseo o utopía; un espacio contrapuesto al de la realidad exterior, como una isla se contrapone al océano. Si tuviéramos que calificar de alguna forma a Grau Santos, diríamos que es un jardinero de la sensibilidad, porque este "espacio otro" del jardín es, en él, una pintura de la sugestión, que no describe, sino evoca.

"Las alacenas", el otro gran tema de Grau Santos, son el reverso que complementa la idea de jardín. La alacena es un hueco o armario cuyo rasgo esencial es el de cerrarse con puertas. Por el contrario, siempre las presenta abiertas, como un regalo para los sentidos, pletóricas de objetos y colores; como el jardín, la alacena es un "espacio otro": caja de Pandora, relicario o retablo de maravillas, -¡qué más da!- en todo caso es una suerte de tesoro íntimo y personal.

Grau Santos aplica ligerísimas capas de pigmento sobre la tela, tan transparentes que en algunos casos la obra incluso se diría inacabada. Cierto es que por momentos salpica la tela con trazos o manchas de color pero, en general, su pintura posee un carácter etéreo, atmosférico, de una particular fragilidad; igual son sus colores y armonías -a veces amortiguados- de lilas, verdes y ocres. Como ejemplo de esta fragilidad, en sus alacenas y en los estanques del jardín, Grau Santos utiliza asiduamente el efecto del brillo o reflejo inasible y lábil. Así es su pintura, un brillo extremadamente frágil y delicado, un perfume.