Exposiciones

Emociones extremas de Darío Villalba

Una visión antológica (1957-2007)

29 marzo, 2007 02:00

Vista de una de las salas con Encapsulados

Comisaria: María Luisa Martón de Argila. MNCARS. Santa ISabel, 52. Madrid. Hasta el 14 de mayo.

Quien transite por las salas que el Museo Reina Sofía ha dedicado a la primera gran retrospectiva en Madrid de Darío Villalba (1939) podría pensar que hay aquí muy poca pintura. Pues bien, todo en Darío Villalba es pintura; habrá, sin embargo, quien piense que hay aquí muy poca fotografía tal como hoy se concibe. Pues bien, todo en Darío Villalba ha sido y es uso fáctico de la fotografía. Podría decirlo con las mismas palabras con las que lo dice el artista: "En mi obra la pintura es fotografía y la fotografía es pintura". Y, también, "la cámara es mi ojo".

Darío Villalba es uno de los artistas españoles más grandes, pionero, a finales de los años sesenta, en el uso de la fotografía como soporte físico e iconográfico, y más que eslabón, punto de encuentro entre el conceptual -una idea precursora de archivo sin memoria y de autobiografía narrada en un presente permanente- y una deriva que me atrevo a decir gorkiana, por cargada a la vez de reflexión fría y de biológico ímpetu perturbador, en el gesto pictórico.

Resulta sorprendente que una turbación semejante a la que me estremecía hace más de tres décadas cuando contemplé en la Biblioteca Nacional los primeros encapsulados de Darío, me asalte ahora tanto al inicio de la exposición, que repite el montaje de 1974 en Vandrés, como en la capilla que han organizado con El enfermo, de 1973, y las hoy aún más impresionantes Cama y Sábanas blancas, dos años posteriores. Un trastorno palpitante y una desazón que custodian y escoltan al reconocimiento estético y que transportan la percepción hasta el extremo más lejano de sus límites. Parafraseando a Donald Kuspitt, "emociones extremas".

Una visión antológica, es el subtítulo elegido por María Luisa Martín de Argila, una visión y una visibilidad del desgarro del mundo y de la precaria y adolorida naturaleza humana que se despliegan, densa pero nada agobiadamente, por un recorrido que, con especial acierto, rehúye la acostumbrada deambulación en ida y vuelta por los alargados espacios del ala original del museo, e invita a una mirada polar, que desde una sala se abre a otra o que desde un espacio casi cerrado se entreabre a otro mayor, confrontado con éste. Del mismo modo, un enfoque austero y un sentido de qué dar a ver de la producción del artista, que hacen de esta retrospectiva no un mero balance de lo realizado o una selección por preferencias de la comisaria, sino el testimonio y la confirmación de una lúcida idea sobre el artista. Me dice que Darío Villalba es, seguramente, el artista español vivo que con mayor calado interno y de manera más conceptual ha abordado el sujeto como exclusivo motivo artístico.

Un entendimiento que el artista desarrolla y explicita en el irreemplazable texto, Autorreferencia 1964-2007, que cierra, en contrapunto con una Biografía comentada, las páginas del catálogo. Habla en él de "graduaciones anímicas", de "mantos de carne", del exceso y de su repugnancia hacia la moda del dolor, de "una dinámica de la impaciencia" y de una "positiva huída hacia la muerte". Se desnuda en palabras, para arrojarse limpio a la piscina iniciática del arte o para que, como al niño de una de sus obras, caiga sobre él el chaparrón asfixiante de la creación.