Image: Victoria Civera, magnética

Image: Victoria Civera, magnética

Exposiciones

Victoria Civera, magnética

28 junio, 2000 02:00

Creciendo al revés. La Gallera. Aluders, 7. Valencia. Hasta finales de julio

Instalación de Victoria Civera en Valencia

La sala de la Gallera abre sus entrañas arquitectónicas para dejar ver el enérgico funcionamiento de los órganos artísticos de Victoria Civera. Observada como una de las artistas más singulares surgidas en el panorama artístico español de las últimas décadas, Victoria Civera (Puerto de Sagunto, 1955) ha logrado mantener, a lo largo de su ya prolija actividad, la expectación que rodea sus siempre fecundas exploraciones creativas. Sin abandonar la pintura, o mejor haciéndola extensiva a otros soportes, se introdujo en el espacio tridimensional para magnetizarlo de colores y formas, de ideas e imágenes.

Conviene señalar la atención que la artista presta a los materiales y su potencialidad constructiva, capaz de proyectar todo tipo de inquietudes, más allá de la propia materialización de la obra. Como pulsaciones, las obras de Civera se detienen momentáneamente en la pared, se esparcen por el suelo o crecen en el espacio, sujetas a un desarrollo orgánico que sigue activo, trascendiendo sus formas. Telas, maderas, metales y plásticos, nobles y pobres acaban simultaneando sus posibilidades constructivas para dar vida a una imagen que tan pronto arranca de la infancia más perdida como proviene de una impresión última. Se multiplican las referencias, recreando un universo en el que vibran los estímulos que llegan al espectador en todas direcciones, rozándole la piel, martilleando el pensamiento, encogiendo el estómago o punzando el sexo.

Bajo el título Creciendo al revés, de la mano de Mariano Navarro, en esta exposición Victoria Civera concibe un espacio en el que se vertebran ingeniosamente diversas obras, urdidas en una trama escenográfica de enorme atractivo visual. Una pieza central, formada por cubos de madera, telas y cobre, en la que se solapa la sugerente proyección del vídeo Dos días, invita al espectador a lanzar los dados de la imaginación, de los recuerdos y vivencias, a partir de una mirada calidoscópica que anida en las aterciopeladas tripas creativas de la artista. De otra parte, y una vez ofrecida la posibilidad al espectador de ejercer de voyeur, otro cubo, desde el que asoma una cadena de muñecos de trapo, focaliza a media luz su atención, hasta lanzarlo, salpicado por un encendido oleaje de pintura roja, hasta un nivel superior de observaciones, en el que el drama y la ironía conviven en una extraordinaria conjunción de intereses y paradojas que no son otras que las que muy agudamente dan vida a su extraordinario pulso creativo.