Exposiciones

La traición de Xesús Vázquez

Not by usura

24 noviembre, 2005 01:00

Sin título, 1987. Acuarela sobre papel hecho a mano

Com.: J. M. Bonet. CGAC. Valle Inclán, s/n. Santiago de Compostela. Hasta el 11 de diciembre

La primera vez que tomé contacto con la obra de Xesús Vázquez (Pentes, Orense, 1946) fue en una fecha tardía, cuando, después de una larga ausencia en las galerías catalanas, el artista presentó sus últimas series en Barcelona en 2000. Aquella abstracción de colores chirriantes, de recorridos imposibles, de composiciones al filo me sorprendió. Se trataba de una pintura que en absoluto era complaciente, que no pretendía agradar… En ella había algo de inquietante, de desestabilizador. La sensación que tuve es de vértigo. Por ello entendí que la retrospectiva del CGAC era una oportunidad para comprender aquel universo que me inquietaba, que me molestaba incluso, de estudiar la genealogía de aquella obra tan particular.

En efecto, la retrospectiva del CGAC es una magnifica exposición -la postrera de una brillante etapa del centro- y, para quien la observe con atención, constituye toda una declaración: una afirmación del compromiso moral del artista con la sociedad y una posible respuesta al porqué del arte. Y la imagen que ilumina esta idea de compromiso es la figura del artista como traidor.
Una pieza de gran formato, situada en el punto de fuga de las salas, domina la exposición, Atalaya Goethe III. El término atalaya alude a una posición privilegiada para observar, pero también de riesgo; se refiere al vigía que hace señales desde lo alto o al soldado que abre el camino entre las líneas enemigas. Este motivo, recurrente en la primera etapa del pintor, responde al autorretrato del artista en términos románticos. Pero esta "atalaya" es en realidad un "caballo de Troya", lo que connota engaño, deslealtad, ocultación…

Y sin embargo en este artista traidor existe una dimensión redentora. El itinerario de Xesús Váquez es una búsqueda del límite, un situarse consciente en la frontera. Algunas de sus series aluden a jardines, a guerreros… y es que esta búsqueda del artista en el límite no está exenta de peligros y fatalidades. La frontera es el espacio del riesgo, el confín de lo conocido, de lo comúnmente aceptado, de lo civilizado. El traidor, ese individuo de identidad movediza que habita la frontera, es un personaje molesto y hasta cierto punto inaceptable dentro de las coordenadas delimitadas por una sociedad. Es el elemento que no encaja en su determinismo, aquél que se sitúa fuera, y que, en el acto supremo de afirmación personal que constituye su felonía, rompe con la lógica implacable de la dialéctica colectiva.

Xesús Váquez es un pintor fronterizo, de ahí este carácter de submarino que tiene su obra. Situarse en el límite significa forzar el lenguaje más allá de la palabra, de lo ahormado, de lo ya convenido… Las últimas series del artista, las piezas de colores disonantes y composiciones difíciles a las que aludía antes, son el término de una búsqueda vital y estética, que es un itinerario al borde del abismo. El artista como traidor es una carga de profundidad contra la lógica diabólica del lenguaje, de la historia. Es una lucha sin tregua a la búsqueda de una verdad que acaso está al otro lado o en el justo límite de la frontera. El artista traidor es el Orfeo que roba su secreto a los dioses.