Image: El talismán de Lluís Lleó

Image: El talismán de Lluís Lleó

Exposiciones

El talismán de Lluís Lleó

20 febrero, 2002 01:00

Yelow trace, 2001. Óleo, cera, carboncillo y acuarela sobre tela

Carles Taché. Consell de Cent, 290. Barcelona. Hasta finales de febrero. De 3.000 a 17.400 euros

Lluís Lleó (Barcelona, 1961) forma parte de una generación de pintores españoles afincados en Nueva York. El espacio que ocupa en el lienzo, con la técnica del óleo y la cera, y sus figuras, que recuerdan espacios arquitectónicos, enlazan con la tradición del románico catalán. Estos últimos años Lleó se ha aventurado en la difícil técnica del fresco, realizando piezas de diferentes formatos que ensalzan una gran monumentalidad. Hay obra suya en La Fundación "la Caixa" o en el Reina Sofía.

Lluís Lleó es un artista de lo trascendente, un mensajero de lo invisible. En la actual exposición presenta grandes formatos y papeles que en algún punto parecen abrirse y dejan entrever un paisaje interior y oculto bajo su piel monocroma. Es la metáfora de la mirada del artista que penetra la materia, lo desconocido o el misterio de las cosas. ¿Y qué es lo que nos descubre el artista? En esta especie de ventanas aparece un mundo ideal: un universo de geometrías simples o acaso de una arquitectura o ciudad utópica. Esta geometría es sin duda una expresión mística. El simbolismo de la arquitectura, las ciudades o la propia geometría es denso y complejo. Pero en series anteriores, Lluís Lleó ha articulado su lenguaje visual a partir de plantas de iglesias medievales del Renacimiento con todas las connotaciones que implica la referencia a lo sagrado y la idea de templo. Por extensión, las geometrías que ahora presenta Lluís Lleó -con otros elementos que se podrían aludir- son un lenguaje simbólico, son la manifestación de una idea mística. En la exposición, además de cuadros y papeles, se presentan una suerte de objetos a medio camino entre la pintura y la escultura. Son unas piezas tridimensionales y rectangulares que se exhiben sobre un soporte, exentas, aunque a poca distancia de la pared. En su interior se reproducen las mismas geometrías plasmadas en los cuadros y papeles; se diría que se trata de un desdoblamiento o materialización de aquellas arquitecturas. Yo imagino que esa forma física y material responde a la intención de ir más allá de la ilusión óptica que es la pintura y de hacer realidad aquella dimensión trascendente.

Dar cuerpo a una visión interior es, además, un acercase a su misterio; como aquel indígena que al esculpir una divinidad en un tronco, escruta y se aproxima a la naturaleza de aquel espíritu. Se trata, sin embargo, de un objeto frágil que se me antoja como una esponja: una esponja que contiene y absorbe todas las imágenes, todas las geometrías, todas las arquitecturas. O acaso sea cual un espejo sin fin, más profundo que el mar que, opaco, el artista desvela fragmentariamente.

Quiero pensar este objeto de Lluís Lleó como un talismán dotado de una fuerza extraña que lanza sacudidas de energía al espectador o, mejor, a quien sea receptivo y tenga la sensibilidad para ello. El talismán posee una fuerza cósmica y misteriosa y Lluís Lleó en una ya lejana entrevista hablaba del arte en un sentido parecido: la pintura como una energía que se transmitía a la mano y al pincel. Un talismán o amuleto, pero también se podrían citar otros ejemplos tales como un cristo románico o un ídolo negro, un mandala tibetano, un icono, una máscara de Nueva Inglaterra..., objetos que están dotados de una potencia que no se puede explicar racionalmente. Son objetos mágicos. El talismán de Lluís Lleó, es una suerte de jardín zen, una energía que abre la conciencia o el espíritu al misterio de las cosas.