Image: La belleza alucinada de Doug Aitken

Image: La belleza alucinada de Doug Aitken

Exposiciones

La belleza alucinada de Doug Aitken

Estaremos seguros mientras todo se mueva

22 julio, 2004 02:00

I am in you, 2000. Instalación de proyecciones y sonido

Com.: Marta Gili. Caixaforum. Marqués de Comillas, 6-8. Barcelona. Hasta el 26 de septiembre

El núcleo del trabajo de Doug Aitken consiste en lo que él mismo denomina instalaciones arquitectónicas, unos ambientes o espacios aislados en los que se realizan diferentes proyecciones en pantallas también distintas. Se trata de sumergir al espectador en un clima envolvente y de buscar un contexto para presentar proyecciones múltiples. El resultado es una suerte de polifonía de imágenes y sensaciones. El espectador no asiste a lo que podríamos llamar una sesión tradicional: una sola proyección, platea, lectura lineal... Al contrario, en estos "ambientes" el transeúnte parece que se introduce en el mismo corazón de la imagen, rodeado como está por las diversas proyecciones. Y así, aspectos como trayecto, posición en el espacio, proximidad y sonido adquieren una notable importancia. Pero entre todos, yo destacaría esta simultaneidad de imágenes que impiden una lectura lineal. La polifonía de proyecciones equivale a una lectura entrecortada por chispas y resplandores aquí y allá.

Yo intuyo que tras ese planteamiento hay una voluntad nostálgica de realizar la obra total o un proyecto de expresar la sensibilidad del hombre contemporáneo. La lógica del procedimiento es el siguiente: si una pantalla es insuficiente, pongamos dos y si no tres o cuatro o cinco... Y si las pantallas no alcanzan, vamos a rediseñar el espacio de proyecciones... y así sucesivamente. Se trata de intensificar y ampliar la percepción. Pero acaso este proyecto está denunciando a gritos la imposibilidad de una aprehensión y expresión del mundo. Porque fundamentalmente estas pantallas y proyecciones simultáneas devienen de un principio acumulativo, operan como si de una suma de elementos se tratara. No hay a priori ningún valor nuevo, ninguna manera innovadora de contar. Simplemente es una acumulación.

¿Pero qué pasa cuando se rompe con la linealidad de la narración? Me temo que aquella noción humanista de la cultura según la cual ésta era un instrumento para la comprensión del mundo se rompe. Y eso es así porque la narración se transforma en fragmento. Y un fragmento es un destello, un flash, una emoción. Incita a la ensoñación, pero en absoluto es conocimiento. El mundo como acumulación de fragmentos descontextualizados aparece como algo surrealizado porque este fragmento incita y estimula la imaginación.

En esta descomposición de la linealidad y de su dimensión humanista existe una cualidad sublime, o sea de miedo. Doug Aitken transforma el fragmento en un gran espectáculo alucinógeno: imágenes sorpresivas y entrecortadas, primeros planos a escala gigante, velocidad de video clip... Se trata de un universo sobreactuado o anfetaminado. Pero también de una gran belleza y de una particular capacidad de seducción, acaso como los narcóticos que provocan alucinaciones. Los románticos descubrieron una nueva "belleza" -lo sublime- que habitaba al otro lado del humanismo. Esta otra belleza inspiraba terror y fascinación. Yo veo a Aitken como un nuevo romántico. El ha plasmado la enajenación del mundo, pero esa enajenación es de una gran belleza. Es la belleza moderna. ¿Pero como definir esta belleza moderna? No lo sabría decir con exactitud. Yo me imagino a mí mismo como aquellos peces con los ojos inexpresivos y sin vida ante el paisaje alucinado que nos ha tocado vivir.