Exposiciones

Fuerzas invisibles en Garcia Sevilla

26 diciembre, 1999 01:00

Galería La Caja Negra. Fernando VI, 17. Madrid. Hasta el 14 de enero. De 80.000 a 1.800.000 pesetas

Curioso destino el de un artista que empieza interesándose por los conceptos y acaba tratando de aniquilar el sujeto. El trayecto de Ferràn Garcia Sevilla ha sido hasta ahora más o menos ese. Comenzó su trabajo en los setenta como artista conceptual, desarrolló en la década siguiente un tipo de obras con un fuerte contenido lingöístico, en las que imágenes y signos intercambian sus códigos de forma inesperada; y se ha decantado finalmente por creaciones mudas, aunque no calladas. En estas últimas, un simbolismo de carácter ritual se da la mano con grafismos elementales, más sintéticos y poderosos que los utilizados anteriormente. Si antes se le relacionaba con Basquiat, con el graffiti de las metrópolis histéricas en las que vivimos, en la década de los noventa su obra cobra una dimensión casi esotérica, a la que no es ajena la intención, declarada por su autor, de luchar ilimitadamente con el ego. No debe extrañarnos pues que el ejecutor de estas obras sea cada vez más silencioso, pero no lo son sus creaciones. éstas no "dicen", es verdad, se limitan contundentemente a "ser". Mapas, diagramas, cristalizaciones poéticas que nos recuerdan el tipo de creaciones que determinadas culturas alejadas de la muestra en tiempo o en espacio han utilizado para fijar estados del alma, abismos emotivos.

En esta muestra se dan cita tres series de obras. La más interesante, a mi juicio, es un conjunto de grabados de gran formato titulada Codo, realizada en 1991. Son coloristas, de pocos pero intensos elementos que en ocasiones parecen proceder del tantrismo y otras veces tienen la sencillez y la poesía de un Miró o un Klee. Organizados en un esquema cuatripartito varios de ellos, tienen algo de representación primaria de fuerzas invisibles, o de esquema del cosmos visto con unos ojos ajenos a nuestros modos habituales de conceptualización. Junto a estas aguatintas, los aguafuertes y las litografías de 1996, de menor tamaño, resultan más previsibles, aunque de una ejecución técnica igualmente notable. Por último, como apostilla o complemento, se presentan dos óleos muy recientes, de 1999, que, de algún modo, prolongan esta última dirección. Son muy distintos de los cuadros a los que nos tenía acostumbrados su autor, ya que ahora plasman una especie de azar controlado, que da como resultado tramas que intentan contener un universo informe y surreal. Colores ácidos, automatismo, densidad de trazos... No sé si en ellos Garcia Sevilla ha alcanzado su pretensión de desaparecer, pero, al menos, ha conseguido esconderse. Después de un período de varios años en que el artista parecía haberse apartado de la pintura, comprobamos ahora que no era del todo así. Por el contrario, se esboza una nueva etapa llena de sorpresas.