Image: Bernardi Roig el fantasma del arte

Image: Bernardi Roig el fantasma del arte

Exposiciones

Bernardi Roig el fantasma del arte

11 septiembre, 2003 02:00

Ejercicios de ascensión, 2003. Videoinstalación

Miguel Marcos. Jonqueres, 10. Barcelona. Hasta el 1 de noviembre. De 4.000 a 12.500 euros.

Golpear el instante es una reflexión sobre el deseo y el acto de mirar. Bernardí Roig presenta una suerte de puesta en escena en la que uno o varios de sus personajes interpretan historias del deseo y sus ambigöedades. Esas figuras o maniquíes, a escala natural, son utilizados por el artista como fantasmas en un lugar extraño, de pesadilla; son también expresión simbólica del laberinto del deseo.

Estos maniquíes metafísicos se sitúan es un espacio dramatizado por el blanco y la luz. Desde siempre al blanco se le ha atribuido un sentido celeste, de purificación, espiritualidad, sabiduría... Y sin embargo aquí posee un significado diferente. El blanco lo contamina todo, como un pus que se extendiera y envenenase las cosas. La atmósfera "lechosa" de la sala posee efectos disolventes. Este blanco es una metáfora de una idea de anulación, acaso como si estas figuras con su deseo a cuestas hubieran perdido su identidad.

También la luz; en este particular contexto, la luz no es expresión optimista o creadora... Los maniquíes están ciegos: la luz ha lastimado sus ojos. Más aún, éstos poseen la marca de quemaduras, como si la luz los hubiera incendiado. La luz atrae a éstas figuras, éstas se dirigen a ella, pero es una luz devastadora, que ciega. Tales maniquíes son como aquellas estatuas de sal, castigo bíblico, que osaron mirar cara a cara al deseo. Y la luz es el deseo que arde, un deseo que quema como el sol, aspecto que se manifiesta simbólicamente en la exposición. Pero en una de las instalaciones, esa idea de la luz como deseo que abrasa se expresa de una manera didáctica: una de las figuras está contemplando un fragmento de un film (proyección de luz) en el que una mujer sube sugestivamente una escalera en una secuencia sin fin.

Pero hay algo más. Bernardí Roig asocia esa imagen del deseo con el arte. Intuyo que, para él, no existe diferencia entre ambos: arte y deseo forman parte de un mismo universo erótico. La pieza que se titula Ejercicios de aplastamiento es reveladora en este sentido: unos lienzos en los que asoma una luz parecen aplastar a uno de los maniquíes, tal vez un autorretrato del artista. El espectador se habrá percatado de que en uno de estos lienzos se representa un diminuto dibujo; se trata de un prostíbulo que parece arañado por el fuego. En fin, el sexo y el arte se confunden.

Ahora bien, nos tendríamos que preguntar a qué viene esta imagen de castración a la que sin duda alude esta figura aplastada. No creo que esté en condiciones de responder, pero intuyo que Bernardí Roig posee una extrema y enfermiza sensibilidad romántica. El universo que presenta el artista subraya el límite del objeto de fascinación. Hay como una maldición; no existe una relación transparente ni directa con el deseo, al contrario, hay algo muy oscuro, complejo y ambiguo. Pero no es ese el tema, sino una autocomplacencia en este límite. Como los románticos, Bernadí Roig se espanta y experimenta terror ante la insatisfacción y límites del arte y del deseo, pero al mismo tiempo -para él- esta castración posee sentido: terror y atracción a la vez. Y es que -según los románticos- la putrefacción de una rosa, es más hermosa y más plena si cabe que la flor que florece en el jardín. En todo caso ellos nos enseñaron que bajo las imágenes y los deseos habitaba una vida oculta, acaso monstruosa.