Image: Ciria, como un volcán

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Exposiciones

Ciria, como un volcán

27 febrero, 2003 01:00

Erial Kentucky Bourbon, 2001

Lonja del pescado. Almirante Guillén Tato, s/n. Alicante. Hasta mediados de marzo

Una exposición grande y escenográfica -un punto operística inclusive-, para una pintura retórica, es ésta que se dedica a José Manuel Ciria (Manchester, 1960), presentando una selección de sus "formatos gigantes" (1992-2002), y titulándose Teatro del Minotauro. La identificación personal con el formidable monstruo minoico, tan querido de artistas mediterráneos como Picasso y Masson, es legítima en Ciria, pintor instintivo, emocional, volcánico, aunque empeñado asimismo en dotar a su obra de estructuras y órdenes de equilibrio en las que fuerzas oponentes puedan encontrarse y resolverse como obra de arte, "lo contrario del caos", que decía Stravinsky. Se trata de una exposición visualmente impactante por la enormidad de los tamaños, pero sobre todo por la fuerza con que se plasman la mirada, el pulso y el dominio del autor sobre los elementos plásticos, prosiguiendo la corriente alargada del expresionismo abstracto de genealogía norteamericana, en la que los componentes intuitivos y lo accidental cumplen deliberadamente papeles fundamentales.

Pasa ahora, sin embargo, que Ciria, sin negar esa pertenencia al tardo-expresionismo abstracto, ha decidido adoptar un cambio de rumbo determinante, interesándose, de una parte, por las vigentes posiciones neo-pop y, de otro lado, por las prácticas últimas sobre mestizaje e hibridación entre pintura y fotografía. Esta crisis acrecienta el interés de la exposición -producida por Caja de Ahorros del Mediterráneo y comisariada por Guillermo Solana-, que tiene su capítulo mejor en el ámbito dedicado a las pinturas realizadas sobre papel de vallas publicitarias. Son obras en las que Ciria se expresa a veces con la ironía ácida de Erial Kentucky Bourbon -pieza en la que la pintura impone su intensidad expresiva sobre la imagen gráfica que le sirve de base-, prefiriendo otras veces el pintor plasmar la acusación directa, como lo hace en Sucio perro azul cacique de Venezuela -obra en la que reafirma el carácter tradicional del cartel como "grito escrito en el muro"-. Otro espacio culminante lo ocupa el monumental montaje o instalación Eyes & Tears, que viene a ser una especie de collage "ambiental" (sobreponiéndose materiales gráficos, lonas plásticas y transparencias pintadas sobre metacrilato), donde se logra que la pintura resulte literalmente un espacio transitable para el espectador. En esas obras emociona el debate duro establecido entre tradición modernista "final" y nueva frontera de "lo figural", apoyándose el pintor en una "paleta" de imágenes ya dadas (las suministradas por el diseño magníficamente aprovechadas en la serie The Dauphin Paintings), o las de nueva realización (las que Ciria ensaya en su todavía cruda suite de desnudos Cuerpos de pintura, incluidos en el catálogo, pero no en la exposición en Alicante, primera estación de esta itinerante). Esa contienda interior justifica el esfuerzo de una muestra ambiciosa como ésta, un punto abocada al exceso, y recorrida siempre por el virtuosismo y el saber técnico, así cómo por citas a hitos y líneas de la historia de la pintura de la modernidad que van de Malevich a Pollock o a Rauschenberg, o desde el automatismo más directo de Masson a los flujos más elegantes de las "pinturas derramadas" de Morris Louis.