Exposiciones

Ron Mueck, verdades imaginadas

Ron Mueck

5 abril, 2007 02:00

A Girl, 2006-2007

CAC. Alemania, s/n. Málaga. Hasta el 17 de junio.

Todo empezó hace diez años, cuando en 1997 la Royal Academy de Londres organizó la estruendosa e "histórica" exposición Sensation, panorámica del arte británico joven, representado por un elenco de artistas de la veleidosa Colección Saatchi. Allí había firmas "de espectáculo", como Damien Hirst -ya con su tiburón-, o Tracey Emin-con el descaro de sus confesiones narcisistas-, o Jake & Dinos Chapman -con el friso escultórico de adolescentes obscenas que prestaba su título a aquella muestra-; pero también había artistas "a secas", de los que no desean confundirse con un showman, tales como el fotógrafo Richard Billingham -justamente reconocido por su álbum de familia Ray’s a Laugh-, o como la pintora Jenny Saville -con los desnudos rubensianos de sus autorretratos, interpretados en clave de paisaje corporal-, o como el escultor Ron Mueck, desconocido por completo hasta entonces, que presentaba una pequeña obra maestra, Dead Dad ("Papá muerto"), representación desoladora del cadáver desnudo y yacente de su padre, fallecido hacía poco en Australia, en ausencia del joven artista, que vivía ya en Londres y que hubo de modelar de memoria e "imaginativamente" la "verdad" final de la figura despojada y rígida de su progenitor, para plasmarla de manera sobria, minuciosa y sorprendentemente realista, sin sentimentalismo, con templanza de piedad filial. Llamaba mucho la atención en aquella escultura meticulosa, realizada -para mayor verismo- en silicona y fibra de vidrio, el que el artista la hubiera cambiado de escala, reduciendo el largo de la figura a algo menos de un metro.

Allí se adelantaban las claves de la estatuaria de Mueck: el interés por los medios y técnicas que mejor contribuirían a la apariencia de un realismo absoluto; la concepción del cuerpo humano dentro de los requerimientos del género artístico del desnudo; el cambio notable de escala -reduciéndola o aumentándola-, entendida no sólo como canon de medida, sino como elemento de orden plástico, expresivo e inclusive simbólico; y el interés por una expresión meditativa del sentimiento y sentido de la existencia, interesándose por los iconos de "las edades de la vida", desde la gestación y el parto, hasta la vejez y la muerte, pasando por la indefensión e intimismo de la niñez, las indeterminaciones de la adolescencia y los dones de la plenitud. Esas mismas claves se siguen cumpliendo en su obra más reciente, en esta A Girl ("Una niña"), de 2006, imagen fiel -hasta el escalofrío- de una recién nacida, con escala agigantada hasta algo más de cinco metros, cuya presentación en el CAC Málaga constituye la primera exposición de su autor en el circuito español. Como es habitual en Mueck, esta vez la muestra se circunscribe a una sola obra, a la que acompaña una mesa con dibujos de ideas iniciales, modelados en barro de figuras de bebé, pruebas de materiales y colores, y diseños para la realización definitiva. Asimismo se proyectan sendos vídeos sobre la realización concreta de A Girl y sobre el trabajo general de su autor.

La escala desmesurada de esta obra recuerda que la escultura figurativa valora siempre la "dimensión heroica" como elemento de proyección del cuerpo a un espacio significativo de jerarquía superior, y que los cambios de escala contribuyen a que los elementos narrativos se conviertan en fabulosos dejando el plano de lo real para instalarse en los dominios de la "fantasía", término con el que los griegos designaban a las apariciones, mostraciones, hechos teatrales y representaciones de lo invisible, características del arte verdadero.

Por fortuna, lo que de veras cuenta en la obra de Ron Mueck (Melburne, 1958) no es ya el virtuosismo epatante de su oficio (fraguado en sus largos años de diseñador autodidacta de muñecos y maniquíes para la televisión -Barrio Sésamo y Los Teleñecos-, el cine -Dreamchild y Labyrinth- y la moda), sino su rara capacidad para cuestionar las mismas realidades a las que da presencia, infundiéndoles carácter y destacando las contradicciones de su propia y doble manera de "aparecer": como "verdades del existir" y como "obra de arte". Y postulando otra renovada e insistente vuelta al orden.