Image: Gisèle Freund, tras el fantasma de la cultura

Image: Gisèle Freund, tras el fantasma de la cultura

Exposiciones

Gisèle Freund, tras el fantasma de la cultura

24 julio, 2002 02:00

Julio Cortázar, años 60.

Gisèle Freund: El mundo y mi cámara. CCCB. Montalegre, 5. Barcelona. Hasta el 30 de noviembre

Gisèle Freund, además de fotoperiodista, fue una de las pioneras del estudio de la fotografía, cuando ésta era considerada un subproducto cultural. Y acaso esta actividad sobrepase e incluso sea más trascendente que su labor como fotógrafa. Socióloga de formación, realizó su tesis doctoral sobre la fotografía en los años treinta, el primer trabajo universitario consagrado a la disciplina en el campo de las ciencias humanas. Aunque su libro más difundido, un best-seller que todavía se utiliza como manual en las universidades, La fotografía como documento social, no se publicara hasta 1974. Este texto, resumen de su pensamiento, ni es una aproximación técnica al medio, ni utiliza los esquemas formalistas y esteticistas de la historia del arte. Es un esfuerzo por pensar la fotografía como un fenómeno global que implica a los mass media, la publicidad, la política, la democratización de la imagen, la ley, el poder... Esta es la aportación teórica de Gisèle Freund siguiendo las premisas de Walter Benjamin: la fotografía como representación de un período que implica unas nuevas relaciones y usos de la imagen.

También como fotoperiodista acabó por alcanzar una gran popularidad al especializarse en el retrato de escritores y artistas, entre otros: André Malraux, James Joyce, Cocteau, Sartre, Simone de Beauvior, Walter Benjamin, Virginia Woolf Paul Eluard, Duchamp, M. Yourcenar, Henry Matisse, Le Corbusier, Diego Ribera, Frida Kahlo, Man Ray, Julio Cortázar, Margetitte Duras... Gisèle Freund realizó una especie archivo visual del star system de la cultura, de un tipo de cultura muy determinada. Sin duda, es importante como testimonio y documento; sin embargo, la fuerza de estas fotografías está en el magnetismo y el aura de las personalidades retratadas, en absoluto en la fotografía en sí, en su manera de plasmarlos o porque aporte una información suplementaria. Quiero decir que se tratan de fotografías convencionales o elementales y que su interés está en la singularidad de la figura o persona retratada. Más todavía: como el cartel de una estrella de rock colgado encima de la cama de una adolescente se trata de un fetiche. Culto a la personalidad, como la percepción en la lejanía, propicia una suerte de sentimentalismo o ensoñación. Estas fotografías son un espacio para la ficción, la recreación, la fantasía.... como conocimiento o comprensión aportan bien poco.

¿Se trata de frivolidad? Las estrategias que utiliza Gisèle Freund son las habituales de los fotógrafos de su generación que buscaban captar la personalidad interior del sujeto: expresiones fugaces, modulación de la luz, el espacio personal como fondo... Ella misma explicaba que el rostro es una máscara que esconde nuestras emociones y sentimientos y lo que ella buscaba estaba detrás de esta máscara. También explicaba que nunca se interesó por la técnica y realizaba sus fotografías cuando se había creado un clima de complicidad o cuando -especialmente con los escritores- no se percataban de que les fotografiaba. Solo así podía conseguir esa foto que no era una pose, sino una imagen auténtica, más acorde con la realidad íntima del creador. Intuyo, sin embargo, que lo que buscaba era un fantasma, el fantasma de la cultura. Detrás de la fascinación de fotografiar a artistas y a escritores existe la voluntad de poseer en un sentido amplio y simbólico. No hay tanta diferencia entre el coleccionista de cromos de actores de cine y el de fotografías intelectuales: ambos persiguen un misterio, una realidad inalcanzable, aunque el contexto sea diferente. Gisèle Freund con sus fotografías intentó dar forma a este fantasma. Ella misma definió al retrato del escritor en la cubierta del libro como "el único medio de contacto carnal con los lectores". En esta cita se expresa el secreto y el sentido de las fotografías de Gisèle Freund... y también nuestra relación contradictoria y compleja con la cultura. En todo caso este sentimentalismo y necesidad de fantasear o erotizar la cultura responde, entre otras cosas, a un vacío y malestar entre el deseo de la gran cultura y la realidad del lector o espectador, con toda su soledad e incomprensión. Estas fotografías -este contacto carnal- aportan un simulacro de conocimiento, un simulacro de proximidad... ¿Acaso no es así la cultura de la imagen?