Image: El arte de la ironía

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Exposiciones

El arte de la ironía

26 septiembre, 2001 02:00

Wim Delvoye: Chantier III, 1994

Ironía. Fundación Joan Miró. Parque de Montjuïc. Barcelona. Hasta el 4 de noviembre

Es muy difícil definir la ironía; término poliédrico, puede asociarse a diversas figuras y estrategias de expresión: el humor, el juego, la doble intencionalidad, la burla de todo proceso de interpretación... Pero la ironía significa ante todo distancia: un dispositivo por el que uno se aleja de aquello que considera incuestionable e irrefutable. La ironía provoca una distancia, esto es, cortocircuita los hábitos mentales y nos deja sin pautas de lectura; luego aquello que pensábamos que conocíamos o que creíamos, se nos revela como algo extraño. La distancia provocada por la ironía aporta una perspectiva diferente, o mejor, una perspectiva desconcertante que nos hace replantear las cosas.

Vamos a poner un ejemplo. La exposición, con el título de Ironía, presenta básicamente obras de reciente creación y de jóvenes artistas: Wim Delvoye, Zbigniew Libera, Rogelio López-Cuenca, Juan Luis Moraza, Antonio Ortega, etc. Al tiempo que incorpora algunos referentes históricos como Piero Manzoni, Marcel Broodthaers... En este sentido una de las piezas más significativas, localizada justo al inicio del recorrido de la muestra es el conocido neón de Bruce Nauman con la siguiente inscripción: "El auténtico artista ayuda al mundo porque revela verdades místicas". En un breve pero interesante texto del catálogo, el comisario de la exposición, Ferrán Barenblit, hace referencia del juego de contrasentidos que presenta la frase de Nauman; en resumen, nada es cierto y esta pieza desencadena una serie de preguntas: ¿El artista se cree el enunciado?, ¿o dice lo contrario de lo que piensa?, ¿el enunciado es falso o verdadero? ¿es una broma?... Este es el mecanismo de la ironía...
Desde siempre se ha utilizado la ironía; sin embargo hay un momento en que adquiere un especial relieve: la postmodernidad. En los años setenta y ochenta, cuando el mundo se despertó, falto de argumentos, con la resaca y el fracaso de las ideologías, entonces la ironía aparecía como el único instrumento de desenmascarar las falsas conciencias. La postmodernidad, con la decepción de las ideologías optimistas y la dificultad de reconstruir una explicación del mundo, lleva a una revitalización de la ironía. La ironía implica duda, toma de conciencia de la contradicción y la complejidad, diversidad de interpretación. Y la ironía -se dirá- nos libera de los tópicos intelectuales, de la pasión dogmática, de la tentación de la verdad, de los principios inalterables, de la repetición. La ironía es ante todo una crítica o puesta en cuestión de las verdades que se creen fundamentales; más aún representa la capacidad de dudar. Y se repetirá que sin capacidad de dudar no hay creación, ni ideas nuevas, sino simple repetición de tópicos y principios inalterables. La ironía se presenta como un síntoma de vitalidad cultural.

La noción de ironía ha gozado de una especial fortuna en el ámbito de la literatura y el pensamiento. Sin embargo, como advierte Ferrán Barenblit, la ironía no ha tenido un particular desarrollo en el estudio del arte. ¿Por qué? Se puede aventurar una hipótesis: desde Duchamp buena parte del arte contemporáneo se fundamenta en unas estrategias similares a las de la ironía; la ironía es algo tan connatural al funcionamiento del arte que uno no se percata de ello. ¿Acaso el arte contemporáneo no es una traca sin fin de efectos desconcertantes, provocaciones, chistes, juegos de interpretación? La ironía, tal como la hemos explicado, forma parte de la esencia del arte contemporáneo, razón por la cual es difícil tomar conciencia de ella y pensarla desde una "distancia" crítica.

Siempre la ironía ha sido una actitud, un punto de partida, una metodología, pero nunca un fin en sí mismo. Y sin embargo, en la creación contemporánea, la ironía es eso, una autorreferencia, una repetición ensimismada de gestos, una convención más. El arte contemporáneo ha perdido la ironía y la frescura que pudo tener algún día Duchamp; la ironía como fin en sí mismo es el arte autista. Y cuanto más autismo más capacidad de hacer surf en ferias de arte, museos y galerías de arte contemporáneo.