Ines Doujak: Sin título, 2002

¿Cómo queremos ser gobernados? es un programa que aglutina tres exposiciones y una serie de actividades paralelas organizadas por diversos colectivos y el MACBA. El comisario es Roger Buergel, responsable también de la próxima edición de la Documenta (2007). Las muestras no se celebran en el museo sino en una escuela: el Instituto Barri Besòs; una antigua fábrica rehabilitada para actividades terciarias: Palo Alto; y el Centro Cívico de la Mina. Estos espacios, localizados en una zona dura y conflictiva, poseen una larga historia y son el paradigma de determinados procesos económicos, sociales y urbanísticos. El Forum, este espectáculo urbanístico-especulativo, se levanta justo al lado. ¿Cómo queremos ser gobernados? es una acción en clave anti-Fórum. Es su exacto reverso.

Con este programa el MACBA sale y se proyecta fuera de su edificio y de las convenciones de los museos. La intención del centro es convertirse en una plataforma desde la que promover el debate. Frente a la idea de contemplación pasiva del arte, existe otra manera de entender el museo. La voluntad del MACBA es crear una estructura de mediación, un espacio de interrelación entre diversos colectivos, lo cual implica repensar cómo se expone y dónde.

¿Cuáles son los resultados de este salto, de lo simbólico a lo real? No es posible emitir un juicio de valor cuando el proyecto se está realizando, pero yo soy pesimista. Desde sus orígenes se ha cuestionado la institución museística, pero me temo que peor son las alternativas. Suele pasar que el sistema lo absorbe todo y transforma en absurdas esas experiencias "periféricas" que intentan redefinir la noción de museo. Obsérvese si no el tratamiento que la prensa ha dedicado al proyecto, uno de los más originales en toda Europa y que ha pasado desapercibido ¿Se imagina, por ejemplo, el Reina Sofía en Vallecas? Pues este proyecto viene a ser lo mismo. Por sus contradicciones, por sus ambiciones, por su voluntad de refundar el museo, ¿no sería un acontecimiento? Y sin embargo, el silencio. El arte político está de moda, pero nadie se lo cree. Y sin embargo es necesario un nuevo lenguaje que vehicule diálogos, conflictos y deseos.