Image: Chema Cobo, cultura y asesinato

Image: Chema Cobo, cultura y asesinato

Exposiciones

Chema Cobo, cultura y asesinato

15 enero, 2004 01:00

El testigo, 2003. Óleo sobre lienzo.160x130 cm

Miguel Marcos. Jonqueres, 10. Barcelona. Hasta el 21 de febrero. De 8.000 a 40.000 euros

En esta exposición se presentan dos series de obras diferentes. Una consiste en una reflexión sobre la pintura y la cultura en general. En la otra se narra una historia de intriga. Y sin embargo estos dos tipos de obras, aparentemente independientes y ajenas entre sí, son historias paralelas. G. K. Chesterton ya decía que el artista era el criminal y que el crítico -el espectador, por extensión- era el detective. ésta es la problemática que aborda la exposición.

Los dos relatos, el de la cultura y el del asesinato se confunden. El uno y el otro se explican de la misma manera y poseen los mismos protagonistas. Chema Cobo (Tarifa, Cádiz, 1952) ha utilizado y utiliza la figura de un narrador en sus pinturas: el joker, aquel personaje de la baraja que puede adquirir muchos valores y significados. El joker es el desdoblamiento del artista, el cual habla a través de aquél. Es el símbolo del ingenio y la invención, aunque también posee otros significados. Bufón, asociado con seres anormales y enanos, se le identifica con algo negativo y terrible. últimamente Chema Cobo ha introducido otra figura complementaria del joker, el ventrílocuo, que incorpora nuevas connotaciones pero que fundamentalmente posee el mismo sentido: narrador de historias con aquel carácter siniestro que poseen los seres mecánicos y sin alma que hablan con la voz de otro. La pieza que se reproduce en estas páginas, El Testigo (2003), es una composición que asocia los dos personajes, joker y ventrílocuo con sus patas de muñeco.

Ambos relatos, decíamos antes, el de la cultura y el del asesinato, poseen la misma estructura o, en otras palabras, se relatan de la misma manera. Se trata de fragmentos de señales o pistas que el detective irá hilvanando entre luces y sombras. Chema Cobo -o su joker o ventrílocuo- presenta visiones parciales, pedazos de historias, un collage en el que se asocian signos muy diversos. De ahí que cuando se aluda a Chema Cobo se haga referencia al laberinto, al jeroglífico, en definitiva, a tesoros ocultos o misterios no desvelados que guardan secretamente sus cuadros. La suya es una pintura de emblemas de una gran ambigöedad, de dobles sentidos, de significado cambiante según el contexto y las asociaciones. Es la misma idea del barroco.

Chema Cobo es ambidiestro, pinta y dibuja con las dos manos indistintamente y a la vez. Yo no veo su obra -con sus jokers y sus ventrílocuos- como un malabarismo de desdoblamientos, acaso como un laberinto de espejos. El joker, el ventrílocuo, el espejo, son los símbolos de la creación, pero también llevan el genoma de la muerte. Las tres figuras -incluido el espejo- son algo diabólico. De ahí también el artista como asesino. El pintor, como el joker o el ventrílocuo, deshacen y hacen las historias.

Un rasgo muy significativo en las últimas obras de Chema Cobo es su tonalidad pastel, como si de una decoloración se tratara. Estas pinturas blancas, ¿no son un asesinato de la pintura? Decolorar la pintura es una transgresión a la misma pintura. Es levantar su piel, acaso revelar su mentira y sus vísceras en un juego sin fin. Cuando miro las pinturas de Chema Cobo oigo las carcajadas del joker, las distorsiones del ventrílocuo y veo mi propia imagen reflejada en aquellos espejos deformadores que la reproducen hasta el infinito.