Image: Zoran Music

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Exposiciones

Zoran Music

29 marzo, 2000 02:00

"Hombre", 1992. Óleo sobre lienzo

Galería Arnés y Rüpke. Colmenares, 11. Madrid. Hasta el 19 de abril. De 1.500.000 a 22.000.000 pesetas

Repasar la biografía de Zoran Music parece ineludible a la hora de reflexionar sobre su obra: su longevidad y origen (en la zona de Europa más castigada por la guerra desde 1900 hasta hoy) hacen de este magnífico artista un ejemplar testigo del siglo XX. Pero, sobre todo, porque su visión del hombre, agrietada y alisada por los acontecimientos históricos que le han afectado directamente, parece incorporada a obras que atesoran una densidad y profundidad capaces de conmover al espectador.

Anton Zoran Music nació en Gürtz, en 1909, en la Istria del Imperio Autro-Húngaro, y en sus primeros años de vida, debido a la inestabilidad geopolítica y militar de la zona, vivió en contacto con diferentes lenguas y culturas (eslovena, alemana y serbocroata). A los veinte años conoce el paisaje de la Dalmazia que resultará una de las fuentes temáticas de su pintura, y en 1935 visita España, donde va a encontrar dos refuerzos significativos para su obra del momento y posterior: la meseta castellana (donde hallará lazos entre tierras distantes merced a su parecido con el paisaje dálmata) y el fascinador genio trágico de Goya. En 1944, debido a sus ideas antifascistas, es detenido por los nazis y deportado al campo de concentración de Dachau, donde conseguirá sobrevivir hasta la liberación en 1945. Esto marcará su vida, pensamiento y obra de manera visible.

Esta exposición resume mediante once ejemplos una trayectoria de gran coherencia entre las propias obras así como con la vida del artista, planteando un recorrido por las diferentes etapas, coordenadas temáticas y modos formales y técnicos que se han dado en ella. Un recorrido que va de los óleos más amables de los cuarenta y cincuenta (caravanas de caballos y paisajes dálmatas) hasta los retratos indefinidos de la última década, pasando por una expresiva composición con dos figuras humanas que recupera la bestial experiencia de Dachau y las vistas de catedrales y escuetos bodegones de los ochenta.

En todos ellos, encontramos una figuración concentrada y contraria a lo anécdotico en una fusión de los volúmenes de las figuras con el espacio que las rodea, espacio que tiende a volverse de una densidad inhabitable. Ya se trate de dibujos propiamente, ya de lienzos apenas pintados o de gran concentración cromática, en sus obras, el dibujo predomina sobre el color, pero sus líneas no definen los límites de las partes de la composición sino los de masas de pintura que dan la impresión de sumergirse en la tela.La dimensión trágica y la lección moral de las obras de Zoran Music estriba en este equilibrio que mantienen entre la captación de lo real y la descomposición de lo visible, una vez llega a formar parte de la superficie pintada. Cuando las figuras aparecen difuminadas hasta rozar la invisibilidad y es difícil distinguir entre el pescado y su plato o el sexo de las personas, cuando las cosas y los hombres parecen existir para ir a parar a una fosa común, en ese amontonamiento, el artista mantiene el pulso e ilumina algo reconocible, arrancando a la vida de ese fondo con caída al vacío