Image: Nicola Constantino

Image: Nicola Constantino

Exposiciones

Nicola Constantino

20 diciembre, 2000 01:00

Chancho bola, 1999. Calco del natural, resina poliéster

Fundación Miró. Parque de Montjuïc. Barcelona. Hasta el 14 de enero

Nicola Costantino (Rosario, 1964) relata con morbo y minuciosidad cómo modela con silicona sus fetos de animales, porque su obra es sobre todo eso, la reproducción exacta y fidedigna de un nonato muerto. Nicola Costantino calca fetos terminales -esto es, cuerpos de animales completamente formados- que antes de nacer son ya cadáveres. Con ello asocia perversamente dos significados antagónicos: la vida -o la esperanza de vida con todas sus connotaciones implícitas- y la muerte.

Pero además de este gusto de provocar, evocando lo sagrado, hay algo más: un sentido decorativo y una idea de juego. Nuestra artista presenta sus fetos en una suerte de friso; un friso como el que podríamos encontrar en una ornamentación grutesca, o motivos clásicos en que las formas se van repitiendo y organizando según un orden; sólo que aquí se trata de fetos que se entrelazan y se aplastan unos con otros. Cierto que los cuerpos de caballo, ternero y cerdo se presentan de una manera muy realista contemplando los más ínfimos detalles, como el ombligo cortado o los órganos sexuales; cierto que el feto-cadáver posee una significación necrofílica, pero al mismo tiempo existe un sentido ornamental casi abstracto motivado por la limpieza y acabado pulcro -más evidente en reproducciones fotográficas que en la realidad-, la acumulación de formas y la ausencia de color. La obra oscila en esta ambigöedad: por una parte entre la brutalidad del feto, su realismo y su significado de muerte y por otra un sentido decorativo de las formas. Y a propósito de ambigöedades, entre estos cadáveres existe, como decía antes, una cierta noción de juego. El friso que hemos mencionado se complementa con unas esferas que representan animales muertos trabajados de una manera similar a la de los fetos del friso. Se trata -según la artista- de comprimirlos y de imponerles una forma, la esfera perfecta. ¿Y por qué no un cuadrado o un triángulo o un rombo?, preguntamos nosotros. Cuando un cadáver se transforma en una especie de pelota entramos en el ámbito del juego, un juego que gusta provocar, un divertimento cuya gracia está en desafiar lo sacro.