Image: La falsa inocencia

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Exposiciones

La falsa inocencia

27 marzo, 2003 01:00

Fiona Banner: The Nam, 1997

Fundación Joan Miró. Parque de Montjuïc, s/n. Barcelona. Hasta el 1 de junio

Aquí se han reunido una serie de obras que hacen sonreír; algunas de ellas son como un guiño de ojo o una ocurrencia: graciosas, banales, absurdas, juguetonas y, sobre todo, inofensivas. La selección no es muy distinta al recorrido de una feria comercial: imágenes y objetos más o menos sorpresivos y divertidos. Las ferias y el mercado condicionan una tipología de arte, un arte que reclama la atención del transeúnte saturado de estímulos visuales; un arte que se expresa como sensación, ni demasiado fuerte, ni demasiado débil. No obstante, me pregunto si existe algo más que esa sonrisita o ese divertimento al que antes aludía. Más todavía, intuyo que se trata de un arte autista. Imágenes y objetos que se agotan en sí mismos: una ironía gratuita y sin contenido.
En el catálogo de la exposición se justifica el planteamiento y la selección de la misma con Duchamp. Y, entre otros aspectos que derivan del mismo Duchamp, un argumento que lo exculpa todo; se trata de una explicación teológica porque se habla textualmente de fe, de la fe del espectador: la condición de este arte es la fe del espectador. Es exclusivamente el espectador quien posee la llave interpretativa de la obra.

Pues bien, estoy harto de Duchamp y estoy harto de responsabilizar al espectador del arte contemporáneo. Duchamp se ha transformado en un tic, una repetición de gestos que en su momento tuvieron sentido pero que se han banalizado y reducido a la sinrazón. Después de Duchamp el arte no parece haber evolucionado: las mismas reflexiones, las mismas autojustificaciones, los mismos discursos. Explicación fácil, la de recurrir a Duchamp, que por explicar no explica nada.

Yo siempre he pensado que el arte es el arte del silencio y que en todo caso hay que hacerlo hablar. Pero entonces, ¿por qué es autista el arte contemporáneo? No creo que se pueda responder a esa pregunta. Pero una obra no es simplemente una obra aislada: tendría que suponer unas referencias, unos textos, una polémicas, en definitiva, un contexto. Esto es lo que forma el grosor de las imágenes y lo que les atribuye sentido. En caso contrario el arte será equiparable a las imágenes publicitarias, más todavía, a la pintura de paisajes. Y les advierto que la pintura de paisajes domingueros me hace sonreír.

La exposición se titula Falsa inocencia y con ello se alude al contenido supuestamente sublime o complejo oculto que no he sabido ver en estas imágenes. Pero yo advertiría esa "falsa inocencia" precisamente en el contexto del arte, un contexto en el que todos estamos implicados. Un contexto en el que la desorientación de unos es el exacto reverso de la de los otros. La obligación y el automatismo sin fin de organizar exposiciones que no propician la reflexión, el sinsentido del periodismo cultural que repite el discurso de los comisarios, los pobres comisaros obligados a explicarse en cuatro folios... todo eso y muchas cosas más contribuyen a esa confusión y a una supuesta ingenuidad que es en realidad una falsa inocencia. Pero que no se enfaden la sra. Malet, directora de la Fundación, ni el sr. David G. Torres, comisario de la exposición, que no los aludo a ellos en particular, sino a un estado general del cual la exposición es un simple y lejano reflejo. En los momentos que escribo, se ha iniciado la ofensiva contra Irak. Se trata de la misma falsa inocencia, del mismo absurdo y del mismo sinsentido, porque todo está relacionado... Esta falsa inocencia de la guerra, de las instituciones, del arte... me espanta.