Image: De los Nabis a la Patafísica

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Exposiciones

De los Nabis a la Patafísica

El complejo mundo de Alfred Jarry en el IVAM valenciano

20 diciembre, 2000 01:00

Afred Jarry: Repertorio de títeres, 1898

IVAM. Centro Julio González. Guillem de Castro, 118. Hasta el 18 de febrero

¿Quién fue Jarry? ¿Un dandy bohemio, un agitador, un profeta de las catástrofes del siglo XX? Cuando murió en 1907, a los treinta y cuatro años, destruido por la miseria y el alcohol, ya era una leyenda: en el pliego de firmas de sus honras fúnebres, incluido en esta exposición, figuraban los escritores, los pintores, los críticos más sutiles de su tiempo.

Se suele decir que el mito de Jarry llegó a eclipsar su obra. Pero un personaje, en todo caso, ha crecido más que el autor: Père Ubu. ¿Y quién diablos es Ubú? En Ubú rey, su aparición más célebre, es un Macbeth de farsa que, incitado por su consorte, asesina al rey de Polonia y se apodera del trono, para gobernar después como una bestia. En la tragedia clásica, el mal aparecía embellecido por la inteligencia y la elegancia retórica; Ubú es imbécil y grosero hasta la náusea (hasta la risa). Con su barriga descomunal, su gula rabelesiana, su furor criminal, todo en él es puro exceso. Es un esperpento de carnaval que prefigura la obra de Beckett y de Ionesco. Tras asistir al escandaloso estreno de Ubú rey en 1896, el poeta Yeats se hizo aquella pregunta: después de Verlaine y Mallarmé, después de Puvis de Chavannes y Gustave Moreau, después de nuestros colores sutiles y ritmos nerviosos, ¿qué más es posible? Y su respuesta aterrada fue: After us, the Savage God.

Ubú es (tenía que ser) el protagonista de esta exposición desde sus primeras piezas. Desde esa extraordinaria marioneta creada por el propio Jarry para la representación de Ubú en un teatro de títeres en 1898. Los rasgos monstruosos de Ubú (su cabeza de pera, su hocico de cerdo, su enorme vientre, donde se dibuja la enigmática espiral-ombligo) pasan de una imagen a otra, de un autor a otro, sin dejar de ser reconocibles; el personaje ha cobrado vida. Y la exposición teje, entre tanto, una trama de relaciones entre las artes: entre las letras, la pintura y la música. El teatro fue en este sentido el primer punto de encuentro: Bonnard o Vuillard hicieron decorados para Jarry, y Claude Terrasse compuso la música (que ha vuelto a sonar aquí, en el IVAM). El otro lugar de encuentro fue la ilustración gráfica. Los nabis, Lautrec, o el aduanero Rousseau ilustrarían los libros y las revistas de Jarry, como L"Ymagier, Perhinderion, o la satírica Le canard sauvage. El propio Jarry dibujaba y hacía grabados en madera, que por cierto serían elogiados por Apollinaire.

Jarry llegó a conocer a Gauguin y escribió tres poemas en honor de sus cuadros tahitianos. Presintió el genio de Van Gogh (aquí puede contemplarse un cuadro muy poco expuesto, el del entierro de Van Gogh pintado por émile Bernard). No es que escribiera mucho sobre pintura; apenas un texto sobre un pintor místico y geométrico, Filiger, cuyo manuscrito figura aquí, junto a la copia que de él haría, con pulcra caligrafía, André Breton.
En los libros, manuscritos, dibujos y grabados expuestos se leen dedicatorias, que van urdiendo una trama de admiraciones cruzadas y relaciones amistosas. Ese entorno cercano al autor se despliega en la planta baja de la exposición; en el piso de arriba desfila la posteridad. Llega encabezada por Picasso, entusiasta de Jarry, que celebra a Apollinaire con los rasgos de Ubú y, mucho más tarde, dará la fisonomía de Ubú al mismísimo Caudillo en su Sueño y mentira de Franco, de 1937. Aquel año, el grupo surrealista se congregaba en el estreno de Ubú encadenado, con decorados de Max Ernst, cuyos dibujos figuran aquí junto a los de Miró o las fotos de Artaud en su teatro Alfred Jarry. Después de la guerra vendrían los homenajes de Dubuffet, del grupo Cobra, las pinturas y los mecanos de Enrico Baj, los decorados de David Hockney…

La exposición ofrece un abundante material inédito. Su comisario, Emmanuel Guigon, ha realizado un arduo y desde luego apasionado trabajo de investigación, muy visible también en el catálogo (que incluye documentos nuevos sobre la génesis de Ubú rey y una serie de ensayos sobre Jarry). Pero la exposición no está destinada sólo a los eruditos (yo no lo soy y he disfrutado mucho); es un paseo delicioso por uno de los senderos ocultos que atraviesan el arte y la literatura del siglo XX.

Alfred Jarry (Laval, 1873 - París, 1907) escribe sus primeros textos literarios siendo todavía un adolescente. En 1891, después de trasladarse a París, organizó con unos compañeros una representación de Ubú rey y Ubú cornudo. Por esa época, Jarry comenzó a publicar sus artículos y relatos en Art Littéraire y Mercure de France y funda la revista L’Ymagier, dedicada al grabado. En 1896 Ubú rey se publica en Mercure y su representación, seguida del escándalo, tiene lugar en el Théâtre de l’Oeuvre en diciembre. Sus principales obras se editan entre 1898 y 1907. Aunque no escribió nunca de pintura, Jarry se apasionó por ella y realizó grabados en madera, numerosos dibujos y algunas pinturas al óleo. Los surrealistas mantuvieron una relación profunda y ambiciosa con su personaje más conocido, Ubú, y le asignaron un lugar privilegiado en su iconografía. Representaron a Ubú Max Ernst, Man Ray, Duchamp, Miró, Magritte, Picasso (que profesaba una gran admiración por Jarry), etcétera.