Image: El mensaje político de Fahlstrüm

Image: El mensaje político de Fahlstrüm

Exposiciones

El mensaje político de Fahlstrüm

15 noviembre, 2000 01:00

MACBA, Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. Plaza de los ángeles, 1. Barcelona. Hasta el 9 de enero

Nacido en Brasil (1928-1976) de padres escandinavos, üyvind Fahlstrüm fue enviado de vacaciones a Suecia en 1939, donde le sorprendió el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Vivió también en Francia, donde conoció el surrealismo, en Italia y en Estados Unidos, en la época de los movimientos contra la segregación racial y la guerra de Vietnam. Fahlstrüm fue sobre todo un hombre de letras, un poeta políglota que concebía la práctica de las artes visuales como una actividad lingöística. A pesar de su relación aparente con el pop art, su obra presenta un alto grado de complejidad y es imposible reducirla a un grupo artístico o movimiento particular.

üyvind Fahlstrüm es un artista de compromiso político: los desastres ecológicos, la explotación de los países en vías de desarrollo, el imperialismo norteamericano y su doble simétrico soviético, etcétera. Pero cuidado, Fahlstrüm responde a otra época, la de los 60-70, la de la utopía, y hoy más bien observamos la ingenuidad de su denuncia. Ahora mismo, el arte político es una temática muy delicada porque no sabemos cuál es su función y qué sentido posee hoy en día. En el contexto de la guerra fría el mensaje de Fahlstrüm era percibido de otra manera. Pero ahora las cosas se han complicado. Ante el fracaso de las utopías colectivas, la pasividad de las democracias, la convivencia con la contradicción..., ¿qué aporta el arte político? ¿No es más eficaz aquel arte político que renuncia a la política? El arte político en un museo, ¿no es una suerte de banalización de aquella problemática tan grave que se pretende tratar? ¿Acaso el sistema no posee una capacidad increíble de asimilar las contradicciones? No sabríamos contestar a estas preguntas, pero tenemos la impresión de que este tipo de arte sirve tan sólo para lavar la conciencia de nuestras instituciones. Naturalmente que hemos de exigir una actitud crítica, que el arte sea un instrumento de reflexión y conocimiento, pero hay que buscar nuevos lenguajes y contenidos que no sean los temarios ni las iconografías prefijados.

Fahlstrüm fue un creador polifacético; una de sus actividades más importantes fue la de escritor, y además practicó la poesía concreta, que interrelaciona texto e imagen. Sus primeras obras como pintor están próximas a la noción de escritura. Una de las piezas más significativas es ópera (1953-57), una especie de friso de unos doce metros de largo y un de un palmo de ancho. En este caso, como en sus obras primerizas de signos compulsivos sin ninguna noción de composición, la idea de lectura y narratividad es paralela a la de mirada e imagen. En su trayectoria, sin embargo, hay un descubrimiento fundamental: el cómic; el sistema de las viñetas le posibilitará articular una trama, un sistema de acumulación de imágenes, una estrategia narrativa al margen de las nociones tradicionales de composición.

Es más: el cómic no es tan sólo un modelo de composición y organización de imágenes. El cómic y, por extensión, las revistas ilustradas y otros medios de comunicación, se presentan ante el artista como un gran archivo o atlas de imágenes para recortar primero y recomponer, manipular o recrear después. Le proporcionan una iconografía, una inspiración y un método de trabajo.

Cuando se renuncia a la composición y al formato tradicional, vinculados éstos a la contemplación pasiva, aparecen nuevos valores; no tan sólo la interrelación entre la lectura y la mirada que hemos comentado sino también un aspecto muy importante: el juego y la interactividad. Fahlstrüm creó varios juegos de "monopol" sobre conflictos políticos (entre otros, Estados Unidos/Indochina); estos juegos ahora se han llevado a sus últimas consecuencias al hacerse versiones para ordenador. O también las "pinturas variables": formas imantadas que se superponen sobre un soporte de metal; se supone que el espectador podría modificarlas a su antojo y realizar sus propias obras.

Fahlstrüm es un artista muy complejo y va más allá de los aspectos que estamos comentando. Pero, si nos interesa, no es por su discurso político sino porque existe en él una manera de plantear y concebir la imagen que lo trasciende. Y si existe un mensaje en nuestro artista -un mensaje de denuncia- es que hay que buscar un nuevo lenguaje político que no permita su banalización y su instrumentalización; en todo caso, aquellos problemas que Fahlstrüm denuncia continúan y continúan a pesar de los lavados de conciencia.